Domingo, 7 de julio de 2013 | Hoy
FENóMENOS > VIOLETTA, LA ADOLESCENTE ARGENTINA QUE DESDE DISNEY CONQUISTA EL POP MUNDIAL
Por Mariano del Mazo
¿Quién es Violetta? ¿Quién está detrás? ¿Quién se enteró de que esta chica de 16 años llamada Martina Stoessel dejó a los recitales de Arjona, Sandro y Soda Stereo en el Gran Rex como modestos hitos de la industria de entretenimiento? Los números son escalofriantes: 60 funciones en el teatro Gran Rex agotadas a partir del debut del 13 de julio –esto es, unos 180.000 espectadores, digamos tres River– y centenares de extraños seres que se creen con derecho al pataleo porque todos los días se acercan al teatro o navegan por Internet buscando tickets vanamente o clamando por nuevas funciones. ¿Habrá que simplificar y decir con la pereza de la arrogancia que, bueno, es obvio, se trata de un producto de Disney, una topadora? ¿Alcanza ese razonamiento?
Los fenómenos teen son, a esta altura del tercer milenio, inescrutables: no resisten lógica alguna, al menos no desde el análisis adulto, más cómodo en la nostalgia que en la proyección de un artista pop que lo saca de sus esquemas. Esa incomprensión mantiene vivo lo que el rock perdió en pos de la entelequia oblicuamente integradora que sugiere una familia unida –abuelo, hijo, nieto– compartiendo un concierto de Robert Plant o Paul McCartney. La tensión generacional que fue el gran motor conceptual de los orígenes del género en los años cincuenta, cuando se estaba fundando la idea de “lo joven” (la juventud como producto), se deshilachó hace décadas. Violetta es, además de un formidable fenómeno teen, un amplio fenómeno pop surgido de la televisión, macerado en Internet por su plataforma digital on line, llevado al disco y ahora al teatro, y surcado por un merchandising agresivo que la piratería triplica.
Además de ser una chica talentosa con un carisma y una fotogenia notables, Martina es la hija de Alejandro Stoessel, un ex directivo de Ideas del Sur. Ahí habrá que buscar algunas claves del camino derechito y sin fisuras que llevó a que Disney eligiera a una argentina para la conquista del planeta pre-hormonal. Stoessel, Alejandro, fue director de cámaras de Telefe y una de las cabezas de los comienzos de VideoMatch junto a Marcelo Tinelli y Claudio Villarruel. Protagonizó el brutal ascenso de los emprendimientos que tenían a Tinelli como cara pública y, como suele pasar, todo terminó mal: en 2008 se acabó el romance y, juicio de por medio, Stoessel montó una productora en Paraguay. Fue allí donde empezó a tomar forma el producto Violetta.
“Tengo casi 16 años y un papá al que adoro. Tengo cabellos castaños, ojos marrones, y en mi cabeza muchas preguntas y pocas respuestas”, comienza el libro Mi diario, a 70 pesos en los kioscos, parte del merchandising color violeta que se extiende a más libros, posters, una revista mensual, figuritas, tazas, platos, pantuflas, etc. Entre esas muchas preguntas y pocas respuestas, Violetta se debate de lunes a viernes de 18 a 19 en Disney Channel entre dos chicos, pelea con la novia de su padre (porque la madre de la chica murió cuando ella tenía cinco años... origen de su melancolía existencial) y escala los peldaños a lo Fama pero en una escuela de música llamada Studio 21 en la primera temporada y On Beat en la segunda. De allí salen las canciones de los dos CD que ya vendieron casi 200 mil unidades cada uno, y que tienen al avezado Eduardo Frigerio (compositor por ejemplo de la música del tema “Mi vieja” que cantaba Pappo) como uno de los cerebros creativos. Los discos son pensados al detalle, como cada una de las líneas de diálogo y acción de la tira, que tiene estrictas reglas de “moral y buenas costumbres” según la añeja ideología Disney: por caso, no existen besos en la boca ni tatuajes.
Violetta no deja de ser una novela rosa, pero el elenco es un seleccionado Benetton de actores y actrices de Brasil, Italia, España, México, además de Argentina (donde destacan Diego Ramos y Alberto Fernández de Rosa). Primera coproducción entre Disney Channel de América latina y Europa, Violetta fue doblada ya a cinco idiomas y se ve en medio mundo. En Brasil, Colombia y Chile va primera en el rating en su franja horaria; también es furor en España, Italia, Francia, Israel, Rusia, Bulgaria, Ucrania, Polonia y Turquía. Las cifras saturan, va la última: en YouTube a través del canal oficial de Disney, los clips ya superaron los 80 millones de entradas o views.
Martina Stoessel cursa a los tumbos el secundario en San Isidro. No da entrevistas y surfea como puede el tsunami que provocó. No está sola: la rodea un aura angelical, una rara belleza, una buena voz y un padre que conoce el negocio a la perfección y que le recuerda, como don Julio, que todo pasa. “Esto es pasajero”, le dijo en los inicios, hace dos años. Cuando Violetta se difume inevitablemente –los chicos crecen– será el momento de Martina Stoessel. La niña tiene todo para devorarse el mundo de un bocado cuando la adolescencia sea primera nostalgia. Hoy lo que hay son muchas preguntas, pocas respuestas y ese misterio insondable que envuelve todo fenómeno popular, de Sandro y Arjona a Tan Biónica.
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