Dom 18.08.2013
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TEATRO > CINEASTAS, LA NUEVA OBRA DE MARIANO PENSOTTI

HACERSE LA PELICULA

Cuatro directores de cine están pensando sus próximas películas en la nueva obra de Mariano Pensotti, Cineastas: en un escenario dividido vemos, por un lado, la vida cotidiana de los realizadores y, por el otro, sus tramas en movimiento. Pero ambas se van modificando y alternando, al punto que la realidad y la ficción se contaminan, se hacen indistinguibles.

› Por Mercedes Halfon

Pantalla dividida: de un lado alguien llama por teléfono, del otro, alguien atiende. Algo similar ocurre en Cineastas, pero como si el que hiciera la llamada fuera el cuerpo de una persona y lo que atendiera fuera su mente. A través de un espacio escenográfico dividido, la obra plantea dos situaciones paralelas: por un lado la vida real y por otro la ficción. Claro que estos dos niveles están relacionados. Vemos las vidas cotidianas de cuatro directores de cine y, por encima de ellos, las cuatro historias que están pergeñando. La obra se llama Cineastas; sin embargo, nunca aparece una cámara, ni un trípode, ni una claqueta. Nada. Las películas que estos directores hacen son mostradas del mismo modo que la vida de los cineastas que las crean. Con lo que, por momentos, lo que es realidad y lo que es ficción puede llegar a confundirse. Cuatro directores de cine hacen cuatro películas. Resultado: ocho historias que aparecen en escena tan alternada como fragmentariamente. Si bien tendrán su comienzo, clímax y conclusión, también recibirán modificaciones sobre la marcha, cambios de ideas, volantazos estéticos y afirmaciones contundentes, en la hora y media de duración de la obra. Una suerte de epopeya teatral, con el ritmo de un zapping apabullante y frenético.

Así es el último titánico proyecto de Mariano Pensotti. Un director que hace tiempo viene realizando historias corales, vinculadas con el cine, con contundentes propuestas formales, con una fuerte impronta literaria, que reciben una merecida atención tanto aquí como en los principales festivales del mundo. Cineastas fue estrenada en mayo en el Kunstenfestivaldesarts (Bruselas). Entre mayo y junio se presentó además en el Wiener Festwochen (Viena), el teatro Hebbel am Ufer (Berlín), el Holland Festival (Amsterdam) y el Theaterformen Festival (Hannover). En diciembre de este año se presentará en el Festival d’Autômne (París). Y en el medio hará estas funciones en el Teatro Sarmiento de Buenos Aires, las únicas donde no tendrá que usar su complejo sistema de subtítulos que se insertan justo en el medio de las dos esferas de la obra, la de la realidad y la de las películas. Ahí donde nuestros ojos se clavan, siguiendo la historia del arriba y del abajo, el cable que une el cuerpo con la mente, las cosas y las ideas, tan platónico en un principio, pero que con el transcurrir de los minutos irá ensombreciéndose cada vez más, borroneando la frontera entre estos dos mundos, hasta hacerlos indistinguibles.

EL CINE PUEDE HACERNOS MEJORES

Un director de películas comerciales (Javier Lorenzo) se entera de que tiene una enfermedad incurable y modifica la comedia que está realizando para que incluya sucesos de su vida personal y lo que le pasa. Una directora experimental (Valeria Lois) se separa de su marido mientras realiza un documental sobre la separación de la Unión Soviética a través de sus películas musicales. Una directora independiente (Elisa Carricajo), hija de un desaparecido, recibe el encargo de filmar una película sobre un desaparecido (Horacio Acosta) que sorpresivamente regresa vivo en 2013 y desequilibra la vida burguesa de sus hijos. Un cineasta muy pobre que trabaja en McDonald’s (Marcelo Subiotto) roba plata para filmar una película que intenta ridiculizar a las multinacionales y su imaginario. Esas son las cuatro historias que se superponen y desdoblan a lo largo de la pieza. Cuatro vidas y, a la vez, cuatro modos de ver el cine, con diferentes intenciones, disyuntivas, pensamientos.

Sin embargo, si hay algo que en algún momento todos los directores se preguntan es cómo hacer que sus ficciones sean más verdaderas. Como si la ficción necesitara de datos reales para calar más hondo. Por otra parte, eso que están construyendo influye de un modo crucial en su intimidad. La documentalista que filma la separación de la URSS piensa si esas personas tenían una vida más auténtica y comprometida que la que ella tiene. El director que trabaja en McDonald’s empieza a sentirse culpable acerca de esa película tan revulsiva que está haciendo a la vez que asciende en su trabajo. El director de películas comerciales inicia una simbiótica amistad con el famoso actor mexicano que va a ser su protagonista y terminan viviendo juntos. Al ver esta inevitable contaminación, una primera pregunta posible sería: ¿el cine nos ha hecho como somos? Por dar un ejemplo, ¿las comedias románticas han sido nuestra educación sentimental? O, ¿los documentales sobre la URSS nuestra educación política? Y en todo caso, ¿cuánto sabemos del mundo que nos rodea de un modo directo, sin el filtro de las narraciones?

LA FORMA QUE SE DESPLIEGA

Cineastas es, fundamentalmente, una obra de procedimientos. Después del demencial dispositivo de El pasado es un animal grotesco, su obra anterior, donde la escenografía realizada por Mariana Tirantte giraba como una calesita durante dos horas, parecía difícil lograr algo parecido. Pero la obra –donde también Pensotti trabajó con Tirantte– lo consigue. Continúa en la senda donde el componente visual se convierte en el principal productor de sentido. Aunque esto no lleve ni de cerca a estar frente a una obra puramente visual, donde sólo podamos gozar de la contemplación estética.

Porque Cineastas es, también, una preciosa maquinita de relatar, una pieza atrapante como una película hollywoodense que nos lleva y nos trae de las narices. ¿Cómo lo logra? Pensotti repite el recurso de la voz en off que había inaugurado en El pasado... Mientras algunos actores representan escenas, otro del grupo toma la voz cantante y pasa a explicar al micrófono cosas como: “Ahora a Gabriel la foto de una montaña le causa una tristeza que nunca había sentido” o “La familia de Mariela es de origen ruso. Ella es adoptada, pero siempre hizo esfuerzos por sentirse parte de su familia adoptiva y, por ende, descendiente de rusos”. Pensamientos ocultos o datos contextuales que les suman capas, detalles, chistes, reflejos y relaciones a las ocho historias.

Tanto el uso radical del dispositivo escenográfico, que acerca el teatro al arte contemporáneo, como la apropiación de la voz en off proveniente de la literatura y el cine, son hallazgos de este director. Por eso, tal vez Pensotti –y es raro, viniendo de alguien cuya formación es cinematográfica– sea el mejor puestista de las nuevas generaciones; el que mejor ha logrado construir un lenguaje propio, reconocible y a la vez sorprendente, que más que repetirse de una obra a la otra, se afianza y agudiza.

El espacio y la actuación de Cineastas hablan de una partición. Por un lado está lo que se hace y por otro lo que se piensa. Por un lado está la vida y por otro, la representación. Pero surge una última pregunta. Si estos dos planos existen, cuando los ponemos uno al lado de otro, ¿no deberían formar un tercero? Como se dice en la obra: “Einsestein, para su teoría del montaje cinematográfico, partió de la superposición de dos ideas que forman una nueva. Muchos de sus conceptos surgen de los ideogramas japoneses, que funcionan de la misma manera”. Ojo más lágrima, llorar. Arbol más árbol, bosque. ¿Qué da, entonces, como resultado la superposición de esas vidas y esas ficciones? La obra no da respuestas. Lo único que podemos extraer es que entre una y otra hay una necesidad muy profunda, antropológica. La vida necesita del relato, y el relato, de la vida. Sin eso sería muy difícil o, mínimamente, muy aburrido.

Cineastas se puede ver en el Teatro Sarmiento, Av. Sarmiento 2715, los domingos a las 20, jueves, viernes y sábado a las 21. Entrada: $ 70.

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