FAN > UN DIRECTOR DE TEATRO ELIGE SU PELíCULA FAVORITA: MATíAS FELDMAN Y VOLVER AL FUTURO
› Por Matías Feldman
Desde que vengo a pasar parte de mi tiempo a Tigre, me gusta observar el entorno y pensar el mundo desde las lógicas de la naturaleza. Y si hay algo que verdaderamente me intriga de los ríos del Delta es el comportamiento de las subidas y bajadas del agua y sus corrientes. Hasta ahora no lo he podido dilucidar. Podría meterme en Internet y preguntárselo al dios Google, pero tengo un hobby: intentar descifrar yo solito lo que está detrás de los sucesos. A veces el agua sube y la corriente va para un lado, y otras veces también sube, pero con una corriente opuesta. Y viceversa. Qué raro, ¿no?
Cuando vi, hacia fines de los años ’80, la película Volver al futuro, quedé prendido, como un abrojo, a la idea del tiempo. Vivía en Tandil, una bella ciudad serrana en el centro de la provincia de Buenos Aires. Era un nene gordo y melancólico y fascinado por los libros de aventuras de la colección Billiken, de autores como Julio Verne, Emilio Salgari, Jack London, etcétera. Recuerdo que salí del cine con un raro cosquilleo en el estómago, llegué a mi casa y, quizá por un error de interpretación o un entendimiento de algo que hoy en día sigo sin entender del todo (pero que siento que efectivamente sucede), escribí una notita en una hoja de mi cuaderno cuadriculado de la escuela. La escribí y la guardé en mi tercer cajón, debajo del cajón de las medias, y decidí volver a leerla dentro de 10 años. En aquel momento esperaba que ese texto se modificara cuando yo, en 10 años, hiciera cierta cosa que no develaré aquí (claro). Supongo que eso fue un error de interpretación porque fue exactamente lo opuesto a lo que sugería la película. En el film, el personaje de Michael Fox viaja al pasado con una foto del presente que se va modificando a medida que ese pasado se modifica. ¡Yo hice absolutamente lo opuesto!
Hoy creo que ese gordito que fui (que es tan distinto a lo que soy hoy, aunque nos sigamos llamando igual) percibió, sin racionalizarlo, la bella e inasible complejidad del tiempo, pensó que el tiempo era reversible, o que la línea del tiempo no sólo iba en una dirección, quizá gracias a un pensamiento mágico o quizá por la influencia de las ficciones que leía, quién sabe.
He aquí las preguntas que brotaban como los hongos de la madera de las estacadas que intentan contener los límites de las islas.
¿Lo que acontece iba a acontecer de todos modos? Si opero sobre el mundo, ¿lo que suceda a partir de eso, va a suceder? Pienso en las brujas de Macbeth de Shakespeare, ¿veían verdaderamente el futuro, o al decirle a Macbeth que iba a ser rey generaron que éste mate a Duncan? Es como las encuestas previas a las elecciones, ¿predicen o producen resultados? Esa es la paradoja del adivino, ¿ve el futuro o al decirlo lo genera?
Volver al futuro me hizo pensar por primera vez en el tiempo de un modo que hasta entonces no había pensado. Esa película generó en mí toda clase de tesis con respecto al tiempo, pero lo que hice luego de salir del cine implicaba algo más intrigante y tenebroso: cuando algo ocurre en un momento, ¿ese hecho pasa a forjar la totalidad de la línea temporal hacia ambos sentidos? Si ejercemos una acción sobre las condiciones de un sistema (llamémosle nuestra vida), esa acción generará, como las bolas de un billar, un sinnúmero de acciones hacia adelante, hacia el futuro, ¿pero esa misma acción opera hacia el pasado?
Por ejemplo el Papa, ¿al convertirse en Papa, fue Papa desde que nació? Un suceso, aunque acontezca en un momento determinado, en un punto de la línea temporal imaginaria, es y seguirá siendo, pero también pasa a ser hacia atrás, modifica lo que fue.
Como dije antes, uno de los momentos más maravillosos de la película era cuando el protagonista miraba una foto del presente estando en el pasado, y, modificando ese pasado, esa foto se modificaba, es decir, modificaba el futuro. Pero así como eso era posible, también creí que era posible modificar algo del presente y con esa acción cambiar el pasado. Si yo soy traicionado en un momento en mi vida, habré sido traicionado para siempre, y aquel gordito del interior que fui también habrá sido alguien traicionado desde que nació. Ojo, la tesis no es que iba a ser traicionado desde que nació sino más extrema e irracional: fue traicionado desde que nació. No hablo de determinismo. ¡No! Hablo de algo más extraordinario y esotérico si se quiere. Todo evento tiene la capacidad de resonancia hacia adelante y hacia atrás y hacia los costados (aunque eso me cuesta siquiera pensarlo). Hablo de la posibilidad de reversibilidad, de la inexplicable capacidad de operar sobre lo que ya aconteció.
El tiempo va tanto para un lado como para el otro, de manera indistinta, como las subidas y bajadas de los ríos del Delta, que no desembocan en el mar sino que forman parte de una red de ríos y arroyos interconectados. Pienso que el tiempo es una noción demasiado racional. Un invento de una cultura en un contexto histórico determinado. Pensar el tiempo como un río que a veces crece hacia un lado y otras hacia otro, y viceversa, me devuelve una imagen más poética que científica, y explica mejor el mundo. Es como un efecto que precede a la causa o, mejor, un efecto que genera su causa (o sus múltiples causas) hacia atrás. Es como la foto de Volver al futuro, pero al revés. Como mirar una foto del pasado y modificar el presente y ver cómo esa foto empieza a cambiar.
Tengo la necesidad de pensar el mundo como un extraño sistema dinámico inestable. No hacemos más que desconocerlo y eso es un prodigio. Y siento cierta nostalgia de aquel pensamiento mágico, esa construcción menos áspera, menos dura y científica. Por eso hago teatro, supongo que para dedicarme a algo que esté más cercano a ese mundo fantástico en el que vivía.
Estamos, de algún modo, condenados a construir todo, a generar ficción de todo. Esa es la característica básicamente humana, es el verdadero denominador común. Construimos. Construimos nuestra historia y el relato de nuestra existencia en el presente. Decir “soy éste” es la más grande de las ficciones. Decir “fui éste” es algo tan dinámico y caótico como el recorrido espacial que hace una mosca histérica.
Lo que ya aconteció no para de transformarse.
Back to the Future (conocida como Volver al futuro en nuestro país; también abreviada como BTTF, por sus siglas en inglés) es una comedia de ciencia ficción de 1985 dirigida y escrita por Robert Zemeckis –Bob Gale fue coguionista–, producida por Steven Spielberg y protagonizada por Michael J. Fox, Christopher Lloyd, Lea Thompson y Crispin Glover. Relata las aventuras de Marty McFly, un adolescente que es enviado accidentalmente de vuelta en el tiempo, desde 1985, su época, a 1955. Tras alterar los sucesos ocurridos en 1955, específicamente aquellos en los que sus padres se conocieron y enamoraron, Marty debe intentar reunir a sus padres de nuevo para asegurar su propia existencia. Zemeckis y Gale escribieron el guión una vez que este último reflexionó sobre la posibilidad de haberse hecho amigo de su padre si ambos hubiesen asistido a la misma escuela. En 2010, para conmemorar sus primeros veinticinco años de lanzamiento, la película original pasó por un proceso de remasterización para ser estrenada.
Matías Feldman y un grupo de actores con quienes hicieron hace unos años la destacada obra Reflejos se propusieron un trabajo llamado Proyecto Pruebas, que consiste en una serie de diez ejercicios de interrogación en torno de lo escénico. El primer episodio será Prueba I:
El espectador.
Hoy a las 18.30 y a las 20.
Reservas a [email protected]. Teatro Defensores de Bravard (Bravard 1178). Gratis.
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