CINE> SE ESTRENó DECLARACIóN DE VIDA, DE VALéRIE DONZELLI
Actores, pareja en la vida real, separados y con un hijo que sufrió y se recuperó de un tumor cerebral, Valérie Donzelli y Jérémie Ekaim filmaron una película sobre todo eso, lo más lejos posible del melodrama, como un testimonio bélico. Para su sorpresa, Declaración de vida fue un suceso en Francia y terminó representando a su país en el Oscar.
› Por Martín Pérez
Una madre acompaña a su hijo al hospital. Por la expresión entre resignada y aburrida que tienen, parece ser algo de rutina. Cuando el hijo se acuesta en una camilla e ingresa en una máquina que le realizará una tomografía, la madre recuerda. Y lo que recuerda es una fiesta, música electrónica, y un joven con el que cruza miradas mientras ambos toman cerveza. Se miran serios, primero. Después sonríen. La música sigue sonando, más punk que electrónica, y él se acerca y le dice su nombre: “Romeo”. “¿Estás bromeando?”, responde ella. “¿Por qué?”, pregunta él. “Porque yo me llamo Julieta”, explica. “Entonces tenemos un terrible destino”, contesta él, ganador, antes de besarla y que se dejen ver los títulos de la película en la pantalla.
Así es como comienza Declaración de vida, burda traducción para consumo local de una admirable película francesa titulada en su versión original La guerra está declarada, traducida al inglés como Declaración de guerra. Ese fue el título utilizado también para su estreno en España, pero en el afiche local la palabra “guerra” está tachada, y sobre ella han escrito “vida”. Una corrección que no es menor, porque –sin la pintada– la frase resultante parece anestesiada e inevitablemente remite a tragedia o melodrama. Justamente algo que sus autores, Valérie Donzelli y Jérémie Ekaim, quisieron evitar desde el título. Porque su película, según ellos se han acostumbrado a aclarar, es más bien algo físico, intenso y vivo. Una película de guerra, no un drama-de-la-vida-real. Aun cuando la historia que Donzelli y Ekaim escribieron y protagonizan esté basada en sus propias vidas: fueron pareja, tuvieron un hijo y a ese hijo le descubrieron un tumor cerebral. “Pero no se trata de una película sobre la angustia por la posible muerte de un niño enfermo”, explicó más de una vez Valérie, la directora del film. “Cuando uno declara la guerra, se ve superado por la velocidad de lo que sucede y existe la posibilidad de la victoria. Con Jérémie realmente quisimos hacer una película sobre ser padres, y contarlo como si fuera una aventura”, aclara Donzelli, autora de una película dinámica, valiente y efectivamente viva, llena de velocidad, música, toda clase de registros y posibilidades cinematográficas. Pero, por sobre todas las cosas, sin un solo golpe bajo y ni un atisbo de autocompasión. “Para nosotros siempre fue una película de acción, un western, una de guerra, por eso el título. No por nada Jérémie me hacía ver Full Metal Jacket, de Stanley Kubrick, y no algún melodrama mientras escribíamos el guión. Siempre me gustó la idea de abrir una puerta y ver lo que está pasando detrás: encontrarnos con una pareja joven viviendo una aventura real, y no una prefabricada.”
Antes de La guerra está declarada, Valérie Donzelli y Jérémie Ekaim habían hecho juntos una comedia, titulada La reine des pommes (2009). La protagonista era Valérie, que sufría por ver a su ex en todos los hombres que conocía. Por supuesto, todos los personajes masculinos estaban interpretados por Jérémie. La filmaron casi sin presupuesto, y la llegaron a ver treinta mil personas. Nada mal para una película prácticamente casera. Pero aun así no estaban preparados para el acontecimiento que significó La guerra está declarada (2011), un suceso de tal magnitud en Francia que terminó siendo elegida para representar al país en el Oscar. “Debe haber sido la primera película independiente elegida para eso –se sorprendió Donzelli–. Y creo que inclusive fue la primera dirigida por una mujer.” Mucho antes de llegar a este film, Jérémie fue el que terminó de convencer a Valérie de dejar de estudiar arquitectura y dedicarse a la actuación, primero. Y luego a dirigir películas. Ambos tienen una carrera como actores, además de su particular proyecto de ex que trabajan en equipo, ya que tuvieron otro hijo juntos y luego se separaron. “Al comienzo me daba miedo protagonizar esta película, pero cuando pasaba el tiempo y no encontraba protagonista me di cuenta de que no quería que nadie más lo hiciera”, recuerda Donzelli, que junto a Ekaim explican que antes de poder pensar en contar su historia, tuvieron que vivirla. “Recién cuando nuestro hijo estuvo curado es que nos permitimos revisar el diario que llevamos durante todos esos cinco años, y empezamos a pensar en convertirlo en una película”, ha contado más de una vez la pareja protagónica, que al haber atravesado la historia que cuentan, se pudo permitir mirarla con otros ojos. Algo que tal vez no se hubiesen atrevido a hacer otros guionistas o directores. “Cuando uno hace una película, es algo tan divertido como un juego en el que uno va inventando las reglas, mientras que en la vida real uno se encuentra prisionero de esa situación”, explica Donzelli, que siempre se preocupa por aclarar que nunca quisieron tomar a los espectadores como rehenes de la historia que eligieron contar. “Por eso, intentamos divertimos y cambiar de registro cada vez que pudiésemos. De hecho, siempre pensamos que iba a ser aún más una comedia. Pero nos dimos cuenta de que eso también tenía un límite.”
Pero si, aseguran, se tomaron muchas libertades al contar su historia, se ciñeron a los hechos a la hora de hablar de la enfermedad. Lograron filmar, inclusive, en el mismo hospital donde sucedió todo, con un equipo reducido, y sonido ambiente. “Una cosa que cambiamos fue el momento en que los médicos explican las posibilidades de éxito del tratamiento –explica Valérie–. Nosotros nunca quisimos saber ese porcentaje. Pero por razones dramáticas, cuando escribimos el guión, un médico primero dice que ese porcentaje es del treinta por ciento, y luego asegura que es de apenas el diez. Como queríamos saber si esa variación era creíble, le preguntamos a nuestro médico. Nos respondió que era correcto: el diez por ciento siempre había sido la posibilidad de éxito del tratamiento.”
Uno de los momentos mágicos de La guerra está declarada es tal vez el más dramático de la película: cuando los padres tienen la confirmación de qué le está pasando a su hijo. Es uno de esos momentos en que el espectador que no está en el cine para ver sólo un melodrama, decide si mantiene o no la confianza en quienes le cuentan la historia. Valérie Donzelli aprueba el momento de la mejor manera: lejos de jugar a ser cool, dobla la apuesta y exhibe el dolor de cada uno de los protagonistas, principales o secundarios, mostrando sus reacciones sin sonido y en cámara lenta, convirtiendo su película en una ópera, multiplicando el drama con música clásica de fondo. “El cine reproduce la realidad, es un juego. Todo es un simulacro, nada es real pero al mismo tiempo hay un deseo de realidad, de verdad”, explica Donzelli, responsable de una película valiente porque no le escapa a ninguno de sus problemas, sino que los resuelve poniendo el cuerpo. Es decir, el cine. Por eso las voces en off, los personajes que cantan, los pasos de comedia en medio de un drama que en realidad es historia y nada más que historia. “Jérémie tiene una forma hermosa de describir cómo fue que logramos hacer una película de nuestra propia vida: nos quitamos de encima lo malo y conservamos lo bueno”, dice la directora, que ya ha estrenado un tercer film con su ex. Se llama Main dans la main (2012), pero el protagónico femenino no lo asume ella, sino que está a cargo de Valérie Lemercier. “Nuestros Romeo y Julieta son amantes que no están preparados para la guerra. Creo que somos una generación de chicos malcriados, ninguno de nosotros está preparado para algo así. Pero los dos se sorprenden de su habilidad para luchar, y se convierten en héroes a pesar de ellos”, explica Valérie sobre La guerra está declarada, una película que no cree que haya significado para ella ninguna liberación. “No lo hice por eso. Simplemente quería hacer una película. No creo que el cine exorcice nada.”
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