Dom 22.09.2013
radar

Casa tomada

› Por Claudio Zeiger

Venía de antes. Y como el que sabe que está por quedar nuevamente atrapado en el mismo lazo (“ya te voy a volver a agarrar”), el dirigente del Centro de Estudiantes del Normal Mariano Acosta volvió a enfrentar el cuestionario del periodista Eduardo Feinmann en C5N. Habitualmente Feinmann despliega su arsenal de vecino indignado (van a estudiar con la plata que pagamos todos, por lo tanto tu deber es estudiar porque a la escuela se va a estudiar y no se puede tomar la escuela y menos que menos fumarse un faso) con cara de estar a punto de estallar de ira (actuando, ya hablaremos de esto, el “personaje Feinmann” que muchos están ayudándole a pergeñar) y vuelve el clásico. Feinmann contra la toma de colegios. Esta vez, el presidente del Centro, Matías Delgado, se le plantó y le dijo que “no considero que deba rendirte ningún tipo de examen a vos”, lo cual no fue tomado por el periodista como un acto de insubordinación, sino como un esquive de bulto: no te sometes a mis preguntas porque como no estudias sino que militas, nada has aprendido. “La otra vez me insultaste fuera del aire, me dijiste conchudo”, retrucó el estudiante. Y Feinmann apeló al otro clásico chicanero que es mentar el diccionario, los significados etimológicos, tan variados como engañosos, de una palabra; en ese caso, dijo, te quise decir que eras sagaz, astuto, un zorrito, digamos. Mientras tanto, cada vez que el periodista estallaba en cólera, asomaba un cartel entre el grupito de pibes apiñados en la escalinata (oh, ¡la vieja escalinata del Normal!) que rezaba “Feinmann Gato”. Y cuando Feinmann se quejaba, le escondían el cartel.

Así fue una de las tantas agarradas absurdas entre Feinmann y los estudiantes tomadores. Todos forman parte del show en la medida que hacen su papel. Pero no hay queja en esto: los estudiantes aprovechan para hablar de su conflicto sobre la currícula y Feinmann encauza un discurso social realmente existente, sobre todo entre los vecinos de la Ciudad de Buenos Aires, el discurso del orden verticalista y la especificidad (a la escuela se va a estudiar). Podría agregarse, sin ser un hippie trasnochado sino un ex alumno (en mi caso, precisamente del Acosta): a la escuela se va a estudiar y a educarse, a socializarse, a reírse, a hacer amigos, a buscar maestros de la vida (rara vez se los encuentra pero los hay), a hacer política, a descubrir la vida, a querer terminar de una vez por todas con la educación, gracias, no me eduquen más. A la escuela se va a disentir y a luchar. Y si la metodología es la de tomar la escuela, epa, no se olviden: el más ilustre egresado del Normal, Julio Cortázar, escribió el célebre “Casa tomada”, además del perturbador “La escuela de noche”.

Por estos días, no pareciera que la escuela vaya a estar tomada para siempre. Y en el caso del Acosta hay que agregar que hace rato vienen con amenazas continuas de bomba que obligan a evacuar el colegio, y nadie parece estar haciendo nada al respecto.

Volviendo a la toma televisada, no le quiero cargar las tintas a Feinmann que se las carga bien solito. Pero hay una tendencia mediática a verlo como el “inefable Feinmann”, cabeza loca, caso sin arreglo. Cuando no son las tomas, es la cruzada anti porro/ faso/ charuto. El hace su rol y los progresistas se abroquelan en el suyo. Feinmann se escandaliza de los disolutos, los progres se escandalizan de Feinmann. Todo bien. Pero al menos no olviden que es el mismo Feinmann que una vez cruzó la raya cuando mataron a un delincuente y, sí, dijo la frase que tantos buenos vecinos piensan pero que no se debe decir en televisión. Eso de “uno menos”.

Por estos días, los periodistas y conductores de segmentos de noticias dan la nota. Feinmann encontró la veta de farandulizar su bajada de línea dura. Fabián Doman (que frente a un estudiante tomador usó un astuto argumento: “¿sabés que cada vez que toman colegios, sube Macri en las encuestas?”) vive enredado en un alucinógeno escandalete con su ex, Evelyn Von Broke (otra mano dura), Claudio Rígoli es un sex simbol del noticiario. En este contexto, las tomas de colegios se suman al espectáculo, al menos en su aspecto escenográfico. Pero en el interior de los colegios suceden cosas de verdad cuando se apagan las cámaras y no deberían agotarse en si a Feinmann o a los vecinos de la cruzada del orden les cae bien “la metodología”. Igual (y con esto termino y de paso me sumo a la confusión general) no puedo resistir el momento en que Feinmann lanza la pregunta fetiche con la que pone a prueba a los politizados zorritos y los corre por democrática izquierda: “¿En qué día y año asumió Raúl Alfonsín?”. ¡Contesten, montoneros!

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