RESCATES Alguna vez lo denominaron el Buster Keaton francés, pero el inclasificable Pierre Étaix siempre fue mucho más que eso. Y mucho más que un cineasta también: es dibujante, pintor, actor, mimo, payaso, prestidigitador, escritor y músico. Contemporáneo de la Nouvelle Vague pero ajeno a sus lineamientos, comediante heredero de Jacques Tati pero autor también de un atípico documental cuyo fracaso aceleraría su retiro, Étaix se ha dedicado en el último tiempo a recuperar el control legal de sus películas, restaurarlas y girar por el mundo recibiendo honores más que merecidos. Así es como llega a la Argentina, para ser uno de los invitados estelares del Festival Internacional de Mar del Plata y exhibir en la Sala Leopoldo Lugones una retrospectiva de su obra restaurada.
› Por Fernando Martín Peña
Durante varias décadas nadie supo muy bien dónde poner a Pierre Étaix, un artista que desborda todas las categorías y clasificaciones. Es cineasta pero también dibujante, pintor, actor, mimo, payaso, prestidigitador, escritor, músico. Fue contemporáneo de la Nouvelle Vague pero ajeno a los lineamientos generales de todas sus vertientes. Su obra reconoce influencias de Buster Keaton y Jacques Tati, pero define un universo fuertemente personal, a lo sumo compartido con el guionista Jean-Claude Carrière, que fue su cómplice más frecuente. Casi todo su cine es de ficción, pero también realizó un largometraje documental, cuyo fracaso le costó la carrera. Finalmente, el propio Étaix se hizo cargo de esa singularidad, que ha sido su mayor mérito y también su mayor obstáculo. Luchó y obtuvo el control legal sobre sus films (que habían sido prácticamente abandonados por sus productores originales), consiguió su restauración y ahora viaja por el mundo acompañándolos y recibiendo por ellos toda clase de honores merecidos y postergados.
En una escena del film Yoyo (1965), alguien pone sobre Pierre Étaix el clásico sombrero de Buster Keaton. Cuando lo advierte, Étaix se lo quita, un poco avergonzado. Ese pequeño momento tenía su inspiración en la realidad: desde que en 1961 comenzó a protagonizar y dirigir sus films, Étaix fue considerado por la crítica “el Buster Keaton francés”. La frase no es necesariamente un elogio, porque produce falsas expectativas y opaca la propia poética: es más justo decir que Étaix está en algún lugar próximo a Keaton, a Tati y a muchos otros artistas que llevaron al cine la gran tradición de la comedia visual, originada en escenarios populares desde el principio de los tiempos. El suyo es un arte riguroso y difícil, que exige una tremenda disciplina, no sólo para alcanzar un completo dominio del propio cuerpo sino también para disimular esa pericia con una aparente espontaneidad y la gracia de un bailarín.
Étaix adquirió esos talentos en el circo y en el music hall antes de llegar al cine, contratado por Tati para trabajar en su film Mi tío (1958). Allí Étaix fue asistente, propuso gags, hizo un pequeño papel (de cartero) y además diseñó el afiche del film, que en sí mismo es una obra maestra de síntesis gráfica. Durante su realización Étaix conoció al escritor Jean-Claude Carrière, a quien Tati había convocado para redactar una suerte de versión novelada de Mi tío. Carrière y Étaix iniciaron entonces una amistad –que dura hasta hoy– y luego una obra cinematográfica conjunta que abarca esencialmente tres cortos (Ruptura, Feliz aniversario, El insomne) y cinco largometrajes (El suspirante, Yoyo, Basta la salud, Ese loco, loco deseo de amar, Pays de cocagne), realizados entre 1961 y 1971. Muchos de ellos se estrenaron en todo el mundo y tuvieron diversos premios internacionales. Feliz aniversario llegó a ganar un Oscar de la Academia. “Es muy difícil explicar cómo nacieron esos films. Aparece la idea, que en principio no es un tema sino una atmósfera. Por lo menos yo trabajo así –explicó Étaix–. Descubro las cosas que deseo por intuición y esas cosas tienen un color determinado, un tono. Por qué, yo no sé. Después, es posible que se produzca una pequeña idea para realizar un gag. No más que un detalle, a partir del cual se desarrolla el gag completo. Después busco otros gags sobre esa situación dada, exploro sus posibilidades y me quedo con las variantes que me parecen mejores. Chaplin y Keaton no escribían sus películas, investigaban sobre el decorado. Pero ese método es muy costoso, Chaplin podía pasarse meses haciendo una sola secuencia. Por lo general yo tenía rodajes de unas ocho semanas y unos cinco meses de montaje después. Pero no se puede saber cuánto tiempo lleva elaborar un guión porque quizá éste sea el resultado de dos años de observación. Es un trabajo permanente.”
Casi siempre, los films de Étaix comienzan con la descripción de un protagonista, cuya vida se presenta organizada hasta la simetría. El desarrollo es la descomposición de ese orden inicial, causada por una fuerte emoción (el amor, claro, pero también el miedo o inclusive la vocación), en una sucesión de situaciones y gags encadenados con precisión quirúrgica. A diferencia de Keaton, cuyos films tienden a apoyarse en una estructura narrativa lineal o clásica, Étaix prefiere las variaciones sobre un determinado tema (como en el jazz) y la fragmentación episódica y acumulativa. Un buen ejemplo es el corto Ruptura (1961), que es prácticamente un film conceptual: una ruptura sentimental, expresada en una foto partida en dos, es la primera de una catarata de cosas que también se rompen, incluyendo el protagonista. El largometraje Ese loco, loco deseo de amar funciona sobre la misma premisa, aunque con una elaboración mucho más sofisticada, porque allí el deseo en cuestión es el de un hombre casado por otra mujer y la catástrofe no es sólo exterior sino también íntima. Hay algo de Rohmer en clave cómica en ese film y si bien Étaix no tuvo ni siente ningún vínculo con los cineastas de la Nouvelle Vague, cuyo apogeo fue contemporáneo al suyo, pueden rastrearse algunas afinidades, quizá propiciadas por la compartida modernidad o quizá sólo por pura intención paródica. En el cine de Étaix, como en el de la Nouvelle Vague, hay recursos formales que invitan al distanciamiento, hay citas cinéfilas explícitas (como una memorable a La Strada en Yoyo) y desde luego hay un muy expresivo uso de exteriores parisinos. Lo que no hay es improvisación, porque el método Étaix exige una minuciosa planificación, en la que ningún detalle queda librado al azar. “Debe estar todo previsto antes de comenzar el rodaje porque si no lo está, no hay espacio para inventar. Podemos hacernos todas las preguntas posibles en el set siempre y cuando hayamos antes previsto todo. Se puede improvisar sobre la interpretación, allí siempre ocurren cosas que no están previstas, pero todo lo demás necesita ser planificado con mucho rigor.”
A Étaix le gusta ser preciso. Subraya que sus films tienen escasos diálogos pero no son mudos, porque, siguiendo la lección de Tati, utilizan profusamente la música y el sonido de un modo que podría llamarse expresionista, como contrapunto del humor visual. No habla de “cine cómico” sino de “cine de intención cómica”, porque cuando el film se concibe no hay manera de saber si hará reír o no, y un film cómico que no funciona es más bien una tragedia. En ese sentido, el artista que trabaja frente a un público en vivo tiene a su favor la reacción inmediata que le permite corregir y ajustar su trabajo sobre la marcha. En cambio, el cine “de intención cómica” exige ser un perfeccionista y Étaix lo es, hasta el extremo de modificar por completo el montaje de su film Basta la salud (1966) varios años después de haberlo hecho. “El productor me presionó para que yo hiciera un film de duración normal y con un vínculo preciso entre las distintas situaciones. No funcionó. Cuando me fue posible lo modifiqué, quitando todo lo accesorio y reduciendo el metraje a poco más de una hora. Quedó como lo había pensado en un principio, una serie de cortometrajes, sin nexo alguno.” Con una parte de lo que quitó, Étaix presentó en 2010 otro corto, titulado En pleine forme.
Étaix ha trabajado para varios notorios perfeccionistas, como Jerry Lewis (en la inconclusa The Day the Clown Cried), Louis Malle (El ladrón), Aki Kaurismaki (El Puerto), Nagisa Oshima (en Max, una monada), Federico Fellini (con quien discute en Los payasos) y Robert Bresson (en Pickpocket). “Siendo prestidigitador, uno tiene que tener cierta facilidad con las manos y Bresson utilizó mucho eso en el film. Pero, claro, son técnicas diferentes. Había un carterista real, llamado Kassagi, que hizo de asesor técnico y me indicaba cómo había que mover los dedos. Lo más visible en el film lo hizo él.”
A la suma de talentos necesarios para hacer un buen film “de intención cómica”, Étaix agrega la capacidad de observación, otra lección de Tati: la cuidadosa observación de los demás es una fuente inagotable de ideas cómicas. La fascinación con esta práctica llevó a Étaix al extremo de hacer Pays de cocagne (terminado en 1971), un largometraje documental que registra a los franceses de vacaciones tras los acontecimientos de mayo de 1968, y los somete a un variado cuestionario sobre la vida moderna. El resultado fue un film maldito, que la crítica condenó por considerarlo malintencionado, que el público francés no quiso ver y que además no pudo exportarse porque su dinámica narrativa dificulta el subtitulado e impide el doblaje.
El fracaso de Pays de cocagne apuró el retiro cinematográfico de Étaix, que sólo rompió ocasionalmente para hacer la adaptación de una obra teatral propia (L’âge de monsieur est avancé, 1987), algunos cortometrajes y un intento de ficción en formato Omnimax, versión francesa del Imax, con el cual quedó muy insatisfecho. Entretanto, Étaix se dedicó al circo, al teatro y especialmente a la Escuela Nacional de Circo que fundó con su primera esposa, Annie Fratellini, heredera de una ilustre familia de clowns. La escuela funcionaba, apropiadamente, dentro de una carpa. “De base, todos tienen que estudiar acrobacia y danza. Ambas son obligatorias para todas las demás disciplinas. Después se aprende el trapecio, la red, el trapecio volante, contorsión, equilibrio... Lo que un alumno tarde en graduarse y tener su propio número, depende de cada uno. Y luego viene lo más difícil, que es enfrentar al público.”
Ya no hay duda de la importancia de su obra y de la influencia de su visión artística. De todos los homenajes que ha recibido en los últimos años, el más hermoso es el que le rindió el animador Sylvain Chomet. El esforzado ciclista de su obra maestra Las triplettes de Belleville está dibujado a imagen y semejanza de Pierre Étaix.
La obra de Pierre Étaix se exhibe desde hoy y hasta el martes en el Festival Internacional de Mar del Plata, con la presencia del autor, que mañana a las 17 realizará una charla pública. Más detalles en mardelplatafilmfest.com. A partir del miércoles y hasta el domingo 24, una retrospectiva de su obra se podrá ver en la Sala Leopoldo Lugones del San Martín. La inauguración del ciclo será el miércoles a las 19.30, con la exhibición de El puerto, de Aki Kaurismaki, y la presencia de Étaix. Más información en complejoteatral.gob.ar/ver/cine
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