CASOS LA INVASIóN TEEN LLEGó A LA ARGENTINA Y VOLVIERON LOS VIEJOS DISCURSOS DISCIPLINADORES
› Por Hugo Salas
Y llegó Justin. Primero nos pusieron nerviosos los believers, y hubo que descargar en ellos toda la sorna que nos quedó sin usar contra los emos y las “tribus urbanas”. Qué ridículos, reaccionar así por la llegada de este pavote. Ni que fuera... (ponga aquí el nombre de un ídolo de su juventud). Nadie advirtió que estos fans, solitos, le pintaron la cara al Faena y por extensión a Puerto Madero (emblema del menemismo que aún hoy llevamos dentro). Con su sola presencia, sus gritos y su histeria adolescente obligaron a que la Meca cool mostrara su verdadero rostro: que es un mausoleo para viejos con plata, aunque tengan 20 años. Las manos que mancillaron el Art District con las consignas “te trago la waska” y “colame los dedos” tal vez hayan sido responsables de una de las pocas acciones contraculturales del año.
Y, claro, cuando no lo esperábamos, llegó el plato principal: ídolo suspende concierto. ¿Quién se cree? Tiene la manía de cancelar, el pibe. No nos respeta como país. Es problemático. No se descompuso, se dio con todo. Tendría que haber hecho el show igual. Nótese: no le reclamamos el extravío, ni siquiera que sea “un mal ejemplo”. Si supiera drogarse y cumplir con sus compromisos, sería “un verdadero artista”. Es más, ¿qué ídolo sería sin el glamour de alguno que otro exceso? Por suerte, toditos los medios coincidieron y se apuraron a hacer cola para pegarle.
A un chico que tiene 19 años. Que tiene 19 años y desde hace cinco es una estrella mundial, ya no tiene espacios privados y demasiadas noches al año sale a un escenario a manejar a miles de personas que si pudieran aferrarlo, en la desesperación, probablemente lo matarían. Que no puede decidir que ya no quiere hacer eso. Que tiene que lidiar con un egotrip del que difícilmente saldría bien parado un adulto. Y sí, que probablemente esté en cualquiera. Pero nada de eso nos molesta. A la industria tampoco, por eso mastica a estos chicos como caramelos y los escupe. El showbiz descubrió hace rato que este tipo de talentos son escasos pero renovables. Y si se mueren también venden; ojo, por ahí hasta venden más.
Y está bien. ¿Qué se cree? ¿Que tiene derecho a dejar plantadas a las nenas de los padres que pueden pagar el meet and greet, eh? Beso y fotito, pendejo. No tenés coronita. Vos también tenés que portarte bien, aunque seas un sirviente de lujo. Y nos pone contentos que a él también le toque, y la sobreexplotación que no toleraríamos sobre ningún otro chico, nos parece entendible porque tiene fama y es millonario. El rock pierde así su última arista de resistencia. La estrella representaba la posibilidad –siquiera ilusoria– de que alguno que otro elegido escapara de la explotación. El ídolo le sirve hoy al sistema para convencernos de que el monto vuelve justificable, tolerable y justa la explotación. Y de ahí en más, sólo queda discutir el precio.
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