PERSONAJES TOM HIDDLESTON: SHAKESPEAREANO Y POP
› Por Mariana Enriquez
Hay que verlo y escucharlo para entender. Porque en las fotos –hasta en las producciones de las revistas de moda que lo tienen de favorito– no se nota demasiado. Los rulos pelirrojos, una cara que bien podría ser de los años ’30, el cuerpo largo y delgadísimo. Un hombre común. Pero cuando se mueve, cuando habla, cuando actúa, Tom Hiddleston es una superestrella. Demasiado talentoso. Y además finísimo, cortés, con un encanto estudiado, un poco té de las cinco y un poco gatuno. Ahora mismo en Thor: Un mundo oscuro, donde interpreta por tercera vez al ambiguo villano Loki es por lejísimos lo mejor de la película, el único de todos los que deambulan por la pantalla que tiene un propósito, arco, humor y la expresividad perfecta. Algo parecido ocurrió el año pasado con The Avengers, el tanque con todos los héroes de Marvel: el público se puso del lado de Loki aunque es un resentido con delirios de grandeza insoportable; y lo hicieron por la sencilla razón de que Tom Hiddleston tiene un carisma como hacía rato no se veía. Los fans lo adoptaron de inmediato: basta sumergirse en las aterradoras profundidades de Internet para ver expresiones de amor retorcido de lo más diversas: desde los sitios slash dedicados a su imaginada pareja con Thor (el par se llama “Thorki”: los ilustradores lo ponen en escenas porno con su coestrella) hasta los fans obsesionados que lo dibujan haciendo el baile del caño –sería demasiado largo explicar por qué–. Lo cierto es que Thor, la franquicia que empezó como clase B de Marvel, está primera en taquilla en EE.UU., con una recaudación de 150 millones de dólares que está a centavos de superar el presupuesto. Y con nada. Bueno, con algo: un actor increíble, capaz de hacer un personaje shakespeareano en una película tonta y salir bien parado, consciente de que todo es un chiste y, al mismo tiempo, muy profesional.
El superéxito, encima, llegó muy rápido. En 2010, Tom Hiddleston tenía 28 años y estaba actuando con Kenneth Branagh en la serie Wallander, la versión del detective de Henning Mankell para la BBC. Tenía una educación y un curriculum impactantes: nacido en el exclusivo barrio londinense de Westminster, hijo de un científico y químico director de una compañía farmacéutica, hizo la primaria en la Dragon School –como Hugh Laurie y el Sir John Kedrew, Premio Nobel de Química–, la secundaria en Eton –con el príncipe William y como diecinueve primeros ministros de Gran Bretaña–, y después se graduó con honores en Estudios Clásicos en Cambridge. En 2005 egresó de RADA, la escuela de artes dramáticas más notable de Inglaterra, donde estudiaron Joe Orton, Peter O’Toole y Kenneth Branagh, el hombre que, después de ser su compañero en Wallander, lo eligió para Thor (que dirigía) y les aseguró a los reluctantes productores que Tom no los iba a defraudar. El voto de confianza funcionó. Ese mismo año, el 2011, Woody Allen llamó a Hiddleston para ser Fitzgerald en Medianoche en París y Spielberg lo contrató para War Horse.
Pero, como es condición ahora, la fama ya no se hace sólo en la pantalla. Y Hiddleston es genial en cada entrevista. Es un imitador profesional: hace a Samuel Jackson, a Will Smith, a Al Pacino, a Owen Wilson y a todos sus compañeros de The Avengers. Flirtea (ése es el verbo) con Robert Downey Jr con su mejor costado camp. Si va a Grecia, habla en griego; si hace prensa en América latina, habla en perfecto español. Sabe Hamlet de memoria, ya hizo Otelo, Ivanov de Chéjov y si se busca con paciencia en YouTube se lo puede encontrar en una producción de Electra de Sófocles, en su idioma original. Cuando va a programas de entrevistas, se pone a bailar el último hit de Robin Thicke y es todo lo contrario a un inglés comedido y duro: se mueve como si hubiera aprendido hip-hop en Brixton. Lo opuesto al estereotipo del británico constipado: todo su físico elástico y su gracia parecen decir que no quiere ser un tartamudo perpetuo como Hugh Grant y que su pesadilla sería terminar de protagonista en algo como El discurso del rey. Por ahora y junto a Benedict Cumberbatch, es el único actor con formación clásica que accede a la taquilla con una actitud terriblemente cool y –más importante– adorado por las adolescentes, el público de verdad fiel, un poco peligroso, pero de fierro.
¿Y después de Thor? En el futuro más lejano, todo indica que le van a dar su propia película, llamada sencillamente Loki. Pero para eso falta. En breve se estrenará comercialmente en Estados Unidos Only Lovers Left Alive, la nueva de Jim Jarmusch, donde Hiddleston es un vampiro rockero en la decadente y abandonada Detroit; es todo ángulos y pelo largo y desnudos hiperestéticos. En el trailer, la película parece una versión actualizada y más fina de El ansia. Jarmusch lo adoró: “Entendió todas las referencias, desde el rock hasta Hamlet; su personaje es muy sofisticado y él también lo es, pero yo quería que tuviera algo animal, y Tom también tiene algo primitivo. Lo que le tirás, lo incorpora. Es genial”. En 2014 Tom Hiddleston será el villano de Crimson Peak, la nueva de Guillermo del Toro (El laberinto del fauno). Y no hay mucho más: la semana que viene empieza Coriolano, de Shakespeare, en Covent Garden y va a pasar la mitad del año actuando en teatro. “Mi padre casi se muere cuando le dije que quería ser actor –suele contar–. Me gritaba: te di la mejor educación. Sos inteligente. Tenés que usar tu cerebro para otra cosa.” ¿Y ahora? Ahora, el rico señor Hiddleston llora cuando ve a su hijo con su capa verde seco y el pelo teñido de negro, interpretando a Loki, el dios nórdico de la mentira. Un dios que, es también, un actor.
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