A diez años de su edición original, vuelve Bellas Artes, el libro en el que Rep reversiona, interviene, se mete con las grandes pinturas de todos los tiempos y también con las obras maestras de la historieta, del dibujo y las nuevas tendencias. La ola posa otra vez para Hokusai, regresa el enorme pulgar de Modigliani, Lichtenstein vuelve a contagiar. De Breccia a Walt Disney, de Da Vinci a la tapa de Sgt. Pepper’s de los Beatles, Bellas Artes busca demostrar que no hay géneros mayores y menores, sino grandes artistas. Esta reedición corregida y aumentada viene acompañada de una muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes que se inaugura este martes. Radar entrevistá a Rep antes de la apertura para hablar de arte, historieta y de por qué la gráfica le gana a la pintura argentina.
› Por Martín Pérez
Una curiosa lombriz. Así es como Quino describía la línea de Miguel Rep en la contratapa de la primer edición de Bellas Artes, una década atrás. Señalaba que, hasta su aparición, todos los dibujantes de humor locales habían llegado al oficio con los papeles aburridamente en regla: hijo de Oski, sobrino de Divito, nieto de Lino Palacio, ahijado de Hugo Pratt. “El no”, destacaba el autor de Mafalda. “Rep exhibe extrañas cartas de identidad que lo muestran como primo de García Lorca, hermano de Edvard Munch, compadre de Boris Vian y yerno de Cátulo Castillo.” Por eso la línea y lombriz, entonces. Adentrándose bajo la tierra de su cautivante Planeta Rep, tratando de descubrir su propio origen, interrogándose continuamente a sí misma.
Aquel texto de Quino está ausente de la flamante reedición corregida y aumentada de Bellas Artes, diez años después, cuando las presentaciones ya se van haciendo innecesarias. Pero la lombriz sigue ahí. Las preguntas también. Y, por supuesto, también la línea. “Una de las defensas implícitas del libro es la de la línea”, confiesa Rep, sentado en uno de los escasos espacios libres de su estudio, en pleno Barrio Norte porteño, durante una sesión de mates amargos. “Porque la mayoría de lo que el libro presenta es pintura. Y mi esfuerzo como dibujante fue transformar esa pintura, como la de Bacon o Matisse, en línea, que es lo que yo hago”. Bellas Artes es un libro que defiende, según Rep, una de las mayores mentiras del dibujo. Porque nada es línea en la vida, explica. “Nosotros somos en manchas, no en líneas. Pero el arte, cuanto más mentiroso, más arte. Y la línea me parece una gran mentira y una gran invención del hombre.”
Aquella lombriz de Rep, esa línea que busca y busca, supo encontrar en el arte mayor su gran desafío. Porque si el joven Rep empezó, allá lejos y hace tiempo, interpelando sin prejuicios a las personalidades públicas del momento en su tira iniciática El Recepcionista de Arriba, en la revista Humor, el final del camino de esa única línea y tantas búsquedas parece estar en su humildad y complicidad ante el arte con mayúscula, ése al que para poder entrar –y salir, llevándose todo para compartir– hay que entender antes que quedarse afuera con el chiste fácil en los labios. “Muchas veces me pregunto de dónde me salió la idea de hacer algo como Bellas Artes”, confiesa. “Porque salvo el chiste fácil sobre la sonrisa de la Gioconda, no recuerdo otros ejemplos dentro del humor gráfico del recurso de meterse en un cuadro, en un autor. Algún chiste de Quino, algo de Sempé, tal vez. Pero nunca tan específico como el camino que yo terminé encontrando”, enumera Rep, que rescata de lo más profundo de su memoria una campaña de Caloi para los cigarrillos Parliament, muy famosa en su momento, en las que el autor de Clemente dibujaba el backstage del artista haciendo tal o cual cuadro.
“Lo que pasa es que el humor gráfico, por complejo de inferioridad, siempre se ha burlado de esas escenas. O del arte contemporáneo post Duchamp. En cambio, yo no me burlo. No soy un burlador. En El Recepcionista de Arriba, por ejemplo, veía aquellos personajes como si estuviesen en la vereda de enfrente. Trataba de construir una plataforma para emparejar la mirada. Pero por petiso, no por arte menor. Porque en muchos temas soy como un menor de edad. Es eso: no me considero un tipo que hace un género menor, sino un menor viendo otros géneros”, se ríe Rep, que conversa como dibuja su línea, de pregunta en pregunta, buscando el origen.
“Si hubiese un perfume con el olor a las revistas mexicanas, yo me lo pondría. Lo olería y me transportaría a mi infancia”, confiesa Rep, que asegura haber llegado tarde en su vida a las llamadas bellas artes. En su casa no había ninguna Pinacoteca de los Genios, explica, refiriéndose a esos enormes fascículos que popularizaron, en la época de las enciclopedias serializadas en los quioscos de revistas, la obra de los grandes maestros. Ni había ningún mandato, como el del niño Kuitca –“por nombrar a alguien que tiene mi misma edad”, apunta–, de ser como tal o cual artista. “Pero lo que yo tuve fue una libertad absoluta para curiosear en los medios masivos, en la historieta y el humor, que terminan siendo un conducto que te lleva, tarde o temprano, hacia otro tipo de arte.” Toda esa curiosidad que fue apareciendo en ese camino sobre ese otro mundo, Rep asegura haberla depositado en su trabajo. Y que fue su propio dibujo el encargado de darle respuestas. “Aún me sorprendo cuando reviso y voy encontrando cada vez más dibujos olvidados, vinculados con las bellas artes”, explica Rep, que recuerda que con 19 años participó de un concurso de tarjetas de fin de año en la vieja Asociación de Dibujantes, y se sacó el segundo premio –el concurso lo ganó Peni– con una parodia basada en un baile de Rubens. Dos años después, en la versión de Caras y Caretas de los ’80, publicaría un dibujo basado en la Lección de anatomía. “Siempre fue un material interesante para mí, por un interés propio de un dibujante, con esas ganas de recrear las composiciones de los clásicos.”
Pese a que el tema fue una constante en su obra, fue su compañera Laura la que, ordenando ese estudio inordenable que tiene Rep, empezó a toparse con esa clase de obras, y entendió que ahí había algo. Ese algo fue, primero, un libro. Y casi enseguida una muestra, en el Malba. “Al curador del Malba, Marcelo Pacheco, le había llamado la atención el tratamiento que yo le di a Cándido López en uno de los dibujos de la serie, cuando ya se llamaba Bellas artes, como después se llamó el libro, y se publicaba en Sátira/12”, recuerda Rep, que imagina que ese trabajo que no deja de publicar, aquí y allá, donde lo llamen, siempre ha sido como botellas al mar multidisciplinarias. Sale una filosófica, y la agarra José Pablo Feinmann. Una de criminología cautelar, y llega hasta Zaffaroni. “Uno hace eso, tira botellitas”, sonríe Rep, con esa sonrisa que tiene cuando siente que encuentra algo, que parece aparecer una respuesta.
En los diez años que van desde la primera edición de Bellas Artes hasta esta corregida y aumentada, Rep asegura que muchas cosas cambiaron. Pudo trabajar con los artistas en sus talleres, viajar y estar en zonas en las que antes se sentía acomplejado o le eran directamente vedadas. Le perdió el respeto a esa A mayúscula de cierto arte, digamos. “Hubo todo un tuteo a partir del cual pude expresar mi manera de pensar, no sólo del arte, sino del poder del arte, y de cómo nos lo quitan, cuando realmente es para todos”, explica Rep, que insiste e insiste con que la historia del arte debe enseñarse en las escuelas como se hace con la historia universal. “La historia universal es la historia del poder, y la historia del arte cuenta lo mismo, pero más honestamente. Es la historia del subconsciente humano, y es maravillosa.”
En el camino de perderle el respeto al arte, los dibujos de Rep ya habían perdido otras cosas. Por ejemplo, hacía tiempo que había dejado de hacer humor político. “No quiero dibujar más a un político”, cuenta el autor de aquella gema que fue Los Alfonsín y que luego reencarnó en Los Menem. “Es que el humor político es como cierta política, sólo ensucia. Y yo no quiero hacer un humor ensuciado, sino obras que me sigan hablando dentro de veinte años. Por eso me afirmo en lugares más clásicos. Y la política no lo es. De vez en cuando, sí, aparece un clásico. Pero es coyuntura pura, y a esta altura es algo que detesto.” También fue ganando libertad en su tira diaria en Página/12, con la que recuerda haber tenido una crisis en 1998, que coincidió con una crisis personal. “Lo que hice fue pelearme con la tira: me dibujé robándoles espacio a los personajes, empecé a usar ese lugar de otra manera, rompiendo el contrato con los lectores. Muchos se enojaron, pedían a Socorro, a Auxilio, a Lucas. No sé si los lectores que perdí entonces habrán vuelto alguna vez. Hubo mucho balbuceo, mucha incomodidad, incluso para mí. Pero de a poco fui entendiendo esa nueva libertad, que es la que gobierna la tira hasta hoy. Ahí entra todo lo que se me ocurre y sólo así pude continuar haciéndola.”
Aquel amor incondicional por la historieta, que siempre guió la vida, primero, y luego la carrera de Rep parece estar en suspensión en los últimos tiempos, en los que hay más ilustración en su vida que narrativa secuencial. “Aquel hambre que tenía por la historieta parece habérseme saciado. Ya no compro historietas como antes, que en cada viaje contaba las monedas y me volvía lleno de cosas nuevas. En cambio, hoy paso por las comiquerías europeas y me parecen más un parque temático. Y la novela gráfica me parece sólo historieta hecha para acomodarla mejor en la biblioteca. Pero lo que sí me sigue apasionando es releer”, asegura este amante de Don Nicola, del Pato Donald de Carl Barks, de Maus, de Krazy Kat, incluso de nuevos genios como Chris Ware. De eso es lo que siempre supo Rep, no de las bellas artes. O esas son las que fueron siempre sus bellas artes. Y lo siguen siendo. Al punto de que es capaz de poner el pecho por ellas. “Para mí, no hay artes mayores o menores, sino que hay artistas mayores y menores en todos los géneros. Y en la historieta argentina hay muchos artistas mayores. Incluso diría que la gráfica argentina es más valiosa que la plástica. Se pueden explicar más los encadenamientos, los orígenes y las rupturas. En cambio, la historia de la plástica es más tilinga, espasmódica, no hay una escuela argentina. Hasta Uruguay tiene un manifiesto, porque Torres García dejó una escuela. Acá hay más provincianismo, alguien viaja a París y trae una escuela. La historia del arte visual argentino me parece más tilinga. Y en eso, desde los orígenes con Stein y Cao, pasando por Divito, Quino, y siguen las firmas, hay una escuela infinitamente más asible y que se puede recorrer más naturalmente. Y muy sabia.”
Una escuela que, sin embargo, tuvo pocas oportunidades de salirse de su propia escenografía, de encontrar un lugar y un reconocimiento más allá de su espacio natural. “Cuarenta años atrás era inimaginable una muestra de artistas contemporáneos, como Kalondi, en un centro cultural. O un Copi. O Quino mismo. O que llegase Divito al Bellas Artes. Incluso hay gente que hubiese podido colar, como Oski o Sábat, y no sucedió. Bueno, ellos se lo perdieron”, se encoge de hombros Rep, refiriéndose por supuesto a los de las mayúsculas y no a los artistas, que siempre ganaron. Pero también que sabe que los tiempos están cambiando. Su Bellas Artes, por ejemplo, diez años atrás encontró un lugar en el Malba, y ahora tendrá su espacio en el Museo Nacional de Bellas Artes. “De lo privado a lo público, me encanta ese camino”, sonríe Rep, que a esta altura tiene bien claro que el arte, con o sin mayúscula, es un tema con el que va a lidiar toda su vida. “Porque siempre voy a estar descubriendo nuevos artistas y nuevas tendencias. El arte no se me calma más. Siempre se me abre el apetito”, asegura el adulto de hoy, que fue –como cuenta en el prólogo del libro– ese niño que espiaba, del camino que iba de su casa al almacén, por la ventana del artista del barrio, haciendo sus esculturas. Un lugar que le estaba vedado, un misterio que pensaba que nunca iba a resolver. Pero ahí está hoy, haciendo sus dibujos, abriendo de par en par sus ventanas, esperando esas miradas –esas preguntas– que, como buen artista, necesita para vivir. Y seguir escarbando, cada vez más profundo, en la tierra de su propio planeta.
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