Dom 01.06.2014
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DESPEDIDAS > MURIó BUNNY YEAGER, LA FOTóGRAFA DE LAS PIN-UPS DE LOS ’50 QUE HIZO FAMOSA A BETTIE PAGE

LO QUE ELLAS QUIEREN

› Por Mariano Kairuz

Así sí que daban ganas de creer en Papá Noel: con el arbolito, las guirnaldas, el fondo verde, el gorro rojo por toda vestimenta, un ojo guiñado a cámara y una carnosidad que hoy no se permitiría ninguna modelo, aparecía, como el regalo más anhelado por todos los chicos, y acaso también por las chicas, quien pronto se convertiría –un reinado fugaz, pero intenso e indeleble– en la más grande de las pin-ups, Bettie Page.

Era enero de 1955, por Estados Unidos circulaban unas 80 de las llamadas revistas para hombres (con nombres como Cavaliere y Eye), y muchos habrán imaginado que sólo una mirada masculina era capaz de concebir esa imagen en la que se manifestaba el espíritu que hizo de Bettie la mejor en lo suyo; esa combinación perfecta entre desinhibición y candor, calentura e inocencia, poco misterio y toda invitación, erotismo salvaje y la simpatía de una hija-del-vecino. Pero no: la idea, la escenografía, la pose, la actuación, hasta el gorrito, fueron todos obra de una mujer, y ése fue también el secreto de su originalidad y magnetismo, de su poder de encantamiento.

Esa mujer se llamó Linnea Eleanor Yeager, y era una adolescente tímida cuando llegó con su familia a Miami desde su Pensilvania natal y, decidida a reinventarse, tomó el apodo de un personaje de la fatal Lana Turner (en una película del ’45), Bunny. Con ese nombre, Bunny Yeager, se dedicó primero al modelaje y cuando no llevaba aún mucho tiempo metida en ese universo, se inscribió en un “curso barato” de fotografía, para hacer ella misma las fotos de su portfolio, y de paso garantizarse una salida laboral para cuando lo de hacer de linda empezara a quedar atrás. Y con ese mismo nombre se hizo conocida y reconocida por los editores de muchas de las revistas masculinas de su época, Hugh Hefner incluido, y por sus pares varones (o, mejor dicho por sus pares a secas, ya que eran prácticamente todos varones), como una de las creadoras fundamentales de la icónica pin-up de la posguera. Ese reconocimiento le llevó algún tiempo, primero tuvo que soportar cierta condescendencia de los otros profesionales especializados, que en una votación para la revista US Camera la eligieron “la fotógrafa MAS LINDA del mundo”. Bunny murió el domingo pasado, con 85 años y todavía unos cuantos proyectos por delante.

Con la sonriente Santa Desnuda de Bettie, que Yeager le vendió a Playboy porque era la que más pagaba de todas las revistas del reino de Onán, ambas, fotógrafa y fotografiada, empezaron a instalarse en serio en ese mundo. Probablemente la clave de su fuerza, esa naturalidad increíble que la convertiría en una foto inmortal, fue que Bunny no intimidaba a sus chicas como lo harían muchos de los tipos que se dedicaban a esto. Siempre les reclamó obediencia a sus modelos, pero nunca le pidió a ninguna de ellas que hiciera algo que le pareciera innoble, ni las presionó para hacer desnudos si no querían. Con Bunny, la fotografía era, de algún modo, un juego entre chicas. “Nunca hice las fotos para excitar el interés de nadie –dijo Bunny en una declaración a medias creíble, un par de años atrás, durante un homenaje a su obra–. Quería mostrar cómo ven a las mujeres los hombres, quienes por supuesto tienen ideas diferentes sobre la mujer. Nunca ven a la chica real, ven otra cosa. Supe convencer a amas de casa, azafatas y otras mujeres corrientes de posar para mí. Hice que Bettie posara como una chica común, como un ama de casa, sin arreglarse, con el pelo descuidado, cosas que una chica glamorosa nunca haría, y salieron imágenes muy divertidas. Ella hacía todo lo que yo le decía, y creo que prefería trabajar conmigo justamente porque siempre se me ocurrían ideas nuevas y raras. Pero a la vez, esas ideas raras surgían de la más pura necesidad: para vivir, tenía que vender las imágenes a las revistas para hombres, y para competir con los otros fotógrafos, tenía que encontrar algo único, bien distinto de las fotos de estudio que hacía todo el mundo.”

A Bettie la hizo posar de diablita, de esposa-perfecta de los ’50, y también, en la que probablemente sea su otra serie de imágenes más famosa, con dos hermosos cachorros de chita. En un detalle divertido y sugerente, Bettie aparece vestida (no siempre, pero cuando está vestida) con una bikini de animal print de leopardo. Su trabajo con Page lo hizo casi todo a lo largo del ’54; tres años después la Pin-Up Queen se retiraba, entregada a los brazos de Jesucristo tras, según recordaba Bunny, meterse en una pequeña capilla de Florida Keys, atraída por una cruz de neón. Pero Yeager trabajó con cientos de modelos, y creó al menos otra imagen destinada a recorrer el mundo: las fotos promocionales de Ursula Andress para El satánico Dr. No, que la convirtieron en la chica Bond favorita a lo largo y ancho de la Vía Láctea. Buena parte del resto de la obra de Yeager está compilada en libros como 100 Girls, Darkroom, How I Photograph Myself, que no son del todo fáciles de conseguir por acá. Esta producción incluye unos cuanto autorretratos que hizo en general antes de despedirse del todo de la extraordinaria figura de su juventud. También llegó a tener un pequeño papel en el cine, como una masajista sueca, en la película Lady in Cement, con Frank Sinatra, pero nadie la recuerda mucho porque la protagonista femenina era una chica que habría quedado perfecta delante de su lente, la por entonces despampanante Raquel Welch.

El trabajo de Yeager cayó en el olvido en los ’70, pero a lo largo de las últimas dos décadas fue redescubierto, influyendo en algunos artistas contemporáneos, aunque no tanto en las Men’s Magazines, que dejaron atrás para siempre sus estilizadísimas propuestas. En los últimos tiempos declaró que no estaba muy de acuerdo con lo que estaban haciendo Playboy y las otras: “Creo que se pasaron de la raya; todas mis fotos son lo que podría llamarse un cheesecake saludable, y se las podrías mostrar casi a cualquiera”. La modelo –fan de las actrices de los ’40 y ocasional imitadora de Page– Dita Von Teese escribió que “Bunny desafió los conceptos de lo que significa ser feminista: se sacudió los últimos tabúes de la sexualidad y el desnudo y al mismo tiempo se mantuvo en control de todo. Eso es lo que significa ser liberado de verdad”.

Su muerte fue informada con respeto en varios de los medios más importantes del mundo. “La más conspicua marca de su trabajo –consiguió sintetizar, con sensibilidad y justeza Margalit Fox, su obituarista en The New York Times– fue su uso de modelos vibrantes, de aspecto natural, y que exudaban una confiada sexualidad femenina que, al menos en el momento en que ella hacía clic, no parecía destinada a la mirada masculina.”

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