FOTOGRAFIA I La artista argentina Mariela Sancari fue distinguida pocos días atrás con el premio Descubrimientos de PhotoEspaña 2014 por Moisés, una serie en la que retrata a un conjunto de hombres que, según imagina, podrían ser parecidos a cómo sería hoy su padre, que se suicidó cuando ella era adolescente.
› Por Romina Resuche
Mariela Sancari tenía 14 años cuando murió su papá: ni ella ni su hermana gemela pudieron prepararse para una muerte que fue repentina y poco natural. Tampoco tuvieron la posibilidad de ver el cuerpo de su padre para asimilar la ausencia física que vendría; Sancari no está segura de las razones por las que les impidieron una última mirada de despedida. Como una forma de buscar sanar esta pérdida, y usando la fotografía como herramienta fundamental, esta artista argentina radicada en México comenzó a confrontar y a exteriorizar esa parte de su historia, primero con la serie El caballo de dos cabezas (exhibida en 2013 en la fotogalería del Centro Cultural San Martín) y ahora con Moisés, casi una segunda parte de la misma obra, una serie con la que acaba de ganar en PhotoEspaña el premio Descubrimientos.
Para el primer trabajo Sancari hizo su proceso de duelo con su hermana como coautora, autorretratándose con objetos pertenecientes a su padre y en situaciones de unión y quietud, lejanía y apego. Para Moisés, y con la sensación de no haber concluido completamente la sanación de su herida, buscó otra forma, una que le permitiera también reconocerse en, o con, otros. Desde la desaparición física de su papá sentía que podía cruzarse con su viejo en cualquier parte, que él podría un día tocar el timbre de su casa o quizá ser ese vagabundo cruzando la calle o ese señor que lee el diario en un bar. Decidió entonces apelar a esa fantasía como ejercicio, como pie forzado para un proyecto que, en primer lugar, la haría volver a Buenos Aires por un rato más largo, después de casi veinte años viviendo en México. Con una beca del gobierno mexicano regresó a su ciudad natal entre mayo y junio del año pasado y comenzó a pegar carteles y a publicar avisos buscando hombres de aspecto parecido al de su padre, pero con la edad que él tendría si aún estuviera vivo. En la plaza de su infancia –la plaza Colombia, en Barracas– montó un precario set que serviría de estudio para retratar a los que se presentaran. Durante tres meses, cada mañana, ella y su ex pareja montaban guardia para esperar a los hombres citados y animarse a frenar a los transeúntes para encontrar en ellos una imagen que le diera tal vez alguna respuesta.
A medida que los convocados iban apareciendo, Sancari se hacía más y más preguntas. ¿Se vería así si viviera? ¿Cómo será la hija de este o aquel señor? Así decidió usar la ficción como herramienta evolutiva y fue encontrándose poco a poco con una posible foto que representara a su padre. Mientras enfrentaba su primer invierno porteño en mucho tiempo, intentó una performance que registrara cada instancia del proyecto, escribió una bitácora y captó muchos momentos en video. La cacería de estos hombres no era fácil y muchos de ellos se mostraban desconfiados, desconectados de la realidad, según cuenta la autora. Accedían a colaborar con su obra a cambio de un monto de dinero, pero en muchos casos ni siquiera mostraban interés por la idea convocante y terminaban haciendo catarsis mientras contaban en detalle sus propias historias.
Aún con un nudo en el estómago, la artista siguió adelante con su plan y concluidas las tomas regresó a su país de residencia. Al ver el material obtenido sintió que no tenía lo que había ido a buscar y dejó que decantara, que madurara, que descansara. Cuatro meses después, frente al mismo material, pudo ver con claridad la riqueza del trabajo, tanto artística como personalmente. Junto a Ana Casas Broda, una de las tutoras durante su formación en el Centro de la Imagen y actual amiga y consejera, pudo seleccionar las fotos que la llevaron a obtener el premio Descubrimientos de Photoespaña, con un jurado compuesto por Ann Christin Bertrand, Raphaëlle Stopin y Greg Hobson. Su obra viene sumando reconocimientos: el año pasado, por ejemplo, ganó la VI Bienal Nacional de Artes Visuales Yucatán 2013. Sancari trabajó cinco años como fotógrafa en el periódico Reforma y colabora actualmente en revistas como Gatopardo, Life & Style y México Desconocido.
Con Moisés la autora probó el “si lo veo, lo creo”, considerando el paradigma de la fotografía como documento, y se permitió encontrar en su ejercicio un canal que –sumado al psicoanálisis– la habilitaba a tantear maneras de excomulgar la pena. Su camino fotográfico aprovecha la reinterpretación como lenguaje y su método de trabajo circular (de hacer, deshacer y rehacer; según ella misma reconoce) encuentra la profundidad de lo hecho más allá de sentimentalismos y tecnicismos. El recorrido expositivo de esta serie recién inicia su camino y ya tiene agenda en tres continentes. El impacto conceptual y plástico de esta pieza no es la novedad en su formato o en su reflejo, sino la simpleza y la apertura que reside en aquello que es hecho mientras se siente.
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