Dom 13.07.2014
radar

LA INTIMIDAD DEL ACONTECIMIENTO

FOTOGRAFIA 2 A partir del próximo jueves se inaugura la muestra anual de la Asociación de Reporteros Gráficos de Argentina (Argra), y en esta oportunidad, además de la selección de lo más representativo del fotoperiodismo de 2013, se agrega una retrospectiva de treinta años de democracia. Aquí se publica uno de los textos que acompañarán los trabajos exhibidos.

› Por Cristian Alarcón

La imagen de Enrique García Medina esparciendo las cenizas de su mujer, Silvia, sobre el Río de la Plata es el punctum de este libro. Antes y después de esa intensidad en la que la muerte sobrepasa y eterniza la vida se puede leer la tensión entre intimidad y acontecimiento donde se construye hoy la mirada del presente. Quiero decir: el gesto de ese hombre que hizo del oficio de reportero gráfico un hogar y un matrimonio, su expresión de aliento final, de respiración de despedida, y esas cenizas fuera de foco entre las nubes iluminadas, sobre las flores en el agua, dan cuenta de un compromiso, de una resistencia que no se expresa sólo en las manifestaciones colectivas. Algo de esta carga semántica en la que un hombre es todos los hombres y todas las mujeres que buscan la foto del momento se extiende a las páginas de este libro. Allí, la Argentina y una parte interesante de América latina vibran desde la prueba de la imagen.

CARLOS DIAZ AZCUE

El libro donde Barthes esboza su teoría del punctum –como esa flecha que sale del detalle en la imagen y nos atraviesa para darle sentido a lo que vemos– salió publicado en 1980 y partió las aguas de los debates en torno de la imagen. Trajo, Barthes, con La cámara lúcida, el material por fuera de los rictus académicos que seguían preguntándose si la fotografía era o no una de las bellas artes, si la composición o la estilización de lo que se encuadra, el juego de luces y contrastes, lo estético como premisa eran o no suficientes en una foto para consagrarla como obra. A aquello lo llamó studium. Barthes escribe el libro poco antes de morir, y poco después de la muerte de su madre. Dice allí que “la fotografía como rito profano de la muerte en sustitución de lo religioso, plasma un momento que sabemos que nunca se repetirá. En realidad el acto de fotografiar es como una pequeña muerte”. En estas esquirlas de realidad en imágenes que cada año se editan en libro, además de girar por el país como una muestra en museos y espacios culturales, hay un homenaje a esta idea barthesiana. Por eso elijo la foto del deudo, quien además realizó un trabajo de registro inaudito y conmovedor que queda por fuera de este anuario, pero que toda la comunidad fotográfica conoce y reconoce. Nadie mejor que este gremio para comprender un proceso que asalta a un sujeto desde lo real y lo lleva a usar la herramienta cotidiana para revisar y construir en la vida. Y por eso la relevancia de un balance como éste: la posibilidad de volver sobre lo ocurrido en nuestro mundo contemporáneo de la mano de los trabajadores de la imagen. Los reporteros gráficos argentinos metidos con sus cámaras lúcidas allí donde el acontecimiento ocurre y convoca. Y al mismo tiempo lanzados a búsquedas personales en temas que no solemos ver en las tapas de los diarios.

Si pasamos la mirada por la enorme cantidad de imágenes es posible detenerse en algunas que interpelan con su arbitrariedad. El duelo como metáfora de la fotografía misma se materializa en una procesión de mujeres campesinas, en la sierra peruana. Caminan para enterrar a sus familiares, víctimas de una masacre de Sendero Luminoso hace 17 años. Entre varias –se trata de un ensayo y de una crónica al mismo tiempo– hay una de un enorme poder: cada deudo con su propio cajón, todos blancos, todos iguales, camino al entierro. La muerte desnuda y terca, apareciendo en una fosa común donde los huesos son alcanzados e identificados por los antropólogos. Más allá, una foto del campo sojero argentino transmite el efecto contaminante de los pesticidas: un cementerio de envases que estuvieron llenos de agroquímicos en una pequeña comunidad.

Esa travesía de un reportero gráfico que acompaña la marcha de esas mujeres solas, que se adentra en el norte intoxicado, se teje con otras, donde la cámara se deja llevar por las mareas humanas contemporáneas, las de los conflictos. Allí está el que provoca la multinacional Monsanto, las mareas de las ceremonias, como esa procesión salteña que honra al Señor de los Milagros; o la ceremonia del Kintu, en Macha, un pueblo en los Andes bolivianos, a 3500 metros de altura. En las calles los hombres que llegan de otros pueblos ataviados con trajes de diseños milenarios se entregan a un frenesí carnavalesco, las bebidas espirituosas empujan el retumbar de una fe sincrética: creen que sólo agarrándose a trompadas y derramando la sangre de esas peleas en la Pachamama ofrendan lo necesario para fertilizar la tierra y lograr las mejores cosechas. En este libro el lector se entrega a la potencia del presente, un presente que acaba de ser, que se convierte con estas imágenes en pasado inmediato, y que permite vislumbrar escenas del futuro. La muerte no es tal, la muerte se eleva por el aire y la luz con la lucidez de las miradas.

Desde el 17 de julio hasta el 17 de agosto, en el Palais de Glace, Posadas 1725. De martes a viernes de 12 a 20, y los sábados y domingos, de 10 a 20, con entrada libre y gratuita.

ALEJANDRO ELIAS

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