> EL REGRESO DE ENNIO MORRICONE
El anuncio se hizo unos meses atrás y parecía el golpe promocional perfecto para una película del reciclador cinéfilo Tarantino: el legendario compositor Ennio Morricone volvería al western por primera vez en casi cuarenta años. Esto no era rigurosamente cierto, porque su último western –El amigo de Trinity vuelve al Oeste, título local de Occhio alla penna, uno con Bud Spencer– data de 1981, y porque ya había compuesto un tema para la película anterior de Tarantino, Django sin cadenas, titulado “Ancora Qui”, y cantado por Elisa. Pero sí es verdad que esta colaboración constituye una suerte de vuelta al género donde Morricone hizo varios de sus trabajos más recordados, como los de Por un puñado de dólares y Lo bueno lo malo y lo feo, ambos extraordinarios spaghetti de Sergio Leone, grabados a fuego en la memoria de varias generaciones en buena medida por sus leitmotivs musicales, con sus silbidos y sus guitarras y sus serpenteantes sonidos del desierto. También es especialmente significativo para la obra de Tarantino, quien, como todos sus seguidores saben, no suele encargar música original para sus películas sino que recorta, pega y mezcla de maneras asombrosas los temas que lo fascinaron en otros films. De hecho, a Morricone pertenecen varias de las composiciones que utilizó en Kill Bill, A prueba de muerte, Bastardos sin gloria y Django. Ya le había pedido que compusiera la música de Bastardos pero Morricone declinó argumentando conflictos de agenda, ya que el hombre, que hoy tiene 87 años, está bien lejos de retirarse de su actividad, y se dedica a dar conciertos por toda Europa y todavía compone alguna que otra banda sonora fuera de Hollywood, como lo hizo recientemente para Giuseppe Tornatore, el director de Cinema Paradiso.
Volvió a rechazar el pedido de Tarantino cuando este se le acercó con Los 8 más odiados, pero esta vez le encontraron una solución: Morricone recurriría a una banda que compuso a principios de los ‘80 para El enigma de otro mundo (The Thing), de John Carpenter, que no es un western pero tiene en parte la estructura de uno y está inspirado en un film anterior producido por (y adjudicado mayormente a) uno de los mayores realizadores de westerns de la historia: Howard Hawks. Según contó Morricone, en su momento compuso la banda completa para la película, pero Carpenter decidió utilizar solo las partes que contenían sonidos de sintetizadores (que él había incluido porque sabía que era lo que le gustaba al director), por lo cual, y con la excepción de una edición discográfica hoy descatalogada, el resto de su trabajo para ese clásico de ciencia ficción permanecía inédito. Sin tiempo para hacer un trabajo completo debido a compromisos previos, pero al parecer entusiasmado con el guión y lo que llegó a ver de Los 8 más odiados, el compositor le ofreció a Tarantino aquella vieja banda inédita, y compuso unos 25 minutos adicionales, enteramente nuevos, grabados junto a la Orquesta Sinfónica Nacional Checa el pasado mes de julio. Esta sombría pieza incluye el track “L’ ultimo diligence di Red Rock (Versione Integrale)” que abre la película en medio de la nieve de Wyoming y una secuencia de imágenes cargadas de una sensación oscura y agorera.
En un artículo publicado cinco años atrás en TheQuietus.com, el periodista especializado John Doran describe a Morricone como un hombre “vivaz y enérgico sobre el escenario, que parece veinte o treinta años más joven de lo que es”, y agrega: “a pesar de su estatura y de la manera en que se mueve, proyecta una sombra que se impone ampliamente sobre la segunda mitad del siglo XX y más allá”. Nacido en Roma en 1928, iniciado en la música por su propio padre cuando tenía 6 años, Morricone decidió no dejar jamás su ciudad, ni siquiera cuando Hollywood lo tentó con mil lujos si aceptaba afincarse en Los Angeles, y de hecho nunca se esforzó siquiera por aprender a hablar inglés.
Desde que empezó su carrera en 1961 con el film Il Federale de Luciano Salce, ha compuesto más de 400 bandas sonoras (500 según algunos cálculos), de las cuales, él se empeña en recordarle a sus entrevistadores, solo unas 30 pertenecen a westerns. Solo que aquellos films para Leone (en particular los ya citados Por un puñado de dólares, Lo bueno lo malo y lo feo, y también Por unos dólares más, y Erase una vez en el Oeste, entre otros) se convirtieron en bandas sonoras clásicas, reconocidas incluso por quienes no vieron las películas a las que pertenecen. Pero nadie debería olvidar que también orquestó la música de los tres primeros films de Dario Argento, y que trabajó con Pasolini (en Saló, “que no era un film de mi agrado”), con Gillo Pontecorvo (en La batalla de Argelia, nada menos), Bertolucci (en Novecento, uno de cuyos temas se convirtió en un himno socialista en España), Brian De Palma (con quien se generó un vínculo muy estrecho y afectuoso, dando lugar a obras maestras como la música de Los intocables, una de sus nominadas al Oscar), Terrence Malick, Almodóvar y Roland Joffè (para quien asumió la difícil tarea de musicalizar la ambiciosa y pretenciosa La misión). “Sin mencionar”, dice Doran, “la enorme y diversa obra que produjo en los terrenos del easy listening, jazz, lounge y avant pop”, y todos los experimentos vanguardistas que consiguió colar en el mainstream. Una tendencia a la experimentación que se hace presente con especial fuerza en las bandas sonoras de los films de Leone. “Sus yuxtaposiciones de silbidos surreales con guitarras eléctricas estremecedoras y fantasmales voces de soprano se volvieron inseparables de la afiebrada reinvención que Leone hizo del género”, escribe el crítico inglés Adam Sweeting. “Usó sonidos de la vida real recargándolos de ominoso significado, como el aullido del coyote en Lo bueno lo malo y lo feo, o el tic-tac ensordecedor de los relojes en el enfrentamiento final de Por unos dólares más. Sus bandas sonoras no eran algo que se echaba encima de la película, sino algo que crecía orgánicamente de la materia prima del film”.
La industria que podría volver a reconocerlo ahora, por su trabajo para Los 8 más odiados, que ya está nominado al Globo de Oro. De ser nominado a un Oscar sería la primera para Morricone desde el film Malena en 2001, cuando perdió a manos de El tigre y el dragón. Para entonces, con cinco nominaciones, no había ganado ninguna, pero en 2007 la Academia de Hollywood le dio esa suerte de premio a la trayectoria y compensación que es el Oscar Honorario.
Unos meses atrás, en una entrevista con la televisión holandesa concedida cuando preparaba la conducción de una misa dedicada al Papa Francisco (a quien, sin ser religioso, dijo admirar por “la revolución que trajo al Vaticano tratando de corregir algunas cosas que estaban totalmente mal”), Morricone dijo que no le gustaba repetirse: “¿Puedo hacer para Tarantino lo que ya hice para Sergio Leone? Sería absurdo, dañaría la película porque esa música es vieja. Se que al principio esperaba algo distinto de lo que le mostré, fue un shock para él. Pero después de escucharla dos veces me dijo: Está bien, me gusta”. El cineasta le había dado a leer el guión y por, toda indicación, le pidió “una música sobre la nieve”. “Lo cual es por un lado bueno, porque te da mucha libertad”, dijo el compositor, “pero por otro, lo sentí como una tremenda responsabilidad. Por eso es una banda sonora inusual. Yo creo que el propósito de la música en una película es expresar lo que no se ve o no se escucha en el diálogo. Es algo abstracto, que llega de lejos, y debe aportarle algo a la película”.
Además de la música de Morricone, Los 8 más odiados incluye una canción de The White Stripes, “Apple Blossom” (2000), y una de Roy Orbison, “There Won’t Be Many Coming Home” (1966), entre otras piezas extemporáneas, que como siempre completan el gran truco cinéfilo de Tarantino: recordarnos una vez cada tanto que estamos viendo una película, que esto es tan solo un artificio, y que no hay nada más divertido ni más electrizante, todas emociones que Morricone sabe poner en una partitura como nadie.
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