EL FANTASMA DE LOS SÜLLER
Por Claudio Zeiger
En su primera emisión, Mentime que me gusta (debut solista de Ronnie Arias) presentó un abanico de historias y personajes entre dudosos y creíbles, escabrosos y guarangos, pero todo dentro de ciertos límites de contención. Hasta tal punto que para el debut, Laura Oliva se prestó a participar contando una historia de acercamiento sexual con Juan Castro (que resultó ser falsa). Ronnie lució simpático y desenvuelto como en Kaos, aunque ya se empezó a notar que no es lo mismo el micro gay que una hora jugando a la “loca” mala o atravesada en horario central.
El programa plantea una premisa muy ambigua: cuatro participantes cuentan una historia, pero sólo una de las cuatro es verdadera. El público elige la más creíble y finalmente se coteja el resultado final (encerrado en un sobre desde el comienzo del programa) con la elección, lo que puede hacer variar la cantidad de plata que se lleva el ganador.
Lo notable fue el giro que pegó el programa en su segunda emisión. De pronto, el estudio de Mentime que me gusta empezó a ser abducido por el espíritu de Zap, aquel memorable ciclo de Marcelo Polino en el que los mediáticos desafiaron los límites entre la ficción y la realidad, además de los límites de la tolerancia de Daniel Hadad. ¿Lo recuerdan? El señor Larva, Guido Süller pasando de la risa al llanto, Micht y su novio taxi boy desnutrido, la novia de Guido, etcétera. El martes pasado, sorpresivamente, empezó a verse que Ronnie Arias aparecía rodeado de una actriz under con un casco en la cabeza para tratamiento capilar y un punk descerebrado con crestas rosas. Trajeron una chancha de 200 kilos comoprueba de veracidad de una de las historias, y la tía judía de la chica del casco gritaba y gesticulaba. Y todo matizado con los exabruptos de Ronnie, que de la simpatía ya viene virando a la burla despiadada hacia la gente: “Y esa calza ni bulto te hace”, le dijo al punk, a quien no dejaba de sindicar como gay. Por no hablar de la batería de insultos que –quizás por ser mujer, u oriental– le prodiga permanentemente a su secretaria Kim: “Entra esta yegua y están todos calientes”, “Portate bien”, “Tomátelas”; o el más temible: “Para mí siempre vas a ser como un travesti salteño mal hecho”. ¿Qué pasó, chicas? ¿A qué viene este circo bizarro? En este clima, con estos personajes, saber cuál de las historias es verdadera y cuáles falsas no tiene la más mínima importancia.
No se trata de corrección política: a diferencia de El ojo cítrico (ver más arriba), nadie iba a creer que si le daban una hora a Ronnie era para domesticar sus ímpetus entre la Tota y la Porota. Pero pareciera que Ronnie se ha montado en un show excesivo, esa pirueta extraña por la que la estética gay, en televisión, siempre derrapa en carnaval burlesco.
En un momento en que Ronnie se declaró “azorado” por una escena bizarra, una señora que concursaba le dijo: “Poné voluntad”. “Gracias por el consejo”, dijo Ronnie riendo. Y nosotros agregaríamos: “Poné unos cubitos”.
Mentime que me gusta, los martes a las 23 por Canal 13.TREMENDO
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