El pabellón 15 en baumgartner höhe, donde eran internados los niños minusválidos o asociales.
La repercusión
del documental Spiegelgrund en el Festival de Berlín del año pasado
tuvo mucho que ver con la decisión del gobierno de Viena de dar sepultura
a los restos de los niños sacrificados durante el nazismo. A continuación,
una entrevista con Angelika Schuster y Tristan Sindelgruber, los directores
austríacos del film.
¿Qué los
impulsó a realizar este documental?
Conocimos a Antje Kosemund (hermana de una de las víctimas)
y a Wilhelm Roggenthien (un sobreviviente) mucho antes de decidirnos a realizar
este film sobre esta clínica. También sabíamos sobre (Dr.
Heinrich) Gross, la figura principal del documental, desde hace mucho tiempo.
Cuando tomamos la decisión de realizar el documental, éramos conscientes
desde el comienzo de que deberíamos enfrentarnos no con un momento del
pasado cerrado y clausurado, sino con lo que sucedió después.
Queríamos mostrar cómo el pasado sobrevive en el presente, por
ejemplo mostrando la así llamada Sala de la memoria (Gedenkraum),
la actitud del Estado en relación con los parientes de las víctimas
y a las víctimas en sí: un proceso inconcluso.
Su película plantea indirectamente algunas preguntas a las tradiciones
democráticas en Austria, el juego de los partidos políticos tradicionales
y la irrupción de la extrema derecha en el escenario político
con Jörg Haider...
Es más interesante analizar el rol de los partidos políticos
tradicionales en las tradiciones democráticas austríacas que la
figura de Haider. En el film, el Dr. Neugebauer menciona el hecho de que la
preocupación austríaca por su participación durante la
Segunda Guerra se extinguió hacia 1949, luego de unos pocos juicios.
Después de eso Austria vivió, por así decirlo, entre paréntesis.
Por ejemplo, refugiándose en el mito de que el país había
sido colectivamente víctima del nazismo porque Hitler lo anexó
al Reich (en 1938). Pero el fascismo no fue sólo algo que Alemania exportó
e impuso. Tenía una larga tradición en nuestro país antes
del Anschluss (anexión), algo de lo que mucho no se habla en la historiografía
austríaca y en los debates públicos. Tuvimos un fascismo casero
entre 1934 y 1938 (austrofascismo). El partido socialdemócrata
fue proscripto en esa época, así como los sindicatos. El movimiento
de trabajadores no tuvo posibilidad de articularse políticamente. El
FPö (Partido de la Libertad) liderado por Haider es suficientemente malo,
pero existe otro partido, el öVP (Partido del Pueblo), que formó
una alianza con él. Y eso es lo verdaderamente preocupante. Incluso el
SPö (Partido Socialista) se ofreció para negociar con Haider, como
si los socialdemócratas no estuvieran completamente en contra de construir
una coalición con el FPö. En este punto no quedaron claras las diferencias
entre los partidos tradicionales, conservadores o socialdemócratas. Pareciera
que lo único que le interesa al SPö es volver al poder para continuar
con su política de puertas cerradas. En Austria no hay una cultura democrática
de participación popular. El pueblo, desde 1945, sencillamente se dejó
administrar por todos los partidos políticos. En el otoño de 2000
hubo una gran huelga de maestros. El inspector de escuelas de la ciudad de Viena,
un socialdemócrata, no tuvo mejor idea que llamar al ejército
para que cuidara de los niños mientras la huelga durara...
En el caso particular de la clínica Am Spiegelgrund, resulta
sorprendente que, luego de la guerra, si bien se la cerró, haya seguido
funcionando el reformatorio. ¡Inclusive el personal permaneció
en sus puestos!
¿Hay censura en Austria?
No de forma explícita, pero tal vez sí de forma subterránea...
El mayor productor de películas es el Austrian Film Institute y su presupuesto
se redujo en un 30 por ciento hace dos años. Y cuando no hay plata...
Aunque no haya censura institucional, es muy fácil silenciar a la oposición
cortando los fondos. Por ejemplo, mediante las tarifas postales que ahora se
aplican a las publicaciones pequeñas (diarios o revistas) que funcionan
por suscripción, lo que en la práctica implica la imposibilidad
de que circulen. La película fue financiada con fondos públicos
y, en ese sentido, debemos decir que nunca hubo presiones ni censura alguna.
El único problema se suscitó en relación con las tomas
de la Sala de la memoria. Allí nos enfrentamos con todas
las jerarquías del aparato político: para darnos la autorización
nos mandaban a hablar con el director médico, con el jefe del consejo
de gobierno, con el director del departamento de patología, con el vocero
de prensa del consejo de salud de la ciudad, con el secretario de salud de la
ciudad, etc, etc. Finalmente tuvimos que invocar pretendidos contactos en Hamburgo
y el desagrado que estaban causando las dificultades que nos impedían
tomar las imágenes...
¿Hubo alguna reacción por parte de los políticos después
del estreno del film?
Hasta ahora, no demasiada. El Partido Verde financió la película.
Luego del estreno, le propusimos al líder del SPö (Partido Socialista),
que pretendía organizar una suerte de mesa redonda con todos los supervivientes,
que mostrara nuestro documental en ese contexto, pero nunca recibimos respuesta.
Por supuesto, la repercusión internacional del frustrado juicio a Gross,
que fue contemporáneo del estreno de nuestra película, forzó
al gobierno a hacerse cargo de la situación. Lo que queríamos
destacar con nuestra película es que los sobrevivientes de Spiegelgrund
fueron ocultados y nunca se les quiso reconocer el carácter (jurídico)
de víctimas del nazismo. Imagine la sensación de la
persona que, habiendo sobrevivido a Spiegelgrund, de todos modos ve que se le
niega hasta una pensión del Estado. O se siente discriminado o siente
que quien niega su historia está del mismo lado que sus victimarios.
El olvido es la peor forma de discriminación. Por eso este entierro no
debe entenderse como un final. La historia no se cierra. Lo que hemos ganado
es que ahora, al menos, las víctimas han recuperado su nombre.
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