Dom 13.03.2005
radar

Cuatro miradas sobre Boca

Colores fatales

POR MARIA MORENO
Una vez estaba leyendo en el bar de la esquina de mi casa, probablemente el prospecto de un barbitúrico o la sección modas de Para Ti, cuando de pronto entró un hombre y me miró emocionado.
–¡Vos, piba! ¿No te acordás de mí?
Me alarmé. En el ocaso, muchas argentinas adoptamos el rubio ceniza y el peinado carré. El carré de Cristóbal Colón y el tono número 19 de Trigal. Me parezco a miles de mujeres, la mayoría psicólogas. Pero el hombre no me confundía.
–¡Cómo no te vas a acordar de mí! Soy el hijo de la turca de la otra cuadra de tu casa de la calle San Luis. Un día viniste a comer con la turca de la esquina y te desmayaste.
–Francamente...
–Yo soy el que mató el pajarito. ¡Eras linda! ¡Lástima que tu mamá no te dejaba salir!
Entonces me acordé: la turca de la esquina me arrastró a la casa de la turca de la mitad de cuadra. Alguien cumplía años. Ese día había ganado Boca. Los muchachos superponían festejos apretujándose en el patio. Era un patio discepoliano con piletón, letrina, malvones y jaula con canario. Como el de mi casa. La madre repartía sandwiches de banana recetados por Doña Petrona. Alberto Closas cantaba La mar estaba serena en un disco Calesita. Era absurdo: todos esos muchachos ya tenían pelos en las manos, jugaban a ver quién la tira más lejos. El espíritu de horda hizo que me empujaran en dirección a la jaula del canario. Los pateé en las canillas con mis botas ortopédicas.
–¡Te va a gustar! ¡Te va a gustar!
Pero no me gustó. El canario estaba en su jaula, pero no en el palito sino parado en el piso. Le habían pintado dos bandas azules en el medio del pecho. Tenía el pico abierto, como si tuviera sed.
–¡Degenerados! –gritó la turca, que al parecer hasta entonces no había visto nada. Corrió hacia la jaula. La abrió. Agarró el canario y fue a meterlo en la pileta. Pero no llegó. Cuando abrió la mano el canario estaba patas para arriba. Había muerto con los colores de Boca. Mejor dicho: por los colores de Boca.
–Entonces te desmayaste –dijo el hombre.
En ese momento vi que el hombre tenía la piel totalmente amarilla y los ojos azules. La pasión se había hecho cuerpo en el asesino del pajarito.

La muerte del arte de masas

POR JOSE PABLO FEINMANN
Boca fue Julio Elías Mussimesi, el guardavallas cantor, que cantaba: “Dale Boca, viva Boca, el cuadrito de mi amor”. Fue el pelado Pescia. Fue Colman. Fue Pepino Borello, la pesadilla de Amadeo. Fue miles de cosas más. Fue Antonio Roma (apodado, por los hinchas de River, la “vaca voladora”), a quien habría que reivindicar porque volaba siempre para el lado de la pelota. Fue Rattin, que se sentó en la alfombra de la reina y se ató los botines embarrados. ¡Ese era el momento para invadir Malvinas! O sin más: ¡ahí se ganó la lucha por la soberanía! Boca fue Errea, un arquero de lujo, que, claro, no era para Boca. Boca fue Mouriño. Fue Pierino González, que tocaba y se iba. Y se fue nomás. Boca fue muchas tardes de gloria. Con sol, y con pizza y moscato después del partido. Boca fue Bernardino Veiga. (¿Alguien se acordará de Bernardino Veiga? ¿Habré escrito bien su apellido?) Boca fue Fioravanti. Fue José María Muñoz, que decía “peligro de gol” no bien el arquero hacía el saque de meta. Y también fue Gatti, que no era tampoco para Boca, pero era para cualquier cosa, porque era alegría, locura, verdad.
Hoy, Boca es Macri. El fútbol es negocio puro. Nunca fue “fútbol” puro. Pero hoy es puro negocio. El fútbol se murió. El boxeo se murió. Se murieron como lo que eran: arte de masas. Macri es a Boca lo que Don King al boxeo. Dante Panzeri se murió. Diego Lucero. Ardizzone. El fútbol ya no es la “dinámica de lo impensado”. Es el pizarrón de Zubeldía transformado en pizarrón contable: flechas que suben, flechas que bajan. Mosca, guita, dinero turbio. La culpa no es del fútbol. Si el mundo (esa mezcla de negocios mafiosos, farandulización, sexismo, imbecilidad, decibeles y bengalas, petroguerras y torturas-show) se va a los caños, el fútbol no lo va a salvar, por más caños que los habilidosos metan.

Las deudas de Boca

POR TOMAS ABRAHAM
El mejor equipo de Boca fue el que salió subcampeón por los años ‘62/’63, después de perder la final con el Santos de Pelé. En la delantera jugaban Valentín, Rojitas, Menéndez, Sanfilippo y Gonzalito. Fue un partido celestial.
Recuerdo el equipo de Lorenzo con Mastrángelo, Felman, Salinas, Zanabria, Suñé, Pernía y el Chino Benítez, que al terminar el partido salía de la cancha corriendo a más velocidad que al comenzar.
El Boca de fútbol de toque con Madurga y Potente. El de Maradona y Brindisi.
Pero los más grandes logros Boca los consiguió gracias a Vélez, que le cedió por un par de temporadas a su cuerpo técnico con Bianchi, Santella, Ischia y Compagnucci. La deuda de Boca con la institución de Liniers es impagable. Nadie lo sabe mejor que Caparrós, y bien que lo reconoce (aunque no quiera mencionarlo en su libro). Es lo que sucede a veces con ciertos hinchas de Boca. Cuestión de gratitud. Cuando, hace un par de años –no tantos–, Vélez le ganó al Boca de Maradona, Caniggia, Verón y el Kily por 5 a 1, la hinchada de Boca no tendría que haber destrozado el alambrado de la tribuna que da a la calle Reservistas Argentinos.
Espero que, si algún día llega a ser presidente, el principal referente de la derecha argentina (que preside a la institución xeneize y la convirtió en el club de la derecha) recuerde que les debe a los fortineros el arreglo de aquel alambrado.

Soplando en el viento

POR HORACIO GONZALEZ
Vivo cerca de la cancha de Boca. Cuando el viento es favorable, llegan a mis oídos los súbitos clamores de gol. Una leve angustia captura al espíritu. La inconmovible imparcialidad del viento no deja saber el sentido de ese bramido lejano, y origina la reprimida tentación de prender la radio. El analista competente puede imaginar que un gol del local puede empapar a las barriadas aledañas con mayores cuotas de ese vocerío arrastrado, aliento enmohecido por la herrumbre de la tarde. ¿Pero si por ventura se acrecentara el viento con los goles del visitante y el gol boquense coincidiera con ráfagas hacia el lado contrario? Lo verdaderamente ocurrido dejaría su noticia en otras manzanas selectas, no en las mías. Escuchar el partido a través del viento es difícil, todo es remoto y lo audible no se descifra fácilmente. Soy de Boca. Con los años se me convirtió en ese clamor ahogado que ocurre en lontananza, en una ligera intranquilidad de otro planeta.

Nota madre

Subnotas

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