Domingo, 25 de febrero de 2007 | Hoy
Por Osvaldo Bayer
También yo daré por finalizada esta discusión que no inicié. Beatriz Sarlo vuelve a faltar a la verdad diciendo que yo no la invité por teléfono a mi cátedra de la Facultad de Filosofía de la UBA para continuar con su discusión con David Viñas. Ella atendió mi llamado y me señaló su negativa para concurrir. Esto lo informé al público cuando se dio la clase y ella no lo desmintió posteriormente. Ahora la he invitado a un debate en la facultad sobre esta polémica y ella tampoco acepta diciendo que la causa es que yo controlo ese escenario, cosa que no es cierto. Hace años ya que renuncié por enfermedad a mi cátedra y no conozco a las nuevas generaciones de estudiantes. Dice que la quiero someter a un escrache. Nunca hice tal cosa, salvo cuando acompañé a Hijos a descubrir en su escondite a los desaparecedores de sus padres. En mi paso por la universidad no existió jamás un caso de “escrache” sino de discusión totalmente libre y abierta. No actúo con “barras”, señora Sarlo, en cambio sí ocurrió esto cuando se le preguntó a Soriano “qué educación había tenido”. Tergiversa además cuando sostiene que la quiero comparar con el general fusilador Anaya. Nada de eso, lo escribí para señalar el paso corto que tienen las mentiras. Anaya negó esos fusilamientos y luego tuvo que reconocerlos. Como dice la sabiduría popular, “la mentira tiene patas cortas”. Dice Beatriz Sarlo que le tiene miedo al escritor Saccomanno. No tenga miedo, señora, es todo un caballero don Guillermo; es capaz de llevarle flores, pero decirle la verdad.
Por otra parte, en una carta de total apoyo a Sarlo, María Moreno descarga una veta irónica un tanto circense y toma el argumento de Sarlo de que yo he tratado de compararla con un general represor. Nada de eso. Hablé de mentiras y no de crímenes. No pongan en boca de ganso lo que no es cierto. Además sostiene María Moreno algo totalitario: que el debate no es democrático. Y miente: porque sostiene que la invito a mi propio espacio: ¿Cuál es mi propio espacio? ¿El aula magna de Filosofía a la cual no piso desde hace un lustro? ¿Cuál es “mi propia audiencia”? ¿Los estudiantes que no me han conocido como docente? Mi invitación es algo absolutamente democrático, si no le gusta Filosofía lo hacemos en Abogacía, o en Ingeniería o en Canal 7, o donde ella quiera, aunque sea su propio domicilio. Me pueden palpar de armas si hay –como dice María Moreno– “algo no muy democrático”. Soy desde mi niñez un “no violento” y toda mi vida he escrito contra los métodos violentos. No acuse con fantasmas, señora María Moreno. Como cuando de alguna manera me mete de rondón en un disimulado machismo. Justamente el martes, las Madres de Plaza de Mayo dijeron públicamente algo que voy a llevar inscripto en mi camisa. Dijeron que Osvaldo Bayer fue el intelectual argentino que más defendió a las Madres de Plaza de Mayo. ¿ Y usted, señora Moreno? Justamente en las huelgas patagónicas destaco el sacrificio heroico de las mujeres que acompañaron a los luchadores del campo. Hasta las mujeres más humilladas están en mis páginas descritas con admiración y aplauso. Creo que ahí se ven los pingos.
Finalmente, María Moreno llama “ficticio” el relato de Soriano. Sin haber revisado pruebas ni habernos preguntado nada. Es así y se acabó. Finalmente, con gran sentido del humor, María Moreno trata de explicar incongruencias autocalificándose: “Quiero aclarar que ésta no es una defensa de Beatriz Sarlo”, dice textualmente. Menos mal. Y califica mis argumentos y los de Saccomanno como “cuchufletes lanzados en pandilla”. Graciosa, la señora. La cosa es, a falta de argumento, tratar de ponerle traje de payaso a la ética.
Con respecto a la “aclaración” de los docentes de Beatriz Sarlo, sólo puedo decir que es una lástima que no hayan hecho la aclaración diez años antes y en el mismo día en que se realizó el acto de desagravio a Soriano. La reunión fue conocida ampliamente en todo el ámbito de la facultad. No, guardaron silencio igual que la titular, Sarlo, para hablar recién una década posterior. Nunca podrán justificar ese silencio.
Como final de esta discusión, diré que Soriano seguirá entre los lectores pese a academicismos y “cuchufletes”.
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