Dom 01.04.2007
radar

El amour argentino

Sarmiento y la nouvelle vague en una historia de libros, chicas y museos.

› Por Mariano Kairuz

El espíritu de la nouvelle vague parece sobrevolar El hombre robado, la ópera prima de Matías Piñeiro (Buenos Aires, 1982), el más joven de los nuevos directores presentados en esta edición del Bafici. Por un lado, es ese efecto extraño y recurrente por el que Buenos Aires filmada en blanco y negro consigue ser una vez más París. Por otro, son esas cartas de papel, cartas robadas a textos de Sarmiento y objetos anacrónicos, al menos para la ciudad. Pero fundamentalmente, son esas chicas, sus increíbles protagonistas Mercedes, Leticia y Clara (las notables María Villar, Romina Paula y Julia Martínez Rubio), siempre en movimiento, en cruce, encantadoras, cleptómanas, robándose objetos de los museos en los que trabajan (el Sarmiento y el Larreta), robando textos e historias, robando amistades y amoríos. Esas chicas que, dice Piñeiro, aplican sus lecturas “a su vida sentimental”. No hay un miedo a la palabra, la palabra es importante, como en la pluma sarmientina, dice el guionista y director: “Mercedes habla a veces como si estuviera escribiendo, mezclando aquello que está leyendo con lo que dice coloquialmente, y metiendo citas sin solución de continuidad”.

En la presentación de su película, Piñeiro (uno de los once realizadores del film A propósito de Buenos Aires, estrenado el año pasado) arranca con una definición hurtada a uno de sus ídolos, Jean Renoir: El hombre robado es una “fantasía sentimental”. Pero no lo alienta el primer Godard ni Rohmer, como uno podría sospechar, dice. El hombre robado nació como un corto empezado en la Universidad del Cine en la que Piñeiro estudió y trabaja, pero la clave siempre fue el autor de Facundo. Las vivencias de la protagonista se organizan a partir de las partes que toman prestadas de su Campaña en el Ejército Grande. Un fragmento extraído de sus páginas puede servir como carta de separación de una pareja. Un objeto hurtado del museo que lleva el nombre de su autor, como puntapié de un circuito de intercambios inagotable, en espacios de Buenos Aires que Piñeiro se empeña en hacer reconocibles. “Los museos que filmamos son de esos muchos pequeños lugares muy poco conocidos y por lo menos curiosos de la ciudad”, dice el director. “Uno puede acercarse al Sarmiento, que no es el de Bellas Artes ni el Malba, pero tiene pequeñas cositas y algunas otras cosas muy significativas de nuestra historia. Lo mismo pasa con el Larreta, que está enfrente y que es una casa en la que uno de pronto se encuentra en el siglo XVIII español. Es raro: salís y estás de vuelta en Juramento y Vuelta de Obligado. Uno les pasa por al lado cuando va hacia el subte, pero al entrar ya hay un cambio de ritmo. Y son muy lindos de filmar.”

El espíritu de la nouvelle vague de una manera u otra está presente en El hombre robado: chicos y chicas interesados en libros, en la Historia; la historia y la literatura entreverada con las historias personales y la literatura sentimental. Y de fondo, el Jardín Botánico –otro proyecto civilizador sarmientino– y sus gatos.

El hombre robado integra la Selección Oficial Argentina. Se proyecta el martes 10 a las 22.30; el miércoles 11 a las 17; y el viernes 13 a las 15.30, siempre en el Hoyts 9.

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