Dom 24.06.2007
radar

Pajaritos en la cabeza

Este poema fue escrito por Alejandro Urdapilleta para el catálogo de la muestra.

› Por Alejandro Urdapilleta

En el rumor del baile supuesto de la vida, con engañifas, oropeles que se deshacen por las gotas de una lluvia, apenas cuatro o cinco alegrías disimuladas y un collar de disgustos, las Doñas pasean descoloridas, atadas a cien lazos de chismorreo. Sus ojos bizcos de envidia en racimos y la lengua colgando chorreando saliva, tacotean sus esqueletos sombreados, y se me vienen encima como perras de emperifolle: –Perdoná querida... pero... ¿Qué tenés en la cabeza? ¿Pajaritos?

Sin ton ni son y al tun tun la instantánea contestó:

Es como un nido
verán
y es un huevo.
En él hay universos alados.
Al abrir la tapa vidriada
emperlada
salen oropéndulas quejumbrosas
roncos manantiales azabache
alamedas lloronas
una vaca gris de ojos claros
y un musgo
todo con alas
¿y qué?

un minúsculo colibrí fluorescente
otro y otro y otro más
que al instante se van
pero que vuelven
cuando crece la luna
siempre

Además, lo siguiente:
carcajeos de urracas
el venteveo veteyateví
el desembarco del telendrón
las dendritas en sinapsis
calandrias remojadas en leche
y el aletear misterioso
el soplo del abanico
en mi frente,
la frescura deliciosa
de mi ángel sonriente
¿qué más?

Acá en la crisma: el oasis
con flamencos desplegados
el ejército de cuervos
de picos rojos
garzas, cisnes, horneros
zorzales cristalinos
trenzados en tul carmesí
chotacabras, luciérnagas
hielo, hiel, hueso, y caracú
y plumas y plumas
y plumas, más plumas
y después
la cola del pavo real
que me cae toda así hasta las patas
y se despliega
si me ponen ardorosa
¡Y guarda con mis arpías!
parecen hidras
¡mas mi tropel de avestruces!
¿y?

Tengo un huevo bendito
de un aroma que emana
de mi corazón encantado
porque se me canta
¿alguna queja?

Por supuesto poseo tiaras
y el mar
engarzado en flamencos
a la orilla de las orejas
y los aretes pendientes
de gavilanes áureos egipcios
¿qué tal?
Y aún esto:
me florecen aves del paraíso
a raudales
y en un rincón del jardín
tengo esa jaulita brillante
(mi tesoro de anís)
adoro encierro
los pies de mi Mercurio,
para beberle los mensajes
cada tanto
porque soy pájara
que viene desde una Enorme Risa
a revolotear el globo terráqueo
a dar néctar en jugo
a regurgitar colorinches
en los picos de los que duermen
se entumecen, se ahúman
para posarme
en sus cabezas
un instante
y después otra vez
volarme
robándoles el rubí azul
de sus tristezas
¿y qué? ¿no lo ven?

El que pintó al mundo
y al ángel Gabriel
al darme forma
tomó el mismo pincel

¡¡Y ahora!! ¡¡A volar!!
¡¡Urracas!!
¡¡Que me tienen harta!!

¡¡Que se me vuelan los pájaros!!

Nota madre

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