TAMBIéN LLEGA ELLEN DEGENERES
› Por Mariano Kairuz
A diferencia del programa de Conan O’Brien, el de Ellen DeGeneres se da por las mañanas en Nueva York y por las tardes en buena parte de Estados Unidos, horarios en que muchos directores de programación consideran que buena parte del público pone la televisión de fondo, como la radio, mientras hace otras cosas. Pero, tras cinco años consecutivos, The Ellen DeGeneres Show ya se convirtió en el proyecto televisivo más sólido y estable de la actriz que cimentó buena parte de su popularidad hace una década cuando hizo su coming out y contó públicamente que era lesbiana en el programa de Oprah Winfrey (y diseñó el coming out casi simultáneo del personaje protagónico de la sitcom que llevaba adelante por ese entonces). Ahora, después de que sus dos primeras sitcoms (Ellen, entre 1994 y 1998; y The Ellen Show, en 2002) se truncaran por falta de rating, parece haber encontrado, como conductora de un talk show, el lugar perfecto para ella.
El éxito de The Ellen DeGeneres Show parece estar sostenido en un aire de cierta seguridad y despreocupación de su conductora, que le permiten verse cómoda y relativamente espontánea en una estructura fuertemente guionada. Entra al estudio, hace un monólogo breve, muchas veces basado en noticias triviales del día, e implementa su rutina de bailar un par de minutos, a lo que el público presente en la grabación responde con entusiasmo. Pero a pesar de esos pasos un poco payasescos, mantiene a la hora de los invitados famosos una imagen entrevistadora no necesariamente insidiosa pero sí difícil de complacer, de no regalarle sus sonrisas a nadie, lo que le aporta una autenticidad complicada de lograr en un tipo de programa que debe nutrirse (son cinco horas por semana) de todo tipo de “variedades” y estrellas. También lleva al estudio a perfectos desconocidos, “gente común” con alguna anécdota o rareza para contar. Por ejemplo, en un programa más o menos reciente, sentó frente a ella a un chico de ocho años que escribió un libro con generosos consejos para conquistar chicas, y un rato más tarde a una pareja que se había conocido brevemente en un avión y que consiguió reencontrarse gracias a Craigslist, la red comunitaria de avisos clasificados online. Un bloque que por ahí olió a publicidad paga, pero que en el marco del programa funcionó perfectamente como algo anecdótico e informativo.
La soltura con que se mueve en el programa le ha permitido a DeGeneres mantener un intercambio ameno con Barack Obama, así como sobreponerse al intento de boicot del gremio de guionistas, que la atacó públicamente cuando ella se bajó de la huelga y retornó al programa después de tan sólo un día de adhesión. Su programa no es político, pero ella –que aclaró, desde el momento en que se convirtió en la actriz abiertamente lesbiana más célebre de Hollywood, que no quería ser la vocera política de nadie– manejó hábilmente su cara a cara en el programa con el senador y candidato presidencial republicano John McCain, cuya postura contraria al matrimonio entre personas del mismo sexo es pública. “Hablemos del gran elefante que hay en la sala en este momento”, le soltó con humor Ellen, que ya había anunciado su casamiento con la actriz Portia De Rossi. El hombre intentó salir al paso hablando de “contratos y seguros médicos” en lugar de casamientos, y ella retrucó la frialdad de sus expresiones diciéndole “que el amor es igual para todos”. Cuando McCain se decidió a desearle (pese a las “respetuosas diferencias entre ambos”) toda la felicidad del mundo, ella le preguntó si eso significaba que la acompañaría al altar. Las risas y todo el round fueron merecidamente para ella.
The Ellen DeGeneres Show va de lunes a viernes a las 17, por Warner Channel.
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