Cuando Allen Ginsberg tuvo que testificar durante el juicio a los ocho acusados de la Conspiración de Chicago, el juez se encontró con un interlocutor difícil de traducir, además de un incómodo testigo para la defensa. Según el cronista Anthony Lukas del New York Times, Ginsberg saludó como un hinduista, con inclinación de cabeza y manos unidas sobre los labios y respondió preguntas sobre sus antecedentes profesionales con una lista de libros publicados y una enumeración de estudios con swamis en la India y maestros zen en Japón e intervenciones con cantos “para aquietar el cuerpo y la mente”. La lista de gurúes y maestros sonó como un mantra: “Trungpa Vajracharya, Sakyong Mipham, Satchinanda Swami, Shivananda, Suzuki Roshi, Lama Tarchin...”.
Todo su testimonio sería una larga performance. Al preguntársele sobre una conferencia de prensa en Nueva York que anunciaba la organización de la marcha sobre Chicago, Ginsberg respondió que su discurso había sido muy breve y había finalizado con un recitado de “Hare Krishna”. Para ejemplificar, se puso a cantar: “Hare Krishna, Hare Rama, Rama Rama, Hare Hare”. Logró que hasta el fiscal se riera, pero cuando éste adujo que el mantra “no aportaba materialidad al caso”, Ginsberg replicó: “Pero aporta espiritualidad”. Luego recitó el fragmento de un poema de William Blake para describir su participación en las protestas y declaró que había leído “La voz del anciano bardo” a jóvenes manifestantes, lo mismo que había hecho durante un be-in anterior en San Francisco. El juez quiso saber qué era un be-in. Ginsberg aprovechó para ofrecer un extenso discurso, explicando que se trataba de “un encuentro masivo de jóvenes conscientes de nuestro destino como planeta, una manifestación de un estilo de vida planetario que celebraba la vida en vez de la acaparación, la competencia y la guerra”.
Por último, la mejor oportunidad se le presentó cuando el abogado defensor le acercó una caja roja con una armónica que según la policía Ginsberg portaba durante los disturbios y le pidió que la identificara. Ginsberg dijo: “Es la armónica que uso para acompañar mis mantras”. Dicho y hecho, la tomó con sus propias manos y se la llevó a la boca para tocar algunas notas. Exasperado, el juez decidió dar por terminado el coloquio: “Estoy harto de escuchar sus canciones”.
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