Domingo, 27 de diciembre de 2009 | Hoy
Por Sigourney Weaver
Me cambié el nombre cuando tenía cerca de doce años porque no quería que me llamaran Sue o Susie. Sentía que necesitaba un nombre más largo porque era demasiado alta. ¿Y entonces qué pasó? Que ahora todos me llaman Sig o Siggy.
Mi padre siempre llevaba su traje de baño en el portafolio. Si no había nada más, por lo menos estaba el traje de baño.
La generación que se fue, la anterior a la nuestra, que vivió las dos guerras mundiales, es un ejemplo para todos. Sabían vivir. Si algo malo pasaba, no se sentaban en casa a comer Häagen-Dazs y mirar una película. Se vestían, salían, daban vueltas y bailaban hasta quedar agotados.
Estuve muy bien como el gato de Cheshire en Alicia en el país de las Maravillas. Creo que fue en tercer grado. Ahora me doy cuenta de que lo interpreté como un homosexual gritón, pero de verdad que en ese momento no lo sabía.
¿Alguna vez dudé de mí misma? ¿Alguna vez no dudé?
Siento dudas internas sobre si estoy haciendo algo difícil o fácil.
Ser alto tiene un impacto importante. Se necesita coraje para ser tan grande –estar a la altura y no dejarse intimidar por la gente graciosa y pequeña–.
Es verdad que viví en un árbol vestida de elfo. Tienen que entender: Stanford en los primeros ’70 era un lugar muy liberal donde valía todo. Todo el mundo estaba haciendo algo diferente. Tenía amigos que vivían en domos geodésicos y en trailers. Quizá nosotros éramos los únicos que vivían en una casa sobre un árbol. Pero, saben, después de un tiempo uno se cansa de la vida de cuarto universitario. Vivía en uno con un grupo de chicas que eran increíblemente conservadoras. Tenía que irme. Así que salté por la ventana y no volví más.
Uno se viste como elfo y sabe que va a tener un buen día.
La comedia es lo más importante del mundo excepto por la justicia.
Tuve muy buenos profesores en la secundaria, me hicieron sentir que podía hacer cualquier cosa. Y después fui a Yale, donde los profesores de drama me hicieron sentir una mierda –si tuviera un consejo para los jóvenes sería: “No les presten atención a los profesores que dicen ‘No sos lo suficientemente bueno’”–. Sólo enséñenme. No me digan si creen que soy lo suficientemente buena o no. No les pregunté. Los maestros que hacen eso deberían ser despedidos.
No es hasta que uno pelea por algo que se convierte en quien realmente es. El arte es la autoexpresión, pero es para todos. Ayuda a entender quiénes somos como especie.
Los gorilas saben lo que es importante. La familia, el juego, la naturaleza, comer lo suficiente, no sacarle la comida a otro. Viven tan simplemente. Están en el momento. Cuando la gente dice “no descendemos de los simios”, yo pienso que tendríamos suerte si fuéramos más parecidos a ellos. Están mucho más adelantados que nosotros en la escala evolutiva.
Es mucho más complejo ser joven, hay demasiadas cosas que incorporar. Todo cae encima tuyo como una cascada. Cuando uno es más viejo, es menos intenso, pero uno es capaz de estirar la mano hasta la cascada y beber de ella. Me encanta ser más vieja.
Me gustaba mucho Jim. Pero era siete años más joven que yo, así que me sorprendió que quisiera casarse conmigo. Tuve que aleccionarlo: “Soy mayor que vos. Voy a estar adelantada en cada paso importante de la vida. Voy a perder la vista antes. Me voy a derrumbar antes. Voy a ser la pionera de esta pareja. Así que nunca me tires mierda por ser más grande que vos”. Cuando terminé, Jim estaba en silencio. Probablemente lo asusté. En ese punto debería haberme dicho: “Sabés qué, no estoy listo para esto”. Pero no lo dijo, y hace 25 años que estamos casados.
Todo trabajo te enseña cómo hacerlo, de alguna manera.
Si yo no estuviera en Alien, me daría demasiado miedo ver la película.
Jim Cameron me dijo: “La ciencia ficción es la exploración sobre qué es ser humano”.
Cuando Avatar se estrene, va a ser como el día que pasamos del blanco y negro al color.
Fui voluntaria para servirles comida a quienes trabajaron en el Ground Zero después del atentado a las Torres Gemelas. Había perros entrenados para encontrar personas vivas. La gente que trabajaba con los perros empezó a preocuparse porque el día tras día de no encontrar a nadie empezaba a deprimir a los animales. Así que la gente se turnaba y se escondía en los escombros, para que de vez en cuando alguno de los perros encontrara a alguien y eso les permitiera seguir adelante.
A veces voy a paneles donde escucho al público lamentarse porque hoy pueden verse películas en el iPod. ¿Quién puede decir que llevar tu iPod al bosque y ver un poco de Lawrence de Arabia no puede ser una experiencia fabulosa?
Así respondió Sigourney Weaver a la sección “Lo que sé” de la revista norteamericana Esquire, especialmente para el estreno de Avatar, la película en la que trabaja nuevamente con Cameron a 30 años de Alien.
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