LAS OTRAS PELíCULAS SOBRE EL CREADOR DEL FBI
“Es enfermo, cruel, dogmático, estúpido, racista: todo lo que me gusta en un personaje.” Palabras de Samuel Fuller (citadas recientemente por el crítico neoyorquino J. Hoberman) sobre Hoover. Si de algo no caben dudas es de que siempre hubo potencial cinematográfico en la historia del creador del FBI. Y por supuesto que J. Edgar no es la primera vez que Hoover se convierte en un personaje de cine o televisión. Apareció brevemente interpretado por un actor desconocido en la demasiado oficial The FBI Story, en 1959; uno de esos productos con los que Hoover buscó cimentar su popularidad. Se suele contar que fue después de ver Enemigo público (de William Wellman), Caracortada (de Howard Hawks) y Little Caesar (de Mervyn LeRoy), algunos de los hitos del cine de gangsters de los ‘30, que Hoover entendió que debía dar una batalla por mejorar la imagen del viejo Buró de Investigaciones y puso en marcha una hábil maquinaria publicitaria. Odiaba el film White Heat, con Cagney, porque ofrecía una visión heroica de los mafiosos. Dos escenas de la película de Eastwood muestran a su protagonista en el cine: ambas están protagonizadas por Cagney, pero en la primera (Enemigo público, 1931) hace de gangster, y en la segunda (G-Men, 1935), de detective. Hoover interpreta el presunto cambio de bando del público (relativizado sutilmente en la segunda escena) como un logro de su gestión contra el crimen. “Fue por esta época, a principios de los ‘40 –recuerda Eastwood–, que empecé a tener conciencia de lo importante que se había vuelto Hoover. Mis padres y otros adultos hablaban de él por lo menos tanto como hablaban de los juicios por paternidad de Errol Flynn.” El mismo año de G-Men, el retrato del creador del FBI fue tapa de la revista Time. “Y pronto supo cómo aparecer en las fotos junto a estrellas como Shirley Temple, Dorothy Lamour, Ginger Rogers, y cómo silenciar a los periodistas que no estaban de su lado –-dice Eastwood–. Era un maestro del arte de pasar por un hombre que no era.”
Fuera del operativo publicitario que él mismo montó, Hoover apareció recurrentemente en la pantalla a lo largo de cuatro décadas. Fue parodiado en Bananas (1971), donde lo interpretó la actriz Dorothi Fox. Ernest Borgnine lo encarnó dos veces (en una miniserie de principios de los ‘80 y en un telefilm biográfico de hace doce años); también lo hicieron Vincent Gardenia, Jack Warden (en el telefilm Hoover vs. The Kennedys, 1987); Treat Williams (en el telefilm J. Edgar Hoover, 1987); el comediante Kevin Dunn (en el Chaplin con Robert Downey Jr.); Pat Hingle (en el telefilm Citizen Cohn, 1992); Bob Hoskins (en el Nixon de Oliver Stone); Billy Crudup (en Enemigos públicos, de Michael Mann); y también, en teatro, por Kelsey Grammer, con John Goodman como su amante, en la comedia musical J. Edgar!. Pero el gran antecedente del film de Eastwood es un film extraordinario de espíritu pulp, y algo sensacionalista, como corresponde a su director, Larry Cohen, hecho por dos pesos y estrenado en 1977 (cinco años después de la muerte de Hoover) con el título The Private Files of J. Edgar Hoover. June Havoc interpretaba a la madre, James Wainwright al joven John Edgar, y Dan Dailey a Tolson, en esta película notable que indagaba en los secretos de su protagonista a través de un personaje ficticio, un agente del FBI interpretado por Rip Torn, que notaba que Hoover había muerto seis semanas antes del Watergate que se llevó puesto a quien había sido su mayor enemigo en aquel tiempo: “Fue como –dice este agente en la película– si J. Edgar se hubiera levantado de la tumba para destruir a Nixon.” Macizo sin necesidad de tres horas de aplicaciones protésicas, el gran Broderick Crawford le prestaba su cara de perro a este hombre “enfermo, cruel, dogmático, racista”, todo lo que a otro clase B como Fuller le gustaba de un personaje.
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