LO QUE MONSIVáIS, EL GRAN LECTOR DE LA CULTURA POPULAR MEXICANA, HABíA DICHO SOBRE ELLA
› Por Carlos Monsivais
Chavela es el abandono y la tristeza de la canción mexicana. Pero ella lo recupera todo para darle una profundidad única. Para que haya singularidad, para que entendamos que se dirige a nosotros, se requiere que esa profesión del abandono se convierta en el arte del abandono.
Cuando Chavela empezó a cantar a finales de los ’50, sorprendió por su actitud desafiante y su apuesta radical. No sólo fue su apariencia la que se saltaba las reglas establecidas sino que musicalmente prescindió del mariachi, con lo que eliminó de las rancheras su carácter de fiesta y mostró al desnudo su profunda desolación: añadió a la música ranchera la soledad radical, donde la música y las letras alcanzan el nivel de confesión de madrugada y ha sabido expresar la desolación de esas rancheras con la radical desnudez del blues.
A su vuelta a los escenarios en 1991, México entendió ya mucho mejor su heterodoxia. El país es hoy un mundo caótico, donde las señas de identidad sólo las recupera el mariachi y la selección de fútbol y, por tanto, la gente se concentra mucho más en la letra. Esos versos que hablan de dolor y de derrota y de marginalidad cuadran a la perfección con una sociedad donde todo gira ya en torno de la supervivencia.
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