“Un pequeño paso para un hombre, un gran paso para la Humanidad”, dijo entonces Armstrong, primero y antes que nadie, sobre la superficie de la Luna. Y juro que esto es verdad, escuchen las grabaciones: Armstrong dice sus célebres palabras y, más tarde, casi en un susurro, agrega: “Buena suerte, Mr. Gorsky”. Semejante frase puso frenética a la CIA, al FBI, a la NASA, a todas las iniciales de entonces. ¿Quién era Gorsky? ¿Era acaso un mensaje cifrado para los rusos? Al volver a la Tierra y ser interrogado sobre el punto, Armstrong no dijo nada y, a lo largo de los años, cambiaba de tema cada vez que el asunto surgía en alguna entrevista. Hace poco –“ahora que Mr. Gorsky ha muerto”, explicó–, Armstrong contó la verdad: ocurre que un día, cuando era chico, su pelota se fue al jardín del vecino, un tal Mr. Gorsky. Al ir a buscarla, escuchó claramente la voz de la señora Gorsky saliendo por una ventana que decía: “¿Sexo oral? Ni lo sueñes, Gorsky. Tendrás sexo oral el día que el chico de los Armstrong pise la Luna”.
Esta anécdota está tomada de la contratapa titulada “Sueños”,de Rodrigo Fresán, publicada en este diario en julio de 1999.
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