› Por Alfredo Garcia
Parece que cuando viajaba hacia la Luna, Neil Armstrong vio algo que le llamó la atención en la superficie terrestre, una especie de mancha a la altura del Amazonas.
A la vuelta del paso importante para la Humanidad se ocupó de averiguar qué era eso. Era la Gruta de los Tayos, uno de los lugares más misteriosos e inexplorados del planeta. Los tayos, por ejemplo, son pájaros ciegos que vuelan dentro de la gruta como los murciélagos, y dentro de la gruta hay todo tipo de alimañas extrañas y ruinas precolombinas desconocidas.
La gruta nunca había sido explorada científicamente, pero en 1972 llegó una expedición británica con biólogos y arqueólogos, que empezaron a catalogar arañas albinas gigantes y extraños signos de la cultura del Tiahuanaco.
En ese ínterin apareció en Ecuador –país donde está la gruta– Neil Armstrong, acompañado por dos extraños mormones, que más que mormones parecían agentes de la CIA. Armstrong explicó en conferencia de prensa que estaba en Ecuador para visitar la Gruta de los Tayos, y que para él poner un pie en la gruta era más emocionante que haber pisado la Luna.
Fue bajado a la gruta junto a los dos mormones, y en minutos salieron los tres muy enojados. Neil Armstrong nunca más quiso hablar de la Gruta de los Tayos.
La leyenda dice que estaban buscando unas láminas de oro, y que en una expedición no oficial previa habían sido robadas por el conspicuo Erich von Daniken.
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