Dom 03.02.2013
radar

Dos fragmentos del libro Lo que nunca se dijo

Pipo y Luca

“Las reuniones entre Luca, Arnedo, Melingo y yo se llevaban a cabo solamente los martes, días en los que Omar Chabán organizaba las poco recordadas Ollas Populares. Asistían unas ocho personas. Omar cocinaba cosas horribles (que hoy serían “cocina de autor” en canal Gourmet) y el cuarteto antes mencionado interpretaba para ellos canciones de Marley –Bob– y Dean Martin. Pero no tengo muchos recuerdos de Luca. Supongo que debe existir alguna explicación psicológica para que una persona no preste demasiada atención a circunstancias o situaciones que involucran a otra persona que en un futuro va a ser un mito. En aquellos tiempos éramos prácticamente contemporáneos y solo nos gustaba lo que hacíamos y encima le gustaba a la gente. De todas maneras, Luca siempre me produjo un indescriptible ‘picor culturo-emocional’. Ensayábamos (a veces) en el mismo lugar, la sala de la calle Guardia Vieja y Bustamante. Ahí –no sé si es verdad o una deformación mitomaníaca– me cantó un tema que acababa de componer y se llamaba ‘En el Abasto’. También en los fondos del Café Einstein, en un galpón sin luz que nos obligaba a usar un alargue de veinte metros para enchufar los equipos. Recuerdo los primeros shows en la inauguración del Einstein (junto a Geniol); algunas charlas en inglés acerca de no me acuerdo qué temas y su opinión acerca de Petinato: ‘Me gusta porque se viste de naranja, usa barba rara (con r, no con rr) y toca para la mierda’. La tarde que, durante una nota con Tom Lupo, me dijo que estaba podrido de la ginebra, la merca berreta y otras cosas y que se quería ir. Me dio un abrazo y me fui medio confundido. Al mes falleció. Pero lo que más recuerdo es cómo me defendía de los ‘argenpunks’: ‘¡No toquen a Pipo, pelotudos!’.”

Satán Klauss

“Satán Klauss nació una de esas Nochebuenas que solíamos pasar juntos Charly y yo. Se cagaba en las festividades de ese tipo –al igual que mi padre– y ésta era una de las razones por las que, después de cenar con mis viejos (los tres solos, “ésta es nuestra familia –decía papá–... los demás son parientes”) iba para su casa. Terminábamos a las 22.45 con la sidra y el postre de vainillas al oporto que siempre hizo mi madre y me tomaba un taxi antes de que las calles quedaran vacías. Antes de las 12 de la noche ya estaba con mi compadre y su amigo Jack D. dejando que las cosas sucedan, mientras componíamos (a veces) algunos villancicos herejes.

En una de esas reuniones surgió la idea de –a partir de las ganas que tenía Charly de ir a tocar adonde fuere– presentar la Navidad de Satán Klauss. El primer show usamos algunos periféricos ad hoc (gorritos, barbas, campanillas). En otros, ya no recuerdo...”

Nota madre

Subnotas

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