Después de hacer una película de cuatro horas –la monumental Historias extraordinarias (2008)– con un equipo que la mayor parte del rodaje no superó las cinco personas –el plantel de su productora, El Pampero–, Mariano es, a esta altura, un emblema del cine lo-fi; o dicho mejor, del cine entendido como arte y no como industria. Del cine hecho por el placer y la necesidad, simplemente, de filmar. Por eso la experiencia, para él, fue más de lo mismo que le gusta y sabe hacer: “Filmar en la provincia de Buenos Aires, con gente amiga, en exteriores, con planos amplios, un equipo mínimo. Eso: lo mismo de siempre”. Para el caso, mientras el menudo equipo y los músicos emprendían viaje en colectivo, Mariano partió con el perro en su viejo Volvo celeste a filmar nuevamente en la zona de Tornquist. El lugar elegido fue el cementerio de la localidad de Saldungaray; ahí, junto a la desopilante rueda de Salomone (Mariano había explorado la obra del arquitecto para Historias...), la banda de La Plata versionó “Bariloche” adentro del Volvo, con sólo el cajón peruano a la vista. “La única variación fue que a la noche, en lugar de los habituales cánticos desafinados del equipo técnico, hubo músicos buenos que saben sacar los temas en cuestión”, dice el director, aunque los testigos aseguran que su imitación del Indio Solari fue la frutilla del fogón.