Dom 21.07.2013
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La dicha en movimiento, de Los Twist: la más filosa ironía

› Por Sergio Marchi

El manager de Los Twist, Fabián Couto, estaba exultante: “Llevátelo a tu casa y hacé una fiesta”. Todos íbamos a la oficina de Grinbank a buscar Clics modernos de Charly, recién editado, y nos llevábamos también La dicha en movimiento. Era tiempo de festejos; esa tierra florida entre el milagro de que Raúl Alfonsín ganara las elecciones (se pensaba que el peronismo no podía ser batido) y su asunción. Era como prepararse para una fiesta. Y Los Twist fueron la banda de sonido de ese tiempo.

Era la primera vez que el rock se quitaba el morral, se sacudía el pasto solemne y bailaba a lo pavote una danza que siempre defenestró: el twist. La dicha en movimiento era un disco en joda con chistes buenos y muchos doble sentidos. Se vendió como loco y situó a su productor, Charly García, como el Rey Midas del rock: los produjo en 29 horas y media, sobrantes de la grabación de Yendo de la cama al living. Hasta ese momento, Los Twist fueron una delicatessen minoritaria, que tocaba para unos cuantos entendidos que sabían encontrarlos en el Mágico Parque Genovés o en el Einstein, con Geniol armando quilombo y Luca Prodan colgándose de las arañas como en las películas para defender a Pipo. Con la edición del álbum fueron pasión de multitudes que bailaban despreocupadamente “Cleopatra, la reina del Twist”, que ponía de relevancia la voz de Fabiana Cantilo, una deidad desconocida entonces.

“Pensé que se trataba de cieguitos” fue quizás una de las canciones más explícitas en torno de las atrocidades de la dictadura militar; paradójicamente era una de las más graciosas. Otra paradoja: utilizando vejestorios queribles como el hula-hula, Brizuela Méndez, el helado de Saint, el Bomp y el mocasín, Los Twist se convertían en la banda más moderna de su momento. Es curioso que nadie pensara en un revival; los petardos contra la utilización de ritmos provenientes de la era del Club del Clan, que habían sido dirigidos con precisión y eficiencia contra Virus, no les explotaban a Los Twist.

“La juventud va coreando, al pedo pero temprano”, podía leerse como una cargada a las movilizaciones políticas de 1983, así como la utilización de la letra de la marcha “Los muchachos peronistas”, mezclando refranes con una formación histórica de Boca. Los Twist tenían un humor de kermesse que escondía ironías filosas bajo un aspecto inofensivo. La delación se hace presente en “Lo siento”, de Brenda Lee, con un desopilante recitado de Pipo Cipolatti. Era su humor junto con el sentido del delirio de Daniel Melingo lo que fogoneaba una estética de fiesta barrial y sofisticada a la vez. Eran los tiempos tóxicos (“En el bowling”, “Salsa”, “El primero te lo regalan”) donde la garrotera aún no había hecho estragos y no entorpecía las ganas de bailar, atosigadas por la dictadura y por cierto sentido de autoimportancia que el rock tenía de sí mismo.

La dicha en movimiento pulverizó esas veleidades y fue como la canción que llena la pista a la hora de que la fiesta reviente el techo.

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