› Por Mariano Kairuz
El francés Pierre Boulle (1912-1994) publicó más de veinte novelas y varios libros de cuentos, pero a nivel internacional hoy se lo recuerda más que nada por las dos que, con una participación a medias de su parte, se convirtieron en sendos clásicos del cine: El puente sobre el río Kwai (Le pont de la rivière Kwai), (1952) y Le planète des singes (1963), es decir, El planeta de los simios. Recibido de ingeniero, durante la Segunda Guerra, mientras su país era ocupado por tropas alemanas, Boulle sirvió como agente secreto para los Franceses Libres de Singapur; allí fue capturado, convertido en prisionero y sometido a dos años de trabajos forzados. Esta experiencia fue la base para el libro que narra la construcción de las llamadas Vías de la Muerte (en cuyo tendido de 415 kilómetros murieron 115 mil personas), y que David Lean llevó al cine con Alec Guiness, aunque Boulle ha dicho que todo el asunto es menos autobiográfico y se atiene menos a los hechos reales de lo que siempre se presumió. “El río existe”, dijo Boulle en una entrevista, “saqué su nombre de un mapa. Pero hay gente que dice haber encontrado un puente que es El Puente. Eso es un invento.”
Boulle ganó un Oscar por el guión adaptado de su novela, aunque no fue él quien lo escribió (de hecho, ni siquiera hablaba ni leía inglés); la razón por la que la película lo acreditaba fue que los verdaderos guionistas, Carl Foreman y Michael Wilson, estaban en las listas negras del macartismo.
En cuanto a la película que le ganó un lugar entre los fans de la ciencia ficción, hay versiones encontradas. En una de las raras entrevistas que se conservan del escritor –una que hizo por teléfono la revista estadounidense especializada Cinefantastique en 1972, con motivo de un especial sobre El planeta de los simios–, Boulle confiesa: “Nunca creí que mi novela pudiera convertirse en una película. Me parecía muy difícil, y creía que había grandes posibilidades de que resultara muy ridícula. Pero cuando vi la película por primera vez no me pareció que hubiera nada ridículo, estaba muy bien hecha”.
El final sorpresivo con la Estatua de la Libertad enterrada, que se ha convertido en una escena de culto y cuya autoría se autoadjudicaron muchos de los involucrados, desde el productor Arthur Jacob al primer guionista, Rod Serling (creador de la antológica La dimensión desconocida), no estaba en el libro, que contenía otra vuelta de tuerca, ambientada, como es de esperar, en una París que también ha sido invadida y tomada por los simios. En la entrevista citada, Boulle dice que el final de la película era una de las pocas cosas que no le gustaron de la adaptación: “A los críticos pareció gustarles; yo no soy el mejor para juzgar esto, pero la verdad es que prefiero el que escribí yo”.
Por su lado, en la misma revista, el productor Jacobs aparece diciendo que Boulle estaba encantado con el desenlace del film, al punto de que había dicho: “Ojalá se me hubiera ocurrido a mí”.
Boulle decía que el origen de su libro había sido una visita al zoológico en la que lo había impresionado lo parecidos a los humanos que resultaban los gorilas, y lo habían llevado a imaginarse una relación “entre ellos y nosotros”. Pero, solía agregar, “para ser franco, no la considero una de mis mejores novelas, tan sólo una fantasía amable”. Una fantasía, no ciencia ficción: “La ciencia ficción era tan sólo un pretexto. Ni siquiera sabría cómo definir ese género. Supongo que es el género en el que uno puede tratar e imaginarse a personajes no humanos, pero en mi libro, mis simios son hombres, ¡de eso no hay duda!”.
Tras el éxito desmesurado de la primera película, Jacobs quiso capitalizarla haciendo otra enseguida, y el primero al que le encargó el desarrollo de un guión fue Boulle. Este le entregó un tratamiento para un guión que llevaba por título El planeta de los hombres. “Ahora no lo recuerdo muy bien”, decía en 1972, “era completamente diferente de lo que finalmente hicieron. Yo usaba como punto de partida el final del primer film. Taylor se daba cuenta de que el hombre aún existía, pero había regresado a un estadio primitivo, a una existencia salvaje. Entonces decidía intentar reentrenar y educar a los hombres para devolverlos a una vida normal. Les enseñaba el uso del lenguaje. Pero como los simios consideraban que esto entrañaba un peligro para ellos, desataban una guerra terrible. Muchos de los subhumanos se rebelan contra Taylor porque él quiere hacer las paces, pero al final éstos se imponen y destruyen a todos los simios”.
El guión de Boulle nunca llegó a la pantalla: los productores comenzaron a hacerle cambios hasta que quedó irreconocible, pero el escritor decía que esto no lo preocupó en absoluto: “Es un asunto que no me interesa porque ya no es mi trabajo. El cine ya no significa nada para mí, no vi las primeras dos secuelas de Simios, y no voy a ver películas en general. Cuando era joven iba seguido al cine, pero ya no. No me importa más, es un asunto totalmente diferente del de los libros: varios de los que escribí serán adaptados pronto, en cuanto a los dos que ya se hicieron, no tengo quejas”.
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