Domingo, 19 de abril de 2009 | Hoy
SANTA FE › POLéMICOS APORTES PRIVADOS EN LA FACULTAD DE AGRARIAS DE ZAVALLA
La multinacional de la soja transgénica y los agroquímicos donó un laboratorio y equipamiento por miles de dólares a la facultad. Las autoridades explican por qué aceptan esta participación y describen los aportes del Estado.
Por José Maggi
La Facultad de Ciencias Agrarias de Zavalla, dependiente de la Universidad Nacional de Rosario; donde se forman los ingenieros agrónomos recibió en los últimos tiempos un fuerte apoyo económico de la firma Monsanto. Es la multinacional que instaló en la Argentina el modelo soja transgénica más glifosato de la mano de la siembra directa. La ayuda se materializó en la donación de un laboratorio, más un equipamiento por unos 300 mil dólares. Liliana Ramírez, decana de Agrarias y Hugo Permingeat, secretario general de esa facultad, explicaron a Rosario/12 que "el laboratorio de biotecnología lo construimos pidiendo la colaboración de empresas como Monsanto, Pioneer y Syngenta, antes no teníamos nada, así que en verdad es nuestro orgullo. Hace tres años costó unos 40 mil pesos. Monsanto forma sus cuadros aquí: Son ingenieros agrónomos a los que les brinda la capacitación de posgrado y Monsanto valora esa capacitación que brindamos básicamente en la Maestría de genética vegetal, que es la más antigua acreditada por la Coneau, creada junto al Inta Pergamino en 1978. El valor de ese posgrado en mínimo, por eso cuando golpeamos la puerta para que nos ayuden de otra manera, no tienen miramientos y nos ayudan a hacer cosas como el laboratorio".
-Ustedes forman ingenieros agrónomos. ¿No es una contradicción al tener una ayuda económica tan marcada de las grandes empresas como Monsanto?
-Yo siempre trato de separar todo lo ideológico de lo técnico. En clase me manejo con los documentos científicos, y solo me guío por la evidencia científica. Si viene Monsanto y me pide investigar algo, y si evalúo que el tema está dentro de mis principios, no miro si me lo pide una multinacional o una OGM (sic)" dice Permingeat.
-Querrá decir una ONG, un organismo no gubernamental, porque esa sigla significa otra cosa: OGM es Organismo Genéticamente Modificado.
-Tiene razón, perdón. Trato de separar lo científico de lo ideológico.
-Puesto negro sobre blanco: lo hecho por Monsanto en la Argentina, ¿es bueno o es malo?
-Hay que ver los beneficios de cada producto, pero repito la empresa vende y el país acepta.
Además del laboratorio se ha recibido otras donaciones: Bioceres, a quien le prestaron un servicio del que nos quedó un disparador de genes. Monsanto también donó "un espectrómetro infrarrojo cercano, dos equipos de RMN Resonancia Magnética Nuclear, dos campanas para hacer determinación del contenido de ácido grasos en el cultivo de oleaginosas. Este equipamiento lo tenían es su laboratorio de Camet, y decidieron cerrarlo, asi que les molestaba y buscaron donde ubicarlo. Esto fue mucha plata, pero para nosotros es muy importante: si fuese nuevo costaría unos 300 mil dólares. Esto nos permite abrir nuevas líneas de investigación".
Según remarca Permingeat la información que "obtenemos con este equipamiento es nuestra, lo único que les interesa a las empresas que los dona es que sus propios cuadros se entrenen en el manejo de los mismos. Y lo importante es que todos los alumnos pueden utilizarlos. El acceso al conocimiento es para todos.
-¿El Estado no les brinda los fondos para el equipamiento?
-En equipos es más fácil lograr fondos que en estructura edilicia. Pero en general los equipos se adquieren por servicios a terceros, con proyectos de investigación. Después hay líneas de financiamiento del estado: hace dos años a través de Ciencia y Tecnología de la Nación, pudimos comprar equipos por 200 mil dólares, aplicado a la biotecnología de plantas.
-¿Los investigadores de esta facultad van acomodando sus trabajos a partir de la demanda que tienen de las empresas?.
-Esto es lo que se discute mucho y es uno los compromisos de la educación pública. Por eso queremos crear una Unidad de Diagnóstico, que haría un relevamiento de las demandas de la sociedad, para investigar algo que luego tendrá una aplicación.
-¿Es más fácil tener una donación de una empresa privada, que una inversión del propio Estado?
-En este país hay una fuerte tradición: que la investigación la financie el Estado. Pero en los '90 se crea la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, que con créditos del BID vuelca los mismos la investigación científica y tecnológica. Entre estos programas se pide una contraparte de las empresas para que ayuden a desarrollar la investigación. Diez años después se empezó a ver en los últimos años, se empezó a ver tímidamente la actitud de empresas de apoyar trabajos, buscando conseguir productos en la articulación público y privado. -¿Qué opina del modelos soja transgénica más glifosato?
-Si no fuese con glifosato tendríamos la misma soja y el productor la siembra por el precio que tiene. Si el sorgo que esta desestimado tuviese otro precio, lo sembraría. Pero que la soja sea transgénica es circunstancial, pero lo cierto es que ha facilitado la tarea del producto asociado a un paquete tecnológico como la siembra directa.
-Este modelo como científico lo deja tranquilo?
-Ojalá este modelo sea multiplicador de otros proyectos que tenga el mismo éxito que tuve este, porque el ingreso de divisas que tuvo el país desde el 2000 no fue casual. Muchos critican a la soja transgénica pero gracias a ella pudimos obtener un crecimiento sostenido durante mucho tiempo. Esta tecnología puede transformar a una vaca en una farmacia: es el tambo farmacéutico de Biosidus, son vacas transgénicas que en su leche tienen hormonas de crecimiento, insulina, y un montón de cosas.
-Pero usted no tiene cuestionamientos a la soja transgénica?
-Yo como soja transgénica y les doy de comer a mis hijos soja transgénica con toda tranquilidad, porque lo único que tiene es un gen que está estudiado que es adn como el que tienen las plantas. Pero quiero decir: toda tecnología es neutra, pensemos sino en la radioactividad que ese usó para la bomba nuclear que destruyó ciudades en la guerra, pero también que gracias a ella se pudo conocer cómo funcionamos los seres humanos. Mire hace más de cincuenta años se arrojaba en los sembradíos una bacteria llamada bacilos turingiensis, para controlar insectos, es decir que antes nos comíamos no solo el gen BT del maíz transgénico que deriva de aquel bacilo, sino más de 3 mil genes de es bacteria. Ahora solo nos comemos un solo gen, por eso lo de los alimentos naturales es mentira, igual que la discusión sobre el etiquetado de los alimentos transgénicos: porque no le pone a la panceta un etiquetado que diga que produce colesterol y que es perjudicial para la salud.
-¿Por qué entonces Europa frena el ingreso de los alimentos transgénicos?
-Porque tiene mucha influencia de lo verde, la naturaleza. Muchos productos tóxicos están en la hierbas con la que nos hacemos un té: y hay compuestos fenólicos, metabolitos secundarios, y están en la naturaleza, Es todo relativo. La sociedad europea no tiene un conocimiento profundo de estos temas y adopten estas posturas sin saber demasiado. Lo ecológico es una moda.
-Según Marie Monique Robin, en su libro "El mundo según Monsanto" esta empresa eligió como lugar de ingreso de su soja transgénica a la Argentina, que hoy llega a poner en peligro a los cultivos tradicionales. ¿No cree que se está afectando la biodiversidad, afectando incluso la alimentación en distintas regiones?
-Sí, pero no creo que sea culpa de Monsanto, o mejor dicho no es exclusiva de esta empresa, que siempre van a querer vender lo que tienen. Obviamente que cuando un compra algo es tan responsable el vendedor como el comprador, y en este caso somos tan responsables como Monsanto. No estoy de acuerdo con el monocultivo de soja, sino que hay que preservar la diversidad, y esto solo se logra no con políticas de castigo del paquete soja transgénica, sino de premios al resto. Por eso habría que bajarles las retenciones a otros cultivos. Pero es verdad que Monsanto usó a la Argentina como vidriera al mundo, por eso no estoy de acuerdo con la exigencia de los royalties por la semilla.
-La otra pata del modelo es el glifosato, con agregados como el endosulfán u otros productos. ¿Estos tampoco le merecen objeción científica alguna?
-Hay que evaluar caso por caso: el endosulfán es un insecticida y un derivado clorado que se almacena en tejidos grasos, y en la medida que uno está más expuesto, genera un nivel más alto de toxicidad. Obviamente el glifosato es un producto tóxico, y no se lo puede tomar como un vaso de agua, es más hay reportes de suicidios de gente con Round Up, por eso se debe trabajar con responsabilidad y debe evaluarse de forma sistemática y permanente al producto en una escala de tiempo. Ahora han surgidos estudios nuevos, pero me pregunto cuál es la evidencia científica, cuáles los resultados, hay que mirarlos con lupa. Pero es como cualquier otro producto como la bayaspirina, que es ácido acetilsalicílico es no recomendada para un enfermo de dengue, Allí está la responsabilidad de cada quien que la usa.
-¿Qué pasa con aquellos que no son responsables con su uso y afectan a otros?
-El ingeniero agrónomo no tiene el reconocimiento social que tiene otras profesiones, porque si bien un medicamento lo receta un médico, el prospecto de expedición de agroquímicos debería tener la certificación que entienda del tema, y eso es deficiente en la Argentina.
-Pero no le parece que desde hace más de una década se está jugando con cosas que no tienen retroceso como la salud de la población?
-No, no, lo que hace falta son políticas claras que definan el tema. No podemos permitir el uso de productos que ya en Estados Unidos y en Europa están prohibidos.
-¿Cuáles agroquímicos no usarían?
-No estoy capacitado para decirlo, soy especialista en biotecnología de plantas.
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