Lunes, 25 de julio de 2016 | Hoy
SANTA FE › SIETE DíAS EN LA CIUDAD
El socialismo aún intenta dilucidar las verdaderas razones del ataque presidencial a Lifschitz. Un repaso por los enconos más recientes y alguna hipótesis sobre el guión macrista en Santa Fe. Las fundaciones que sólo usan la calculadora para hablar del trabajo legislativo. El escaso valor de estos estudios y la falta de conocimientos para una crítica profunda.
Por Leo Ricciardino
Cualquiera que se dedique a la lectura de la política, por gusto, profesión o simple curiosidad, sabe que la crítica lanzada por el presidente Mauricio Macri al gobernador Miguel Lifschitz esta semana está fuera de todo canon. El ataque fue premeditado y no responde al estilo "dialoguista" que pregona el propio jefe de Estado. Decir que Lifschitz es el gobernador "menos dispuesto a coordinar políticas públicas" responde a un guión que comenzaron a recitar hace unas semanas atrás la diputada nacional Gisela Scaglia y el diputado provincial Federico Angelini -ambos del PRO- que aseguraron que "Lifschitz es más opositor al gobierno nacional que la propia Alicia Kirchner".
No se equivoca Hermes Binner cuando asegura que "no tiene antecedentes" cercanos un ataque así de un presidente a un gobernador. Y no vale la aclaración del diputado macrista santafesino, el desconocido José Núñez, cuando le recordó a Binner que el Cuervo Larroque les impuso el nombre de "narcosocialismo". Cristina Fernández de Kirchner tuvo muchos desencuentros con los gobernadores Binner y Antonio Bonfatti, pero jamás salió de su boca semejante epíteto. En esa línea, una cosa podría ser la crítica de un miembro del Gabinete como Marcos Peña o Rogelio Frigerio, o la misma Elisa Carrió quien también desembarcó en Santa Fe días atrás para comenzar con la tarea de demolición del socialismo; pero otra muy distinta es un ataque presidencial directo.
No se trata aquí de defender ni a Lifschitz, ni al socialismo que ya tienen suficientes problemas propios como para seguir ofreciéndose ante el electorado como una "alternativa" política; sino de analizar qué hay detrás de esta estrategia del PRO para con Santa Fe.
Hay varios ítems. Primero, Lifschitz les ganó la provincia por apenas 1.500 votos y la orden de Macri en ese momento fue dejar de reclamar porque lo que venía era la pelea de fondo, la presidencial. Pero es un hito difícil de olvidar. Con Miguel Del Sel gobernador, el distrito se acomodaría hoy más fácil de cara a las legislativas de 2017. Lo más evidente es que estos ataques buscan minar el Frente Progresista de cara al año electoral que se viene y terminar de arrear a todo el radicalismo hacia el espacio de Cambiemos.
Segundo, esa práctica socialista de acordar en Buenos Aires y empezar a reclamar cuando vuelven de reuniones hacia Santa Fe exaspera a cualquiera. Pasó también durante la gestión anterior. Con menor intensidad está el dato que el fin de semana aportó el diputado nacional del radicalismo Mario Barletta, quien aseguró que la molestia de Macri y el PRO con el socialismo viene desde que "el PS se negó a integrar la alianza anti K que conformamos para que no siguiera gobernando el kirchnerismo en la Argentina", dijo el ex titular de la UCR nacional, y agregó que la postura neutral del PS frente al balotaje fue porque "a ellos les daba lo mismo que siga gobernando el kirchnerismo" y porque si bien no lo dijeron públicamente "terminaron votando por (Daniel) Scioli".
Se lea como se lea, es preocupante que un diputado nacional y encumbrado dirigente de la UCR muestre semejante nivel de intolerancia política y un altísimo grado de antiperonismo. Como si el hipotético voto socialista a favor de Scioli hubiese sido una conducta totalmente reprochable y condenable. En realidad, muchos sectores populares le reclamaron al socialismo su neutralidad en un momento donde se jugaban en el país dos proyectos políticos totalmente antagónicos. Del triunfante se ven ahora claramente las consecuencias que sufre especialmente esta provincia y que Lifschitz no dejó de mencionar cuando intentó responder a los agravios macristas: "Acá la gente está perdiendo el laburo", dijo sin ambages el mandatario provincial.
Y ese es el otro punto de fricción con la Nación que indudablemente iba a llegar. El cuestionamiento profundo y permanente a un modelo económico que impacta en todo el país y particularmente en el esquema productivo santafesino. Una historia que viene contando semana a semana el mejor ministro que ha logrado poner Lifschitz en su gabinete; el titular de la cartera de Producción. Luis Contigiani no ha dejado de advertir junto a la Federación de Industriales de Santa Fe (Fisfe) lo que genera la apertura indiscriminada de las importaciones, la falta de asistencia a las pymes, los tarifazos eléctrico y del gas, y las altas tasas de interés que terminan por minar las posibilidades de inversión productiva. Claramente hay antagonismo con el modelo del PRO. Malo sería que un partido llamado Socialista no los tuviera. Algunos radicales creen que todos son de su condición.
Este fin de semana la presidenta Cristina Fernández de Kirchner desde El Calafate le dijo a un grupo de medios internacionales una frase que no se debería soslayar: "Nunca fue fácil y nunca fue gratis ser peronista en la Argentina". Y eso deberían leerlo muy bien los peronistas que asisten atónitos a la demonización total del kirchnerismo. Deberían saber que los planes del PRO aliado al radicalismo es extender esta demonización al peronismo todo. Porque muchos saben que en el peronismo, aún en el peor de ellos, subyace siempre un hálito de preocupación por los excluidos, por los más vulnerables. Algo que desentona profundamente con una gestión nacional que ha demostrado ya niveles de insensibilidad social como pocas veces se vieron en la historia de este país.
Números de escaso valor
Esta semana la Fundación para los Estudios Internacionales (Funpei), que a pesar de haber sido creada en 1994, no se le conocen proyectos de repercusión social gravitante en todos estos años ni siquiera publicaciones periódicas importantes; acertó con algunos medios al acercarles un trabajo sobre la Legislatura Provincial.
El viejo y remanido análisis numérico sobre el trabajo -en este caso- de los diputados provinciales. Un informe que no sólo demuestra un desconocimiento supino sobre la tarea de un legislador, sino que -a lo mejor sin intenciones seriamente calibradas- no contribuye a otra cosa que no sea el descrédito de la política y las instituciones. No es que a estos cuerpos colegiados no haya que controlarlos ni criticarlos, la cuestión de fondo pasa por hacerlo bien.
En rigor, el único número que importa es el de la asistencia de los diputados en este caso, a las sesiones y a las reuniones de comisión. Que un diputado no haya presentado un solo proyecto propio no lo transforma en un mal legislador automáticamente y, por el contrario, no es el mejor legislador el que más proyectos haya puesto en consideración.
Es como quitarle un dulce a los niños caer en la tentación de burlarse de los proyectos aparentemente "tontos" que presentan algunos legisladores. En este informe se critica a una diputada porque propuso cambiar el nombre del aeropuerto de Rosario de "Islas Malvinas" a "Malvinas Argentinas". Es cierto, no nos van a devolver las islas australes por esta iniciativa, pero es clara la intención de reforzar el carácter nacional sobre el archipiélago austral. Y a la legisladora no le llevó más que cinco minutos la idea.
Hay mil cosas para criticar a la Legislatura provincial. Por qué en todos estos años no pudo consensuar una ley de Agroquímicos; por qué no avanzó en un Ente Regulador para la Empresa Provincial de la Energía. Por qué Santa Fe no tiene aún una Ley de Educación, y se podría seguir con muchos temas más. Claro, para detectar estas falencias hay que estudiar, conocer, profundizar en la tarea legislativa. No alcanza con hacer cuentas y sumar o restar.
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