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La desigualdad genera injusticias y las injusticias generan violencia.

Los niveles de violencia institucional se van acrecentando en la medida en que se profundiza el ajuste directamente dirigido a consolidar la explotación capitalista.

Los gobernantes antaño y hogaño son usufructuarios privilegiados del consenso por apatía generado por los procesos de desestructuración social y económica generados a partir de la instauración del terrorismo de Estado desde mediados de los años setenta en el pasado siglo XX.

Las corporaciones económicas, bancarias, políticas y sindicales tienen alianzas permanentes más allá de quienes estén sentados en las poltronas gubernativas, legislativas o judiciales.

El miedo a un futuro aun más catastrófico sigue siendo el arma de la dominación.

Como bien señaló un pensador del siglo XIX: "La ideología dominante es la de la clase dominante".

De ahí la abulia reinante en gran parte de la población, inerme frente a los tarifazos en servicios de agua, gas y electricidad.

Reaparecieron también en escena exponentes de expresiones ultramontanas, desfilaron soberbios e impertérritos junto a los carros artillados. Emergieron los negadores de la vida, los cultores del nazismo vernáculo recibidos "naturalmente" en el Palacio Presidencial.

Los jerarcas sindicales se reagrupan para salvar y perpetuar "sus bolsas".

Quizá sea como escribió Mario Benedetti: "...todo se hunde en la niebla del olvido, pero cuando la niebla se despeja, el olvido está lleno de memoria".

Desparpajo presidencial, ironías macabras, insolencia del ruralista terrateniente.

Nuestra conciencia despierta y alerta, nuestras acciones buscan auto organizar la resistencia emancipatoria.

Carlos A. Solero
Miembro de la APDH Rosario
[email protected]