SANTA FE
La bajante y la vuelta a casa de los inundados parecieron aplacar también la ola de piquetes. Los accesos a la ciudad capital estuvieron libres, por primera vez en la semana.
› Por Juan Carlos Tizziani
La mirada de los santafesinos sigue fija en el cielo. El último chaparrón de 80 milímetros el miércoles a la noche provocó más zozobra en los barrios inundados del oeste. "Nos pegó un susto grande que nos hizo retroceder en el desagote del agua, pero ya estamos avanzando de nuevo", dijo el intendente Martín Balbarrey. A siete días del desastre, aún falta desaguar gran parte de los barrios Chalet, Santa Rosa de Lima y Centenario, los más bajos de la ciudad. Así que la gran preocupación es el tiempo: ayer permaneció nublado todo el día, pero el pronóstico meteorológico no es halagüeño hasta el sábado. La bajante y la vuelta a casa parecieron aplacar también la ola de piquetes de desesperados que salieron a cortar rutas y calles en demanda de asistencia y alimentos. El gobierno insistió que no reprimirá la protesta social. "No quiero ningún muerto en mi gestión", fue la orden del gobernador Jorge Obeid a su ministro de Gobierno, Roberto Rosúa. Sin embargo, algunos episodios quedaron bajo la lupa en las últimas horas: el bloqueo a líneas de colectivos, cierta sincronía en los piquetes en el norte de la ciudad y el ataque de un pequeño grupo de encapuchados a la Municipalidad de Santa Fe, donde rompió vidrios y desparramó basura, pero que el intendente tomó en solfa. "Creo que eso fue armado, son esas cosas que se hacen desde la política que me parecen lamentables", afirmó Balbarrey.
Ahora, el gran esfuerzo está puesto en sacar el agua lo antes posible de la zona inundada. La tarea parece enorme ante ese mar marrón y nauseabundo que invade los puntos más bajos de Chalet, Santa Rosa de Lima y Centenario. Los santafesinos vuelven a sus casas como se fueron, sin ayuda. Pero más de 17.000 quedan aún en los centros de evacuados. No son pocos.
La lluvia del miércoles retrasó el desagote. "Nos pegó un susto grande, nos hizo retroceder en el avance del bombeo. Nos cargó de agua otra vez, con varios centímetros en los reservorios, pero las bombas ya están bajando eso que recreció y seguirán bajando el resto. Nos retarda el desagote del agua. O sea, retrocedimos un poco, pero ahora estamos avanzando de nuevo. Las bombas están funcionando a pleno, hay muchísimo bombeo", explicó Balbarrey.
Pero un nuevo día sin lluvia, aunque nublado y plomizo, ayudó también a mejorar la situación. Pareció aplacar los ánimos. Ya no hubo tantos piquetes como en los días anteriores: los accesos a la ciudad estuvieron libres, por primera vez en la semana. Y para mejor, a media tarde, Vialidad Provincial habilitó el tránsito liviano, con precaución y a baja velocidad, en la autopista Santa FeRosario, la columna vertebral de la provincia, más ahora que la ruta 11 está cortada por la caída de un puente sobre el arroyo Los Padres.
La multiplicación de piquetes "tuvimos hasta 30 cortes en un día", dijo el ministro Rosúa provocaron hartazgo entre los que tienen empleo estable. Pero el gobierno ratificó una y otra vez que no reprimirá las protestas, aunque en algunos casos aparecieron mezcladas con otro tipo de acciones. "El reclamo social no se reprime en un gobierno de Obeid", reiteró Rosúa. "Pero hay que distinguir. Una cosa es el reclamo social que debe socorrido de inmediato por los organismos del Estado. Y otra, cualquier acción de tipo delictiva que no vamos a tolerar bajo ninguna circunstancia", explicó.
Esta semana ya hubo por lo menos dos intentos de saqueos al supermercado mayorista Yaguar y al frigorífico de cerdos Don Juan, donde la Policía detuvo a 20 personas. Más el asalto a cuatro vehículos que transportaban colchones y alimentos que la Secretaría de Promoción Comunitaria enviaba a los centros de evacuados. "Cuando hay un reclamo social, se conversa, se investiga y se trata de satisfacer lo más rápido posible o se mejoran las condiciones de la gente que está angustiada con todo este problema", dijo Rosúa.
"La situación es grave. Estamos en una emergencia que afecta a todos y que vamos a tratar de salir lo antes posible. Pero sin represiones generalizadas", planteó el ministro e invitó a mirarse en el espejo de la provincia de Neuquén, donde una sangrienta represión policial le costó la vida a un docente. "Hay algunos ejemplos en el sur del país, donde se utilizaron otros métodos (para resolver el conflicto social) que eliminan cualquier tipo de consideración. Por lo tanto, nosotros no vamos a prohijar ni a sostener ninguna acción represiva de este tipo, agotaremos todos los medios investigativos, persuasivos y los que sean necesarios de intervención policial en un marco que impida una represión de ese tipo.
-Sería como tirar un balde de nafta en el fuego-le planteó un periodista de LT10.
-Imagínese lo que podría ocurrir en una ciudad azotada por el desastre climático. No vamos a caer en represiones generalizadas. ¿Está claro? concluyó Rosúa.
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