SANTA FE › DAMINIFICADOS QUE SIGUEN ESPERANDO MAS AYUDA
"Somos personas, no animales". Graciela Maidana hace un esfuerzo para contener la bronca. Las palabras le brotan a borbotones: "Nunca nos ayudaron, nunca nos trajeron nada", dice. Sus vecinos ocasionales comparten ese enojo por el mal trato y el abandono desde que la inundación los echó de sus casas en Santa Rosa de Lima, Chalet, Arenales o Centenario. Algunos, encontraron amparo en el comedor "La Nueva Ilusión", en la esquina de Zavalla y monseñor Zazpe, donde el dueño, Eduardo Orozco, les abrió las puertas y el corazón. Otros, se refugiaron enfrente, en el viejo edificio de una vecinal, donde sobrevivieron estos días sin luz y un solo baño. Son 90 evacuados, que ni figuran en las estadísticas.
"Nunca recibimos asistencia. Estamos a la deriva", afirma Alfredo Roa, otro de los refugiados en la vecinal, un canillita conocido en los barrios del sur. "Antes nos daban comida en el (centro de evacuados de la estación del Ferrocarril) Mitre, pero ahora nunca alcanza y acá hay muchos pibes. El único que se compadeció de nosotros fue este muchacho (por Orozco, el dueño de La Nueva Ilusión) que nos consiguió algo de comida, pero igual: necesitamos colchones, frazadas, aquí hay muchos chicos", insistió Rosa.
-¿Y qué comían?
-Nos arreglábamos con lo que teníamos. Muchas veces nos prometieron ayuda, pero no llegó nunca -contestó Graciela Maidana. Ella no se quedó quieta, junto con otras mujeres fueron el martes a la mañana hasta a la Casa de Gobierno, donde "nos dijeron que nos iban a mandar cosas para el mediodía, pero hasta ahora no trajeron ni un poquito de agua", ironizó. "Anotaron las cosas que nos hacían falta y hasta nos dieron el teléfono de Pablo Abraham, el secretario de (Gobierno del intendente Martín) Balbarrey, pero lo llamamos y no atiende nadie", agregó Graciela.
"No atiende nadie", completó Orozco. El es el que le puso el pecho a la situación, como en la catástrofe de 2003, cuando también alojó evacuados en su comedor. "Tuve que hacerme cargo porque no aparecía nadie. Es la segunda vez que tenemos gente alojada, en la otra inundación también la tuvimos. Ayer, logré hablar con el señor (Carlos) Pacheco, de la Secretaría de Promoción Comunitaria y aparentemente a partir de anoche mandaron un poco de comida porque si no esta gente estaba a la deriva".
Sin embargo, las respuestas no fueron suficientes. "Vienen algunas asistentes sociales, anotan, llevan los papeles para un lado para el otro, pero acá: que Dios los ayude", dijo Orozco, con amargura. Su esposa estaba preparando el almuerzo: unas cabezas de pescado que donó el dueño de un carrito que está en las puertas de "La Nueva Ilusión". "Estamos hirviendo cabezas de pescado para hacer la comida a la gente, porque no sabemos si van a tener algo para comer o no".
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