Lunes, 29 de diciembre de 2014 | Hoy
DEPORTES › VANESA VALENTI HABLA DE SU LIBRO "EL TATA. VIDA Y OBRA DE GERARDO MARTINO".
La periodista escribió esta biografía junto a Lucas Vitantonio. En esta nota cuenta cómo fue recibido el libro y aspectos fundamentales de la personalidad de Martino que lo llevaron a ser uno de los técnicos más respetados en el mundo fútbol.
Por Pablo Fornero
Ni los trofeos ni los flashes ni haber dirigido a Lionel Messi han cambiado a Gerardo Martino, entrenador de la selección argentina. Nada tiene más valor para él que un café con amigos o la cálida compañía de su familia. Sus éxitos deportivos, de los mejores que un técnico puede conseguir en la profesión, nunca alcanzarán a igualar lo que parece ser una máxima en su vida: Los afectos por sobre todas las cosas. Luce como una verdad de perogrullo, pero no lo es en un fútbol que carece de toda inocencia. Esas singularidades fueron las que intentaron rescatar los periodistas Vanesa Valenti y Lucas Vitantonio al escribir "El Tata. Vida y obra de Gerardo Martino, de crack remolón a entrenador de Selección", libro editado por Planeta, que se consigue en todas las librerías de Rosario y el país. "No es efusivo en los triunfos ni totalmente dramático en las derrotas", describió Valenti, en diálogo con Rosario/12.
-¿Por qué Martino merecía un libro?
-Porque es un personaje que hace rato trascendió las fronteras de Rosario. Nos dimos cuenta que había mucho interés en muchísimas partes del mundo en saber quién era el Tata, sobre todo cuando llegó a Barcelona. Es un personaje que teníamos bastante asimilado en la ciudad, pero no así en el mundo, sobre todo al ser un técnico que venía de Sudamérica. Era bastante raro para ellos. Ahí notamos mucho interés de querer saber quién era, dónde había jugado, cómo pensaba el fútbol. Ahí empezamos a querer hacer la biografía, a reconstruir su historia y terminó decantando en que, más allá de Barcelona, terminó siendo el técnico de la selección argentina, lo cual potenció aún más el hecho de contar la historia.
-¿Decidieron escribirlo cuando el Tata se convirtió en entrenador de Barcelona?
-Sí, en julio de 2013.
-Más allá de su etapa con técnico, indagaron en la infancia y adolescencia de Martino, ¿qué es lo que más rescatás de esa etapa desconocida de su vida?
-Como entrenador sobre todo, lo notábamos como un tipo con convicciones muy firmes y siempre moviéndose a partir de ellas. Siempre lo ha sido, en las distintas etapas de su vida, en el nivel que se puede ser en cada una de ellas. Siendo un chico, ya siendo líder en el aula de primaria. Después siendo muy maduro, de adolescente, sabiendo que había que resignar cosas para poder hacer otras, en este caso el fútbol. Y ya después, como adulto y profesional, manteniendo siempre sus comportamientos dentro de una línea bastante inamovible. Ha sido el tema de los ideales, y de llevar esos ideales a todos los ámbitos, una constante a lo largo de toda su vida. También tiene que ver con el seno de la familia en la que uno nace y con las situaciones en las cuales se encuentra para vivir. Nosotros, por ejemplo, nos encontramos con un dato que nos llamó la atención, que no sabíamos: Desde muy chiquito, cuando tenía 5 años, sufrió un gran golpe, la pérdida de una hermanita. Son circunstancias que te van marcando y que te van dando una forma para tu personalidad.
-Lamentablemente, esa simpleza y convicciones lo convierten en un personaje extraño para un fútbol tan viciado, como el nuestro ¿Cómo logra el equilibrio?
-Creo que hubo un momento donde se desencantó. No te digo del fútbol, pero sí de lo que ocurre alrededor del fútbol. Esto que vos decías, un ambiente muy viciado de muchas cosas. Él cuenta que, durante la liguilla que Newell's pierde con Boca (año 1986, Martino era jugador de la lepra), en la que lo acusan de traidor, se desencantó de las cosas que ocurrían alrededor del fútbol y a desconfiar de muchas cosas. No es efusivo en los triunfos ni totalmente dramático en las derrotas. Y me parece que eso lo lleva a tener un equilibro, con el que se mueve. Tampoco dejarse llevar por los comentarios, sabe que la prensa se endulza cuando las cosas van bárbaro y no tanto cuando no van tan bien. Es un desconfiado de todo eso. Y además también porque perdió el miedo a un montón de circunstancias que tienen que ver con el fútbol. El deporte no es la prioridad en su vida, sino que la prioridad va por el lado de los afectos y los valores. Además, tiene una familia que lo ayuda en todo eso.
-¿Cuál es el mensaje más valioso que transmite a sus jugadores?
-Nos sorprendió el hecho de que muchos jugadores se hayan emocionado a la hora de hablar del Tata, y reconocerlo en su condición humana, más allá del entrenador que es, que potencia jugadores que no pueden explotar con otros técnicos. Pasó mucho con el Newell´s que se encontró cuando llegó. Y después la consideración, más allá del técnico, como consejero, como padre. Justo Villar (su arquero en la selección de Paraguay) fue uno de los más emocionados y contaba que cuando tiene que tomar una decisión con respecto a su carrera o necesita un consejo sobre su vida, muchas veces levanta el teléfono y se comunica con el Tata. Lucas Bernardi también se emocionó mucho, lo admiraba de chico, era alcanza pelotas del Tata. Lucas estaba en el final de su carrera y pasando una situación difícil en el club. Se encuentra con el Tata y puede remediar todo eso. Le dice el Jefe, pero encuentra una persona con la que puede hablar de otras cosas y convenir acerca de otras cosas. Esa valoración de lo humano, que conocen ellos nada más, que están dentro del vestuario, es lo que los jugadores terminan valorando sobre todas las cosas, más allá de sus condiciones como técnico.
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