Tanto el entrenador de Central, Néstor Gorosito, como el de Ñuls, Nery Pumpido, sufren las consecuencias de dirigir a clubes donde el imperativo es vender. Pero una vez que las tesorerías cuentan con algún dinero extra para ir a la caza de refuerzos, las cifras solicitadas por los clubes argentinos están demasiado lejos de lo que realmente se puede gastar. Este panorama se vuelve indescifrable para los técnicos cuando el futbolista pretendido es un delantero, una especie que prácticamente se encuentra en extinción, o bien próxima a partir a mercados donde los contratos se abonan en dólares o euros. Los responsables de los planteles ya saben de antemano que contar con un goleador del fútbol local resulta una misión imposible, y por lo tanto deben salir desesperados a pedir videos de delanteros desconocidos que militan en el fútbol sudamericano, intentando paliar un déficit que no tiene solución y que no les permite contar con planteles competitivos, el eje principal de sus discursos cuando los equipos deambulan del medio de la tabla para abajo.

Uno de los que probó con un ignoto delantero del fútbol fronteras afuera y acertó un pleno con Oscar Cardozo fue Nery Pumpido. Las once conquistas del goleador guaraní en el Torneo Apertura, que llegó a préstamo por una cifra cercana al millón de dólares, hoy tiene un piso de venta que alcanzaría los cinco millones de euros, para felicidad de la dirigencia leprosa. Pero por cada uno de los Tacuaras que se destapan, otra docena de goleadores no logra embocarla en el arco contrario.

Paradojas del fútbol. La llegada de Oscar Cardozo en el pasado campeonato encontraba a Ñuls en una situación similar a la que hoy sufre Central. Las ventas de Ariel Ortega e Ignacio Scocco lo dejaban al entrenador rojinegro sin delanteros. Junto a Tacuara llegó Santiago Salcedo, otro guaraní para cubrir el bache de futbolistas ofensivos, porque los delanteros argentinos cotizaban por las nubes. Seis meses más tarde, Sa-Sa prefirió seguir su carrera en el fútbol mexicano.

Y si bien a Néstor Gorosito le vendieron casi un equipo completo, con la promesa de incorporar refuerzos, cada uno de los nombres que propuso el entrenador para cubrir los lugares que dejaron vacantes Marco Ruben y Paulo Wanchope, chocó con la imposibilidad de los dirigentes para satisfacer las exigencias del entrenador.

Desde Christian Fabbiani, por el que Lanús pidió una suma difícil de costear en el fútbol argentino, hasta Marcelo Delgado, que tuvo la incorrección de manifestar que le gustaría jugar en Racing, para que la comisión de fútbol auriazul rechazara enérgicamente la vuelta del Chelo; pasando por Esteban Fuertes, que prefirió jugar seis meses en el fútbol chileno antes que en Central, cada uno de los delanteros solicitados por Gorosito quedan muy lejos de poder llegar con sus goles hasta Arroyito.

La situación enoja por igual a Gorosito y a Pumpido, aunque ellos deberían admitir que tienen ganada su parte de responsabilidad al aceptar dirigir en estas condiciones. Ya quedan pocas actividades competitvas donde se trabaja sin planificación. Los directores técnicos lo saben, pero prefieren continuar con rumbo desconocido, a la espera de un milagro que los mantenga en el cargo.

Y mientras la danza de nombres que acercan los intermediarios nacen y mueren en las listas de los técnicos -a Ñuls le ofrecieron al peruano Piero Alva, que en definitiva acordó su incorporación a Banfield, y por Central surgió el nombre del boliviano Joaquín Botero, a quien Pipo le bajó el pulgar- los técnicos de las inferiores se desviven por moldear delanteros para que puedan debutar en primera división, como la salida más clara que tienen a mano.

Batistuta, Pizzi, Cámpora, Figueroa, Scocco, Ruben; si se hace un rápido repaso por la lista tentativa de delanteros provenientes de las divisiones juveniles, sobran los motivos para que los hinchas se permitan una cuota de entusiasmo. Habrá que ver si los técnicos prefieren esta salida o miran para otro lado.