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Lunes, 12 de noviembre de 2007

CULTURA / ESPECTáCULOS › "ENCARNACION", NOTABLE COPRODUCCION ARGENTINO-ESPAÑOLA

La vedette y el olvido de las marquesinas

 Por Leandro Arteaga

Encarnación. Argentina/España, 2007

Dirección: Anahí Berneri

Guión: A. Berneri, Sergio Wolf, Mariana Dolores Espeja, Gustavo Malajovich.

Fotografía: Diego Polero.

Música: Nico Cota.

Montaje: Alejandro Parisow.

Intérpretes: Silvia Pérez, Martina Juncadella, Carlos Portaluppi, Marcelo Aguilar, Fabián Arenillas, Luciano Cáceres.

Duración: 93 minutos.

Salas: Monumental, Village, Showcase.

Puntaje: 9 (nueve) puntos.

Encarnación es un nombre pero también otras cosas: matices de los que se reviste la mujer que así se llama. Vedette olvidada por las marquesinas, con años que pasan, arrugas que se estiran. Figura fantasma que pasea por pasillos teatrales, mientras repite la pantomima del artificio mediático. Calle Corrientes, pareja joven, estreno (ajeno) con "éxito", luces y cámaras de Televisión, pero pocas ﷓casi nulas﷓ posibilidades laborales para "Erni".

El cuerpo se sostiene, como puede y con bisturís. Los carteles luminosos ﷓background del film﷓ guardan las fotos de otras damas que, todavía (hasta cuándo, se pregunta y soporta uno) pisan las tablas. Erni ya no. Sólo alguna publicidad que explota su candor sexual, superficial. Contracara de lo que significa, para Silvia Pérez, actriz principal de este film admirable, su composición. Porque la actriz sorprende e interpreta de una manera magnífica, desde el silencio, con una mirada dolorida, o por medio de la pintura sobre la pared blanca de su departamento (superficie que le recuerda su problema de visión, "bichitos" que aparecen, consecuencia de la edad).

Esta manera sutil de construir al personaje se redimensiona desde el viaje al pueblo natal. Es el cumpleaños de quince de la sobrina, también la oportunidad de reencontrar una historia anterior, casi oculta, de desentierro forzoso. Hay cierto malestar en el viaje, en la estadía. En los encuentros inevitables con hermana, cuñado, parientes.

El dueño del restaurante que le pide una foto para su pared, de manera empalagosa, pero con ojos que expresan algo más. Así como el empleado del hotel, obeso y transpirado, perdido en la fantasía que le provoca el cuerpo de Erni. Ese disimulo forzado, que no necesita de palabras que expliquen, es el lugar desde el que podemos aunar y construir las distintas miradas que sobre Erni convergen, y que explotarán cuando su sobrina, por celos, por admiración, le diga, con sólo una palabra, lo que todos dicen, lo que todos piensan.

¿Quién es, entonces, Erni/Encarnación? De acuerdo con el nombre que elijamos, el prisma nos devuelve su imagen. Nunca completa, siempre fragmentada. Erni es ella pero también los demás. Desde esos vínculos, inevitables y decisores, se concibe su persona. Regala a su sobrina, entonces, su vestido de color para sustituir el blanco tradicional y casto de los quince años. Sustitución que revierte la negación del paso del tiempo y se vuelve síntoma de rechazo al nexo familiar, de reafirmación de la historia vivida y elegida. Es allí cuando pintamos, junto con ella, toda pared que sea blanca.

Encarnación es la segunda película de Anahí Berneri. El film fue premiado recientemente en los Festivales de Toronto y San Sebastián. También cuenta con la colaboración, desde el guión, de Sergio Wolf, responsable de aquel film de construcción wellsiana de título Yo no sé qué me han hecho tus ojos (2003), sobre la figura de Ada Falcón. Erni es un personaje a descubrir y pensar. A medida que el film avanza se complejiza y nos desestructura.

Todo ello mientras asistimos a un relato magníficamente concebido, cuya ausencia de lugares comunes, de frases retóricas, es un regalo a la inteligencia del espectador.

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