Lunes, 17 de diciembre de 2007 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › "LA BRUJULA DORADA", UNA INTERESANTE MIRADA DEL MUNDO INFANTIL
Por Leandro Arteaga
La brújula dorada (The Goleen Compass) EE.UU./Inglaterra, 2007
Dirección: Chris Weitz.
Guión: Chris Weitz, sobre la novela de Philip Pullman.
Fotografía: Henry Braham.
Música:Alexandre Desplat.
Montaje: Anne V. Coates, Peter Honess, Kevin Tent.
Intérpretes: Nicole Kidman, Daniel Craig, Dakota Blue Richards, Ben Walker, Eva Green, Sam Elliott, Christopher Lee.
Duración: 113 minutos.
Salas: Monumental, Showcase, Village.
Puntaje: 7 (siete) puntos.
No hay caso. Los niños juegan, se desafían, espían a sus mayores, y descubren secretos. Entonces aparece la aventura, en un mundo donde la sustancia denominada "polvo" parece explicar, dar razón mágica, a la existencia de mundos paralelos. Ése es el descubrimiento de Lord Asriel (Daniel Craig). Ése es el secreto que su sobrina, la pequeña Lyra (Dakota Blue Richards), conoce por accidente.
Y porque estamos en un mundo diferente, con otras leyes, con distintas creencias, las almas no habitan los cuerpos, y adoptan formas animales que expresan el espíritu de su poseedor. Pero Lyra, por niña, tal vez también por huérfana, no tiene aún conformada su "daimonion", el cual muta en formas variadas de acuerdo con la situación, de acuerdo con la edad temprana que la diferencia del mundo adulto y estructurado.
Es cuando aparece la belleza de Marisa Coulter (Nicole Kidman), blanca y sonrisa fría. Lleva a la pequeña en un zeppelín de sueños, lejos de las paredes sobreprotectoras del hogar-escuela. Artefactos hermosos, animados por fuegos azules, llevan a la niña a vivir su cuento de hadas. Pero también a desencantarse. Porque comienza a vislumbrarse un clima enrarecido, de acontecimientos cada vez más precipitados. Surgen entonces personajes nuevos, gitanos y piratas, también un cowboy de soledad y justicia, más un oso polar enorme, de historia vieja, que bebe su olvido de un balde pleno de whisky. Hay lobos esteparios que son almas totalitarias, parsimonia inglesa que es sinónimo de traición, un ártico de osos -precisamente- desalmados, más una aldea que se asemeja a la que fuera víctima del Frankenstein padre de Karloff.
En medio de todo ello, la brújula dorada, última llave del secreto mayor que la película no va a revelar. Sólo Lyra sabe cómo interpretar sus signos, para hacer las preguntas correctas, para retener las respuestas siempre ciertas. He allí su misterio, he allí el motivo de una búsqueda y de una persecución entre la que la niña debe debatirse. Y cuando el film adquiere sus momentos mejores, es cuando termina y promete continuar. Qué bien.
Es cierto, La brújula dorada no deja de ser parte del cúmulo de films fantásticos que lidera El Señor de los Anillos. Pero se independiza desde logros propios, que además la diferencian de otros títulos pésimos o maniqueos como Eragon o Las crónicas de Narnia. Se sitúa más cerca del mundo mágicoinfantil de Harry Potter y, sobre todo, del espíritu de films como la reciente Stardust, el misterio de la estrella. Predomina en ella un tono ambiguo, sin lineamientos moralistas. Podemos pensar que su escenario argumental se conforma desde la autoconciencia progresiva del niño, desde la sabiduría que supone saberse parte de un mundo infantil, territorio de contraste con el que habitan los mayores.
Porque en La brújula dorada los adultos no son lo que parecen. Así como el alma de la niña muta de un modo libre, son la sinceridad ausente, el engaño, la vanidad, los lugares desde los que los mayores disfrazan sus vínculos. Tampoco será del todo cierta la historia de vida de Lyra. El descubrimiento gradual será motivo de una crisis que, conjetura uno, permitirá que su alma cambiante, en el devenir, adopte una forma definida. Posibilidad que, desde un misterioso reformatorio laboratorio, se pretende anular. Niños sin alma. Niños sin magia. He allí una de las claves que habrá que tener en cuenta en las próximas entregas.
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