CULTURA / ESPECTáCULOS › LOS VERSOS DEL ANDARIEGO HUGO PADELETTI REUNIDOS EN UN LIBRO
El Fondo de Cultura Económica de Argentina publicó con el prólogo de Jorge Monteleone, un volumen que reúne gran parte de la obra de este gran poeta nacido en Alcorta, Santa Fe.
› Por Sonia Scarabelli
Bajo el título de El andariego, poemas 19441980, Fondo de Cultura Económica de Argentina publicó, a fines del año pasado, con prólogo de Jorge Monteleone, un volumen que reúne gran parte de la obra poética de Hugo Padeletti (Alcorta, Santa Fe, 1928), la cual constituye, sin duda, una de las obras mayores de la literatura argentina contemporánea.
Producto de un pausado, y por momentos hasta secreto, desenvolvimiento, la poesía de Padeletti, pareciera haber crecido a un ritmo propio, que, sin negarlas, excede las contingencias de la historia literaria. Después de un primer libro publicado en 1959, sus textos sólo volvieron a aparecer reunidos bajo esta forma en 1989; aquella edición llevó por título Poemas 19601980, y fue seguida luego, en 1991, por Apuntamientos en el Ashram y otros poemas 19441959. La producción reunida en esos dos volúmenes es la que integra El andariego, ofrecida aquí, sin embargo, bajo una modalidad diferente, ya que los poemas se encuentran distribuidos en diecinueve "estaciones", presentando variantes que demuestran, como señala Jorge Monteleone, "el carácter afectivo de las estaciones como búsqueda iniciática y como proyección lírica autobiográfica".
Y es que si algo experimenta el lector de esta obra -cuya lectura impone una suerte de demora, o mejor decir, entrega honda y lenta a la fluencia noble del poema como consagración de un tiempo otro- es que el tiempo, en la manera de su sucesión vertiginosa, de su "no dar tiempo", resulta aquí trasvasado, decantado hasta su más preciosa condición, aquella en la que se torna capaz de sostener 'lo que es ahora', "y la delicia / sin residuo / de estar presente", como se lee en el poema "La atención".
En este sentido, cabe señalar que la "búsqueda iniciática", que sin duda constituye uno de los rasgos insoslayables de la poética de Padeletti, no debe entenderse como algo que ocurre por apelación a una suerte de apartamiento a la manera del héroe romántico. Muy por el contrario, el sujeto lírico de estos poemas actúa como "buscador" en virtud de una dinámica bien diferente; más que apartado por su búsqueda, se lo diría conducido en el acto de la contemplación atenta a un lugar en el que cada cosa se muestra en la potencia de su ser, sin quedar sujetas a la presencia del que contempla ni convertirse en "predicados del Yo", como también advierte Monteleone en su prólogo. La voz que enuncia aquí asume, en el punto de partida, la modestia de su condición: "Se está sujeto / a todo / aunque no se lo advierta. / Sin embargo, / 'seguir hasta la mata', / si es de espliego / se justifica", afirma en "Lavándula vera". Sin negarse a su propia naturaleza 'efímera' -en el sentido de "sometida al día y entregada a su cambio" que refiere Hermann Fränkel al abordar esta noción en la lírica griega arcaica-, sino más bien asumiéndola al punto de ser completado sólo en ella, el sujeto se entrega a un diálogo con lo viviente y experimenta su propia transmutación en lo otro, sorprendiéndose de este modo a sí mismo en lo permanente instantáneo: "El pensamiento a veces se hace realidad / entre dos parpadeos / y quedamos en vilo. Así la aparición / del colibrí. // De pronto, en la inviolada / tranquilidad, / vibra en el aire y está // en vilo en la flor roja / del hibisco. / No lo ahuyenten. Soy yo, en el transparente / vacío, / girando alrededor. Soy él, prendido / del mantra: // el que liba / el gozo original en la corola / mojada."
De aquí que la referencia al andariego no implique en absoluto un mero "pasar", sino más precisamente una modalidad de aquello que en el cambio otorga permanencia y la otorga sólo en la medida inmensurable del estar ahí, del darse, en el camino, a la "paciencia", para que esta sea finalmente "colmada por el objeto de su espera". Tarea que se vuelca en el poema y toma por completo a la forma, ya que la forma de cada poema está en él radicalmente, como "En el pasto su propio secar / y brotar"; y esto no ocurre sino por un abocarse, por un darse el poeta conscientemente a su labor en extraña sincronía con el azar que muestra en su envés la sustancia del destino. Cuerpo musical el poema, dotado a la vez de vacío y presencia, tramado en sí hasta el extremo de la epifanía, ceñido en su trama hasta la desnudez; "Encerrarse, descubro, / es un modo de abrirse. / Puerta estrecha / puerta sin puerta", escribe Padeletti en uno de los poemas que integran "Convertir al desierto", la decimotercera estación de El andariego.
Y es de esta manera que en su poesía se realiza aquello que en toda gran poesía, que en toda gran obra de arte, la abolición de una distancia por penetración, por adentramiento, de la vozmirada en lo exterior y de lo exterior en la vozmirada. Paradoja de un movimiento infinitamente variado y complejo que sólo se manifiesta en la quietud; quietud que se despliega y expande más allá por actos mínimos, resonancias, sutiles acoplamientos; misterio que saluda cercano cuando se acepta ser tomado por la atención, que lejos de desear apropiarse de lo contemplado, se despoja allí de todo impulso de posesión y se entrega a la fiesta humilde abierta, ahora sí, a todos: "Pocas cosas / y sentido común / y la jarra de loza, grácil, / con el ramo / resplandeciente. // La difícil / extracción del sentido / es simple: // el acto claro / en el momento claro / y pocas cosas / verde / sobre blanco".
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