CULTURA / ESPECTáCULOS › MEMORIA. UNA MUESTRA REMEMORA LA ACTIVIDAD DE ROZARTE.
Rozó es el nombre de la exposición que rescata obras del célebre emprendimiento grupal de los 90. A modo de catálogo, un CD agrega documentación sobre la experiencia artística.
› Por Nancy Rojas y Beatriz Vignoli
La categoría de colectivo de arte identifica a un fenómeno acrecentado en los últimos tiempos: el de la opción de ciertos artistas por realizar proyectos grupales que incluyen a la gestión en el campo de la creación. Los colectivos han pasado a ser un núcleo de estudio importantísimo para quienes se dedican a investigar los desarrollos del arte argentino contemporáneo. En este sentido el grupo rosarino Rozarte (1989 a 1997) aparece como un hito local único en su época. Su historia constituye uno de los testimonios más claros acerca de la necesidad de agruparse que asumió un conjunto de artistas jóvenes en un contexto de crisis política, económica y social.
La colección de arte argentino contemporáneo Castagnino + Macro ha incorporado a Rozarte a través de un modesto CD donde tres textos institucionales presentan una selección de videos que documentan la actividad de la agrupación entre 1992 y 1994. El CD fue realizado bajo la supervisión de varios ex integrantes de Rozarte y de Marcela Römer. El trabajo de catalogación, edición y diseño del mismo llevó más de un año. Mucho de lo que quedó afuera del CD podrá verse hasta el 25 de abril bajo la forma de una muestra estable en el hall central del Museo, donde además se proyecta el CD. Con el título Rozó, la documentación reunida por ex integrantes de Rozarte a partir de sus propios archivos llena algunos de los baches del CD. Se encuentran en la muestra, completos, los textos de la agrupación del período 1989 a 1990. Hay abundantes copias, para llevar a casa y seguirlo discutiendo, del polémico manifiesto "La ética del roce", que fuera presentado en 1990 en la bienal Tomarte de la Escuela de Bellas Artes de la UNR, como también originales y hasta borradores de textos que fueron presentados acompañando muestras colectivas en Arequito, Rosario y La Cumbre. Hay también afiches, catálogos e invitaciones, no sólo de las muestras del grupo, sino de los diversos eventos que fueron organizados por Rozarte en su espacio El Galpón. Brillan por su ausencia los recortes de prensa, tanto en el CD como en la muestra estable. De las obras se ve muy poco: apenas fragmentos de las obras colectivas fueron conservados por los ex Rozartes, ya que se trataba de obras efímeras y los integrantes de la agrupación, por lo que se deja entrever en los videos, creían más en el aura de la obra tradicional individual. Estas pinturas y esculturas atesoradas, que no forman parte de la muestra más que a través de su registro en video, han envejecido; por otra parte, son apenas ruinas lo que queda materialmente de las obras grupales, mucho más afines en su lenguaje plástico a las obras neoconceptualistas de hoy.
Esta historia empieza en invierno de 1989: frío, humedad, hiperinflación, saqueos, estado de sitio. Los tanques en la calle, una vez más. La primavera alfonsinista, con sus aduladores eslóganes acerca de "la patota cultural", llegaba a un abrupto fin. Surgió en varias cabezas la pregunta que se hacían los personajes de El Chapulín Colorado: "Y ahora, ¿quién podrá defendernos?". La pregunta era retórica: la respuesta, negativa. Fue entonces que Aurelio García y Víctor Gómez prestaron el taller que compartían en la planta alta de la esquina de Paraguay y Tucumán (justo arriba de donde ahora está la panadería Manhattan) para albergar a los aproximadamente 30 estudiantes de arte, provenientes del taller de Emilio Torti y/o de la Escuela de Bellas Artes de la UNR, que fueron convocados por Silvina Buffone y Marcela Cattaneo. Según cuenta Fernando Farina en su texto de catálogo, "Utopías póstumas", estos jóvenes artistas "analizaron la posibilidad de agremiarse, aunque de forma diferente a otras dos organizaciones antagónicas que se habían desarrollado y fracasado poco tiempo antes" (Farina se refiere a la APA y la APROA). La discusión de toda una tarde quedó al fin resumida en una consigna: "sobrevivir y trascender". El grupo se siguió reuniendo semanalmente. Rozarte comenzó sus actividades bajo ese nombre en septiembre de 1989. Al mes siguiente empezó a desarrollarse la gestión presidencial menemista. ¿Quiénes eran los Rozarte? Según la cronología institucional que figura en el CD, de la primera muestra del grupo, realizada en octubre del 89 en Arequito en el marco de la Fiesta de la Soja, "participaron con obras individuales, Gabriela Aloras, Patricia Basiliades, César Baracca, Ruth Boselli, Buffone, Cattáneo, Hugo Cava, Raúl D'Amelio, Marta Dunster, Gabriela Gabelich, Marisa Gallo, Aurelio García, Alina Marinelli, Miguel Passerini, Cristina Olguín, Germán Svetaz, Oscar Vega, Beatriz Vignoli, Pancho Vignolo, Gustavo Goñi, Verónica Serra y Víctor Gómez". En la primera reunión grupal estuvieron presentes, además de Buffone y Cattaneo: "Gabriela Aloras, Patricia Basiliades, César Baracca, Ruth Boselli, Hugo Cava, Raúl D'Amelio, Marta Dunster, Gabriela Gabelich, Marisa Gallo, Aurelio García, Alina Marinelli, Miguel Passerini, Cristina Olguín, Germán Svetaz, Oscar Vega, Beatriz Vignoli, Pancho Vignolo, Gustavo Goñi, Verónica Serra" y otros. Hubo un tibio intento de convertirlo en asociación civil, impulsado por Raúl D'Amelio y quien suscribe, que no prosperó. Hubo deserciones. En agosto de 1991, el grupo le alquiló un galpón en el centro de manzana de la calle Entre Ríos 861 a la psicóloga y docente de traducción Cristina Goytía, quien manejaba una academia privada de idiomas y otras actividades en el local de la planta alta que daba a la calle. Al crearse el Galpón Rozarte, el grado de compromiso se hizo mucho mayor, implicando incluso un sacrificio económico que no todos podían sostener, por lo que el grupo se redujo. Para 1994, quedaban apenas seis integrantes. Rozarte hizo muchísimas cosas en los ocho años que duró su existencia: obra individual, obra colectiva, muestras, giras, participación en dos bienales locales y en los dos Encuentros en la Cumbre, creación y sostenimiento de un centro cultural independiente... y el jueves 3 de abril se reunió de nuevo para inaugurar Rozó y celebrar su pasado, con poses para fotos colectivas dignas de los más nobles dinosaurios del rock and roll.
Con varios cambios en su equipo, el grupo trabajó hasta marzo de 1997. Lo que puede verse en Rozó es apenas la punta del iceberg: están los afiches del ciclo anual de video arte, las carpetas institucionales, las invitaciones a las muestras. El resto está "guardado en la memoria" de testigos y protagonistas. Por ejemplo, la muestra realizada por Gabriela Aloras en El Galpón Rozarte en el verano de 1994 a 1995 a su retorno de Europa, que consistió en una pura experiencia de compartir (tiempo, cenas, fotos, revistas y hasta ropa) fue quizás la más indudablemente contemporánea de las acciones del grupo; hoy, es sólo un recuerdo.
Pero el trabajo de Rozarte fue revisado posteriormente por varias agrupaciones responsables de una serie de iniciativas surgidas a partir del milenio actual. Rozarte tuvo un perfil específico, relacionado con el de aquellos grupos argentinos que surgieron luego, asumiendo distintos grados de compromiso con lo político, lo social y con el ámbito cultural. Son grupos que generaron una situación concreta, ampliando el espectro de análisis en torno a los desarrollos de las artes visuales a través de la gestión artística. Cuestión que ha sido eje de distintas publicaciones y encuentros de reflexión y debate en los últimos años, y lo seguirá siendo.
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