Domingo, 11 de mayo de 2008 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › UNA ENTREVISTA CON LEÓN FERRARI QUE EXPONE UNA MUESTRA ANTOLÓGICA EN EL CASTAGNINO
León Ferrari es un artista que toma posición ante los hechos de la realidad y que funda sus prácticas en un punto de partida ético. Su obra constituye un desafío a la mirada cómoda.
Por Beatriz Vignoli*
El pasado martes, en una inauguración multitudinaria, quedó abierta al público en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino (avenida Pellegrini 2202) la muestra León Ferrari. Antológica. Allí, hasta el domingo 29 de mayo, se exponen, junto al vasto conjunto de obras de León Ferrari fechadas entre 1976 y 2007 que fueron reunidas en el marco del programa de incorporación de obras del Museo Castagnino+MACRo, una selección de obras pertenecientes en su mayoría a la colección del artista, que han sido elegidas por su vinculación con las del patrimonio. Figuran entre otras piezas: Los famosos Juicios Finales, una serie de maniquíes, esculturas de alambre, algunos poliuretanos, un conjunto de Relecturas de la Biblia, brailles, una pieza del grupo de los Mimetismos, una selección de botellas y varios objetos. Esta exhibición es la primera antológica de carácter retrospectivo que se hace en Rosario sobre Ferrari. La curaduría estuvo a cargo del equipo curatorial Castagnino+MACRo, con la asesoría de Andrea Giunta y Liliana Piñeiro. Ausente con aviso, Ferrari no vino: "Estoy viejo y cansado", declaró desde Buenos Aires en una entrevista telefónica exclusiva a Rosario/12, la única que concedió en esta ocasión.
Lúcido y sin pelos en la lengua, el ex participante de Tucumán Arde fue consecuente con el título de aquel manifiesto firmado con otros hace 40 años: "Siempre es tiempo de no ser cómplices". León Ferrari es un artista que toma posición ante los hechos de la realidad y que funda sus prácticas en un punto de partida ético. Su obra constituye un desafío a la mirada cómoda. Es una condena de aquellos valores occidentales que justifican la tortura, la destrucción de culturas y la invasión contra el diferente, ya que, como afirmó Walter Benjamin, "no existe ningún documento de civilización que no sea al mismo tiempo un documento de barbarie". Para interpelar al público, Ferrari acude al legado de las vanguardias históricas. Recupera la rica tradición del montaje de imágenes cultivada, desde distintos fundamentos de valor, por las vanguardias rusas posrevolucionarias, por el dadaísmo y por el surrealismo. Así, construye un arte del montaje y del recorte, de la apropiación y el reprocesamiento. Recorta formas culturales y las vuelve a presentar en otro contexto. Utiliza la forma en tanto herramienta cognitiva y perturbadora.
El año pasado, el artista fue galardonado con el premio más importante de la 54º Bienal de Venecia. El premio, como apunta Nancy Rojas en el texto del catálogo, "resignificó una etapa que abarcó una serie de conflictos sociales, judiciales e institucionales, surgidos en el marco de su muestra retrospectiva en el Centro Cultural Recoleta, curada por Andrea Giunta en 2004".
"Entraron y rompieron obras", evoca Ferrari refiriéndose a los desmanes cometidos en aquella muestra por fieles de la misma religión católica cuyos representantes declararon luego que las obras "provocaban" a la violencia. "Mientras uno se queda quieto ante los disparates que dicen en la misa, ellos en cambio se metieron a rezar. Demostraron que son intolerantes". Cabe recordar que aquella exposición fue censurada y vuelta a abrir. En el expediente que decidió la reapertura (y que puede leerse y bajarse completo en leonferrari.com), el Dr. Horacio Corti hace una defensa ejemplar de la libertad de expresión, y por supuesto de la muestra. "Estuvo muy bien él", recuerda Ferrari. "Es un texto para tener en cuenta en todo lo que se refiera a la libertad de opinión".
Pero Corti termina su alegato con una sorprendente "segunda reflexión" sobre la obra más célebre de Ferrari, "La civilización occidental y cristiana" (1965). Dicha imagen de un Cristo crucificado sobre un bombardero yanqui, un manifiesto visual construido mediante un montaje escultórico que aludía directamente a la guerra de Vietnam, fue presentada ese año en el marco del Premio Nacional Di Tella pero no pudo ser exhibida en aquel momento, dada la autocensura del artista a instancias del curador, Romero Brest. En un típico destino de ready made vanguardista (ocultada en su origen, objeto de narraciones y al fin icono desmaterializado) el Castagnino la reproduce en innumerables afiches que el público rosarino puede llevarse a casa por sólo 5 pesos. Escribió Corti en el mencionado expediente del 27 de diciembre de 2004, caratulado Asociación Cristo sacerdote y otros contra el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires sobre otros procesos incidentales, que la obra "puede verse como una crítica cristiana a la civilización actual, o a los aspectos mortífieros (y crueles) en la sociedad. Según esta lectura, es Jesús mismo el que es una y otra vez crucificado por las acciones crueles de hoy. Allí cuando un avión ataca con crueldad la vida humana, allí está Jesús sufriendo una crucifixión. [...] Se estaría ante una crítica cristiana a la sociedad actual, que en general se dice cristiana, pero que quizás, según esta visión, lo sea menos de lo que pretende".
-¿Está usted de acuerdo con esta opinión?
-Es una obra ambigua y puede darse esa interpretación. Representa las dos crueldades: imperialismo y cristianismo. Me parece una religión terrible, con esa idea intolerante de castigar y torturar al diferente, que no piensa como uno. Esa intolerancia continúa en toda la civilización occidental: Bush, nuestra dictadura, siguen la intolerancia de la religión cristiana.
-En obras suyas usted cuestiona la complicidad de artistas como Giotto y Michelangelo.
-Eran cristianos. Son los publicitarios y los ilustradores, maravillosos, por cierto, de esa intolerancia. Cuando pintan el infierno son cómplices, están ilustrando las amenazas cristianas de torturarnos si no nos plegamos a los desatinos de esa religión.
Debemos remontarnos a los años '60 para rastrear el origen de la posición de León Ferrari ante el estado del campo del arte. En el transcurso de esos años, un conjunto de artistas latinoamericanos comenzó a impugnar el paradigma modernista de posguerra. Según dicha versión sobre el arte moderno, la esfera cognitiva corresponde a la ciencia; la esfera normativa se ocupa de la ética, la moral y la política, y al arte sólo le concierne la esfera expresiva.
A comienzos de esa década, la caligrafía ilegible de un dibujo titulado "Carta a un general" por León Ferrari puso en obra un diálogo imposible con el poder. La de Ferrari es una obra de recepción, que no existe sin el público. Si hay un género literario que la caracteriza y define, es el de la carta. "Carta a un General es de 1963. Fue la época de los azules y colorados, cuando los diarios hablaban de los generales a ver qué hacían. Carta a un General es una escritura deformada".
-¿Pero había un texto escrito?
-Sí, había un texto que no se entendía. Otros de mis dibujos son completamente abstractos.
-Las cartas son cruciales en su producción, no sólo plástica.
-Hice pocas "Cartas"... pero cartas, sí, escribí unas cuantas. Le escribí a la Carrió, que estaba con su gran cruz y que se puso en contra de la muestra. Le escribí una carta al Secretario General del Ejército en respuesta a la crítica que hace a mi fotomontaje donde mezclo un colegio militar y la svástica. El Ejército estaba enojado porque yo había agredido al colegio militar donde se formaba la ética... la ética del exterminio a los que se oponían a sus ideas, como digo yo. La Iglesia estaba con ellos. Es la Iglesia que estuvo con la dictadura, que estuvo con Menem. Afortunadamente no está con Kirchner. El de Kirchner es un gobierno laico. ¡Que los cristianos no pretendan que las leyes de ellos valgan para todos! Valen sólo para ellos mismos si no están contra nuestras leyes.
-¿Usted encuentra comparable la intolerancia de la Iglesia a la del nazismo?
-Hay una diferencia entre el cristianismo y el nazismo. El cristianismo pintó sus terrores. Pintó la caza de brujas, los exterminios reales. Los nazis no pintaron sus crímenes.
-¿Cómo concilia su crítica de la Iglesia y el hecho de que su padre hiciera arte sacro?
-Mi padre era arquitecto y pintor. No era un católico militante, era un artista. En Córdoba, tiene una cantidad de iglesias, entre ellas la más importante de la ciudad, la de los Capuchinos. No hay nada que "conciliar", no hace falta. El hizo su trabajo, yo hago el mío.
*En colaboración con Sabina Florio y con datos aportados por el Museo Castagnino.
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