CULTURA / ESPECTáCULOS › LO ALBERGADO, úLTIMO LIBRO DE MARíA PAULA ALZUGARAY
Nacida en Coronda y residente en Rosario, Alzugaray escribe textos dotados de unidad, radiantes de sentido, novedosos y exquisitos, de una experiencia epifánica que eleva al yo lírico. Y permiten comprender, reconciliarse, compartir.
› Por Beatriz Vignoli
"Desesperada noche que no existe. / Grano de anís. / Lo negro siente nostalgia del tordo. // Loa mía / toda antorcha / en la oscuridad de Coronda". La de María Paula Alzugaray (Coronda, 1974, radicada desde 1992 en Rosario) es una voz hondamente lírica, donde reverberan ecos de toda una tradición modernista local. El preciosismo demiúrgico de Aldo Oliva, el existencialismo elegantemente descarnado de Willy Harvey, la precisión y la espiritualidad de Beatriz Vallejos, la concisión imagista de Celia Fontán o Edgardo Zotto, la emoción transida y el misticismo secular de Concepción Bertone, hasta el inimitable juego barroco de Hugo Padeletti parecen converger en esta poesía que de "joven" no tiene nada. Es decir, si por joven se entiende la poesía al uso contemporáneo, la que dialoga con lo trash y con lo pop en los márgenes entre arte y chatarra. Aquí no hay nada de eso. "Otras influencias mías son los clásicos de la historia nuestra: Alfonsina, Girri, y el mexicano José Gorostiza, de principios del siglo XX. Me gusta mucho el modernismo, no me puedo desprender de eso, si puedo poner tres adjetivos en vez de uno lo hago", cuenta la autora a Rosario/12. "Nosotros en Rosario miramos más a Centroamérica y al interior que a Buenos Aires. Incluso mi grupo de Buenos Aires (Marcelo Silva, Carlos Juárez Aldazábal, Sergio De Mateo, Claudia Masín) son chicos que fueron a la ciudad pero viniendo de Salta, de Corrientes, del sur o del Chaco. No me apasiono en contra de la poesía del 90: estamos tejiendo algo nuevo, dentro de 40 años sabremos qué quedará".
Ajenos a toda estridencia neovanguardista, pensados acaso con esa voluntad de perdurar, los poemas de Alzugaray son piezas cuidadosamente construidas siguiendo el criterio modernista del poema como obra de arte. Criterio al que se le suma un sesgo romántico de "autenticidad". El poema como obra de arte es aquí la comunicación dotada de unidad, radiante de sentido, novedosa y exquisita en cuanto a la forma, de una experiencia epifánica que eleva al yo lírico (identificado con el yo anímico, real, del o la poeta) por sobre lo ordinario. Tal epifanía permite comprender, reconciliarse. Compartir esa experiencia iluminadora a través de un texto lo más bello posible parece ser entonces la función del poema, cuyas altas cualidades estéticas están supeditadas al hallazgo y la transmisión de una especie de verdad instantánea, fugaz. Lo que el poema dice (o muestra, más bien, ya que la imagen tiene en él un rol importante; sobre todo la procedente de la naturaleza o los afectos) no es "la" verdad, sino un atisbo momentáneo de algo que vale la pena atesorar para darlo a otros. Y la orfebrería de su forma trabaja en la veta de esa casi revelación: "con pescados y palitos flotando / el agua / gaviotamente / se traza / ¿juncos en una pintura china? / como vidrio y arcilla: lo marrón. // Loa mía / toda antorcha / de la siesta en Coronda".
Como no podía ser de otro modo tratándose de una obra que hace un uso romántico temprano de una tardía tradición modernista, el sujeto de estos poemas es sólido: no duda de sí, no se deconstruye, no se presenta jamás como artificio. Confluye con quien es la poeta en su vida real, vida real que es indisociable de su poesía. Por eso, las maneras que ella elige para presentar y hacer circular su trabajo son perfectamente consecuentes con el ideal ético y estético que rige toda su poesía. El libro, materialmente hablando, es una pieza de artesanía de alta calidad, y de ningún modo un producto industrial. No se ofrece en librerías ni en presentaciones, sino que circula de mano en mano a través de los contactos sociales de la amistad. Los libros están hechos uno por uno, impresos en tinta sepia sobre papel beige, cosidos a mano en tapa dura forrada con un suave papel tisú color mostaza. Tiene una portada roja, una ilustración de tapa y otra muy alegórica en las portadillas. La de tapa es una hermosa y delicada foto de dientes de león, mientras que el super ex libris a doble página es un dibujo japonés casi invisible de tan leve y representa las palmas de dos manos sosteniendo una frágil mariposa. El formato es significativo: el libro cabe en el bolsillo de un abrigo invernal, o cómodamente en la mano, como un misal. (Recomendación para soldados sentimentales: llevarlo en un bolsillo interior, sobre el pecho. El cartón es muy bueno, aunque no cabe garantizar que pueda detener alguna bala.) En suma, Lo albergado está hecho para serlo. Es un libro para leer al sol, mate en mano, demorándolo como a un muy buen vino tinto. No hay solapas: apenas una humildísima bio de cinco líneas al final.
"Escribe desde 1988. Este es su primer libro publicado". Su autora explica que dos primeros, Inmaculada cortesana y Eternidad en la fuga, permanecen en los cajones por ahora. "Ahí están, amarilleándose". El libro no dice que María Paula Alzugaray es Licenciada en Letras por la Universidad de Rosario, que ha publicado poemas en unas diez antologías, que obtuvo un primer premio en el Concurso de Poesía de la UNR en 2002, que condujo micros radiales ni que ha colaborado en dos periódicos y en la revista madrileña Amargord. Llevan además su firma artículos en varias publicaciones literarias de Rosario, donde ha coordinado talleres. Entre ellos, en Rosario: el Taller del Paraná con Mercedes Gómez y Los Lanzallamas con Fabricio Simeoni; también algunos en Coronda. Desde 2004 coordina el área literaria de la Casa de la Poesía de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario, cuya revista bimensual Boga dirige. "El número 1 salió en el año 2006 y ya hay 10 números editados, siempre con una temática por número: el color, la celebración, el regreso, el patio". Alzugaray es además compiladora de antologías de poetas jóvenes (o ya no tanto) de Rosario, al ritmo de una cada dos años. Dodecaedro (2004) se llamó así porque reunió a doce poetas en torno al tema de la ciudad. Lo publicó el Concejo Deliberante de la Municipalidad de Rosario en el marco una serie de ediciones de autores locales con motivo del III Congreso de la Lengua, con un estudio preliminar por Claudia Caisso. Pulpa (2006) trató literal y metafóricamente el tema del alimento, y fue auspiciado por La Segunda. Títulos, diseño y algunos otros detalles son decididos democráticamente por el grupo de antologados, mientras que la antóloga negocia las cuestiones más bien técnicas y presupuestarias con cada patrocinador. Actualmente se encuentra en preparación una tercera, tema: la construcción, "auspiciada por empresas y fundaciones del rubro, aunque no necesariamente".
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