Desde Santa Fe

Como viene ocurriendo en los últimos años el teatro que se ve a lo largo y a lo ancho el país, ha retornado a una búsqueda que intenta dar respuesta a las reincidentes crisis de la sociedad argentina, a través de uno de sus exponentes clásicos: La familia. Una familia que es una metáfora de las contradicciones ancestrales de una país que comienza a mirarse desde sus orígenes y que todavía no encuentra las claves del tan mentado ser nacional. Es por eso quizás que el ya legendario grupo porteño Los Macocos se apoyaron en aquel emblemático Don Juan de Tirso de Molina, para indagar en "Don Juan de acá (el primer vivo)", acerca de la viveza criolla y sus funestas implicancias en la constitución traumática de la nación.

Los Macocos para saborizar esta nueva creación mixturaron el tema de Don Juan con especias provenientes de la pluma de Moliere, Baudelaire, Los Tres Chiflados, Mozart, todos al servicio de una empresa ambiciosa: encontrar la huella del "primer vivo" argentino.

Después vendrán todos los demás que se acomodaron como el personaje de la obra transando con realistas y patriotas hasta insertarse en una historia que los sigue reproduciendo a partir del consenso que los pueblos les conceden, eclipsados por su "simpatía" y el arte de la seducción que los sostiene en el poder de turno.

No es casual entonces que uno de los trabajos más sólidos teniendo en cuenta este análisis, haya sido el propuesto por los rosarinos de la Saga Teatral Argentina arde, a través de sus dos capítulos "El secreto" y "La transa", dirigidos por Pablo Fossa.

Con un inteligente trabajo de dramaturgia de alguien proveniente del cine como Juan Pablo Giordano, se profundizaron las vertientes literarias y teatrales del universo de Roberto Arlt y Florencio Sánchez, dos auténticos escudriñadores de la idiosincrasia argentina, siempre vigentes.

Los vivos ahora se disfrazan de rufianes melancólicos, de hombres atormentados como los personajes de "El amor brujo" o "Los siete locos" y construyen los cimientos de una argentina cuyo esplendor pareciera estar eclipsado por seres subterráneos siempre al borde de la corrupción y la violencia contenida.

Una radio vieja desgrana el preciso instante en que los bombardeos de la Marina de Guerra inician el primero de una serie de atentados criminales contra el pueblo argentino, con el pretexto del derrocamiento del general Perón.

La mayoría de los espectáculos presentados en este Argentino Teatro lograron en mayor o menor medida cierto espejamiento con personajes que componen ya una fauna bien diferenciada y que forman parte de la gran tragedia argentina, aunque esta se presente con máscaras risueñas.

La historia de la traumática educación argentina baila al ritmo siniestro de "El trompo metálico", escrita y dirigida por la porteña Heidi Steinhardt, un trabajo con reminiscencias de autores como Gambaro o Pavlosvky por citar algunos de los que trabajaron sobre las relaciones de poder en el marco familiar.

El teatro también se permitió responder con su poética, a la aberrante mirada cómplice de los medios de comunicación frente al asesinato de los piqueteros Kosteki y Santillán, atraves de "K y S" escrita y dirigida por el cordobes Jorge Villegas.

En otro registro el Grupo Punto T de la ciudad de Rafaela, presentó "El Rutilante Cabaret", con dirección de Marcelo Allasino. Un cabaret esperpéntico con personajes que también retratan la sordidez de un espacio donde el poder y las relaciones entre un grupo de artistas aparecen como encubiertas detrás de las mascaras del placer.