CULTURA / ESPECTáCULOS › TEATRO. INSPIRADA EN EL FILM EL BAILE DE ETTORE SCOLA, PERO CON AIRE NACIONAL.
Como hilo unificador, el baile atraviesa todo el espectáculo, conectando breves historias que van desde la década del 30 hasta acontecimientos políticos y sociales más recientes. En el Teatro Nacional Rosario (Córdoba 1331).
› Por Edgardo Pérez Castillo
Espacio de encuentro, de encanto, risa y esperanza. También, de desilusiones, llanto y desamparo. Todo eso, y más, es sinónimo del salón de baile "La Argentina", ése que será el epicentro y motor para que El bailongo argentino desarrolle su síntesis de la historia nacional. Versión ampliada del proyecto que Luis María Fittipaldi, su actual director, realizara a principios de los 90, la obra tendrá esta noche a las 21 su segunda función en el Teatro Nacional Rosario (Córdoba 1331), al que regresará los sábados 15 y 22 de noviembre a las 23.30. Coproducida por un grupo conformado por más de treinta actores, bailarines y técnicos, la puesta tiene como fuente de inspiración al film El baile de Ettore Scola, pero se nutre de acontecimientos históricos argentinos. Como hilo unificador, el baile atraviesa todo el espectáculo, conectando breves historias que van desde la década del 30 hasta acontecimientos políticos y sociales más recientes.
Acompañado por los actores Emilio Dei-Cas y Sofía Pagani, el director Luis María Fittipaldi dialogó con Rosario/12 y relató el surgimiento de un proyecto que salió a la luz en los primeros años de la década menemista: "Había hecho la obra en el año 92, en la provincia de Buenos Aires, con 16 personas. La idea era hacer una zaga, porque en ese momento la obra terminaba en la época de Alfonsín. Sin darme cuenta, este año se cumplían 25 años del estreno de El baile de Scola y 25 años de la democracia en Argentina. Y no es una obra política, pero sí tiene aristas políticas muy agudas, se tocan muchas cosas, los desaparecidos, Perón, pero son como flashes, no hay textos sino fragmentos de cosas y frases famosas desde el Proceso para acá. Trabajamos en base a frases hechas de la historia argentina, y trabajé mucho con los planos de los chicos, con la influencia del cine. Porque no hay un texto, sino que son historias que se desarrollan en dos o tres minutos".
En ese sentido, Pagani apuntó: "Son también las vivencias de esos personajes en el salón de baile a través de la historia. Por eso no todos los cuadros tienen tan marcado en qué año están, sino que se ven marcados por la vestimenta, por la música y por el mozo, que tiene su representación ahí. Son cuadros breves, que tienen la dinámica de la música". Así, son más de 25 artistas los que asumen diversos personajes, superando el centenar de historias en un mismo espectáculo.
Realización que, por otra parte, es producida de manera cooperativa por todo el grupo. Con un porcentaje mayoritario de actores y bailarines jóvenes, el elenco incluye a tres nombres de experiencia: Miguel Chiaudano, Mariana Russo y Cristian Valci. Apuntado por Fittipaldi como "una gran revelación", este último se corrió de su registrado estilo actoral para ponerse en la piel del mozo del salón La Argentina, oficiando como conector entre distintas escenas.
Mientras tanto, la veintena de actores que completan el elenco se desdobla para interpretar diversos personajes, conviviendo además con bailarines y artistas provenientes de distintas ramas. Dei-Cas destacó el valor de ese intercambio: "Personalmente estoy acostumbrado al teatro, y es la primera vez que trabajo con bailarines y gente de otro palo, algo que fue productivo, porque aportan desde otro lado. Tienen una gestualidad bastante diferente a la que manejamos los que estamos en teatro. Sacamos muchas cosas de éso. También estuvo el hecho de volcarnos sólo a lo gestual, trabajar sin palabras".
En esa misma línea, Fittipaldi explicó que "hay mucho juego corporal", y concluyó: "Es un espectáculo que es extraño y diferente. El teatro no le salva la vida a nadie, pero para nosotros es un trabajo de doble devolución, porque todo está producido por el grupo. Además yo me moría de ganas de poder estar trabajando como actor junto con ellos, pero después de haber trabajado el año pasado en El Desván de Patricia Suárez, tenía ganas de dirigir. Y laburar con estos chicos, con gente de distinta extracción. Y no me voy a poner en la posición de dramaturgo que dice: `Esto está genial`. A mí la obra me sigue emocionando y divirtiendo, pero el veredicto te lo da la gente".
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