Lunes, 6 de abril de 2009 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › "CUENTA REGRESIVA", UNA MIRADA DISTINTA SOBRE LOS PELIGROS DEL TERRORISMO
Desde las premisas del cine de ciencia ficción, el filme que protagoniza Nicolas Cage utiliza la paranoia como un clima de época a superar, basado en un mensaje escrito por niños 50 años atrás. El apocalipsis, según parece, viene por otro lado.
Por Leandro Arteaga
Cuenta regresiva. (Knowing). Australia, 2009
Dirección: Alex Proyas.
Guión: Ryne Douglas Pearson, Juliet Snowden, Stiles White.
Fotografía: Simon Duggan.
Montaje: Richard Learoyd.
Música: Marco Beltrami.
Intérpretes: Nicolas Cage, Chandler Canterbury, Rose Byrne, D. G. Maloney, Lara Robinson, Nadia Townsend.
Duración: 121 minutos.
Salas: Monumental, Del Siglo, Showcase, Village.
Puntaje: 7 (siete) puntos.
Hagamos caso omiso, si se puede, respecto de esa especie de efigie estatuaria y ralentada desde la que construye sus personajes el actor Nicolas Cage. Existen un par de excepciones, convengamos. Pocas pero buenas. Pensemos en Educando a Arizona, Adiós a Las Vegas o, sobre todo, en la magnífica El ladrón de orquídeas. Pero son sólo casos aislados. La norma nos dice que el sobrino de Francis Coppola sabe cómo resultarnos anodino y exasperante.
Pero decíamos, justamente, de correr un velo ante este preconcepto y atrevernos a la propuesta de Cuenta regresiva, film con el que su realizador, Alex Proyas, nos devuelve un cine afín al de sus primeros títulos: El cuervo (1994), film de culto maldito que supuso la muerte de su protagonista, Brandon Lee; y Ciudad en tinieblas (1998), cuya propuesta noir sobrecargada -pero atractiva- terminaba por atentar contra el mismo argumento. (Dejemos de lado aquel despropósito que respecto de la novela de Isaac Asimov -Yo, robot- Proyas filmara con el actor Will Smith).
La acción de Cuenta regresiva nos sitúa en plenos años '50, en una escuela donde la maestra propone a sus alumnos, de cara a los niños del nuevo milenio, dibujar el futuro que imaginan para depositarlo dentro de una cápsula del tiempo. Sólo la pequeña Lucinda no respeta la consigna y desarrolla una extensa carta numérica, sumida en un transe que la obliga, incluso, a escribir con sus propias uñas y sangre. Es este sobre el que recibirá, cincuenta años después, el hijo del profesor John Koestler (Nicolas Cage).
A partir de allí, el interés inexplicable que el mensaje cifrado genera. Como si fuese un imán que involucra a su portador dentro de una incógnita a develar. Situación que terminará por provocar un desafío casi delirante que, merced a la depresión alcohólica que significa el amor fallecido, sumerge al profesor en una búsqueda de distracción pero, luego, de paranoia.
Los números guardan fechas claves en las que acontecieron desastres y atentados puntuales. El que primero surge y de modo obvio, sea tanto para personaje como espectador, será el de las Torres Gemelas. A partir de allí la correlación entre las demás fechas y los números, mientras son otras las cifras que prometen desastres similares, eslabones que, parece, determinarán un apocalipsis final.
Y aún cuando la premisa del film resulte de interés dudoso, lo cierto es que a medida que Cuenta regresiva nos envuelve en su misterio, es capaz también de generar ciertas sorpresas que la distinguen de títulos con temáticas similares. Más la omnipresencia de los misteriosos hombres que susurran y seducen a los niños protagonistas del relato, sea a través de sueños o de apariciones neblinosas. Todo ello de cara a una apoteosis última que, en sintonía con prédicas actuales ligadas al ecologismo, le permiten al film funcionar de manera creíble.
En este sentido, Cuenta regresiva se distingue por un clima de época que la hermana con otras propuestas tales como la remake de El día que la Tierra se detuvo (2008). Ante el nuevo panorama político estadounidense, el extraterrestre ha dejado de ser una amenaza para el cine de ciencia-ficción, tal como lo entendió -paradójicamente el mismo realizador de ET y Encuentros cercanos del Tercer Tipo- Steven Spielberg en Guerra de los mundos (2005). El fantasma del terrorismo, en este sentido, será uno de los miedos sociales que el profesor Koestler deberá superar. El atentado deja de ser la razón de los problemas. Será por ello significativo que el primero de los accidentes -ya no sabotaje ni, decíamos, atentado- que habrá de ocurrir tenga por víctima a un avión (situación que el film resuelve de modo impactante).
El otro aspecto que recorre la propuesta de Cuenta regresiva, aún cuando lo haga desde la simpleza que permite el cine norteamericano, es la reflexión sobre el avatar de los acontecimientos como resultado de un azar puro o de un determinismo absoluto. La mirada final, con el acento puesto en el nuevo inicio, parece elegir entre una de las dos opciones.
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