Lunes, 14 de septiembre de 2009 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. LAS VIUDAS DE LOS JUEVES, ENTRE EL MUESTRARIO Y UN AMBICIOSO ENIGMA
El proyecto más ambicioso del director Marcelo Piñeyro tiene fallas de guión y no logra articular el relato coral. Por el contrario, el afán de protagonismo de las estrellas convocadas conspira contra la historia de crímenes en un country.
Por Emilio A. Bellon
Algunos, desde la página de espectáculos, declaran de manera enfática que ya el cine argentino ha alcanzado su punto máximo, refiriéndose de manera directa a los films de Campanella (El secreto de sus ojos) y de Piñeyro. En los días previos al estreno de Las viudas de los jueves numerosos espacios de la ciudad exhibían los sugestivos afiches que presentan, como rasgo común, un elenco multiestelar y que muestran, por igual, rostros circunspectos de mujeres vestidas de negro, precedidas en su franja superior por los rostros de sus pulcramente vestidos caballeros. En color rojo se destacan una rosa en la mano de una de ellas y el vocablo "viudas", expresión que en el film se menciona de pasada en un momento en el que se hace alusión a un modo de estar, un determinado día de la semana.
Basada en la galardonada novela de Claudia Piñeiro, homónima, el título del film del director de Plata quemada nos ofrece lo que es, tal vez, su producción más ambiciosa. En carácter de coproducción, Las viudas de los jueves es un film que intenta combinar cierta intriga y un pretendido juego de caracteres psicológicos. Atento a la puesta en escena, y pese a dos firmas en la escritura del guión, el film que hoy comentamos, no pasa de ser, para quien firma esta nota, un diluido relato que no llega a articular las diferentes piezas que se muestran en diferentes tiempos.
En el comienzo se expande cierto suspense, fecha, hora, año. Corre el 2001 y aquí el film se propone (sin llegar a ello) enmarcar problemáticas individuales y familiares en los acontecimientos de aquel año en el que estallaron protestas y la situación financiera, para muchos, se vio amenazada. Sólo a través de ciertos pantallazos de noticieros en la TV y alguna que otra referencia hacen pie en este momento conflictivo. El espacio elegido, tal como la novela lo señala, es el de un country, alejado de la gran urbe, cerrado y custodiado; asiento de toda una clase social que ve pasar sus horas vestida de resplandeciente blanco, que pasea su silueta en el espejo de amplias piscinas de azul turquesa y que han adoptado la partida de tenis como forma de vínculo.
Hasta este punto Las viudas de los jueves logra en el primer tramo del film crear una atmósfera de tedio, de ese tiempo que transcurre en el que, ni siquiera, tiene lugar una palabra que comunique. Pero el film de Piñeyro tiene grandes pretensiones, a partir de habernos mostrado previamente, ya desde el inicio, tres cuerpos flotar, tres hombres muertos, en ese escenario artificial.
Se supone que estos cuerpos crean un enigma, pero lo dibujan a medias. En un ir y venir entre presente y pasado, el director ha estado tan atento a la puesta en escena, a los preciosistas encuadres, a la pulcritud de los movimientos de la cámara, que, por momentos (los más) ha olvidado el carácter narrativo de su exposición.
Se supone que si se plantea cierta intriga (ya desde el guión clásico) la misma debe comenzar a insinuarse en los momentos posteriores. Pero hay algo más aún frente a esta ausencia, cada uno de los actores reclama tanto el protagonismo, en función del concepto de estrella, que se pierde ese carácter de "relato coral" al que aspira el film.
Las viudas de los jueves se puede llegar a experimentar como una sucesión de escenas desconectadas sacudidas por ciertas conversaciones que apuntan a un "querer trascender". Los diálogos se mueven entre los más reconocibles estereotipos y vemos en diferentes momentos cómo cada personaje recita su parlamento y luego hace mutis por el foro. Ante la carencia de un guión sólido, ciertas intervenciones resultan poco verosímiles.
Más allá de algunas preguntas referidas a "¿cómo ocurrió esto?", "¿Por qué?", la narración del film de Marcelo Piñeyro (sigo prefiriendo Kamchatka y El método) no logra sostener cierto suspense, cierto clima de thriller que sí tenía Plata quemada, sobre la novela de Ricardo Piglia; y tampoco dibuja la pretendida tensión entre los personajes, desde sus conductas, a no ser por algunas verbalizaciones explícitas.
Del elenco se destacan la pareja que compone Leonardo Sbaraglia y Gabriela Toscano, tal vez, los más definidos en su construcción como personajes. Estos actores guardan un contraste notable con los otros integrantes. En el otro extremo Pablo Echarri, en su rol de gerente de una gran empresa, repite hasta el hartazgo sus habituales tics compositivos, en su rol de mandamás, con frases que resultan altisonantes y con cigarro en boca. Ya no se trata aquí de personaje, sino de moldes fijos, quizá, como una gran franja del público los quiere ver.
Frente a aquel enigma inicial se despliega una gran obviedad: todo resulta previsible, desde ese juego temporal que fatiga y que lejos de aportar elementos los repite. Demasiados personajes, demasiadas vidas íntimas para un relato que podría haber acusado no sólo rasgos de un film de género, sino de mirada crítica sobre el llamado bienestar de una clase social; que ahora, teme, en este año 2001, que los habitantes de la villa tomen por asalto sus privilegiadas y resplandecientes residencias.
Piñeyro logra otro costado, y aquí sí, creo, alcanza a dimensionar ciertos conflictos de pareja en el orden de lo íntimo y sexual. Pero son sólo escenas recortadas de un guión que no encuentra su rumbo. En este girar de un espacio a otro, en ese espacio construído como paraíso, que ignora el funcionamiento institucional, Las viudas de los jueves se mueve entre el muestrario y un ambicioso enigma.
Las viudas de los jueves. (Argentina España, 2009)
Dirección: Marcelo Piñeyro
Guión: Marcelo Figueras y Marcelo Piñeyro
Fotografía: Alfredo Mayo
Música: Roque Baños
Intérpretes: Leonardo Sbaraglia, Gabriela Toscano, Ernesto Alterio, Gloria Carrà, Juan Diego Botto, Juana Viale, Pablo Echarri y Ana Celentano.
Duración: 120 minutos.
Cines Monumental, Showcase, Sunstar y Village.
Calificación: 5 (cinco)
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