Miércoles, 1 de septiembre de 2010 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › "LO LEVE DE LOS SIGLOS" DEL POETA ROSARINO RAúL GARCíA BRARDA
Después de una década sin publicar, García Brarda escribe con "los flecos de una utopía", el poema es el lugar donde apostar lo mejor del lenguaje en una lucha contra el tiempo perdida de antemano. El libro fue editado por Ciudad Gótica.
Esta tarde, en el Centro Cultural de la Cooperación (San Martín 1371) se presenta un nuevo libro del poeta rosarino Raúl García Brarda. Titulado Lo leve de los siglos y editado por el sello Ciudad Gótica, el poemario de 86 páginas rompe un silencio de más de una década, transcurrido desde que con Sombras y luz obtuviera el premio José Pedroni en 1994. Otorgado por la Subsecretaría de Cultura de la provincia de Santa Fe, el premio, tal como lo hace habitualmente en el rubro de inéditos, implicó la edición de la obra por dicho organismo oficial.
"La poesía de Raúl García Brarda da cuenta de un paraíso no alcanzado, de los flecos de una utopía por llegar", escribe Jorge Isaías, su editor de entonces, en la solapa del bello libro cuya ilustración de tapa es una pintura de Renoir que obsesiona al autor desde siempre. La misma lealtad a las amistades y fascinaciones de toda la vida se evidencia en las dedicatorias, que arman un mapa de afectos y que junto a la fecha de cada texto cierran la segunda parte del libro, "Otro siglo". Es explícita, en esa zona del libro, la presencia de la música, y de cierto género musical en particular: el jazz, aludido en títulos como "Summertime", el de un poema dedicado al pianista Enrique Villegas. Isaías tiene "su" poema: el bellísimo "Siesta". Allí el autor retoma el ritmo interno y la altura lírica de la impecable y perfecta primera parte del libro, donde los versos son música pura. "Quizás hemos quedado/ para disuadir al instante/ por los despeñaderos del recuerdo", concluye el poeta su "Siesta", y vuelve así a la obsesión que atraviesa toda la obra: el deseo de una imposible negociación con el tiempo implacable.
Si para los poetas y filósofos del Renacimiento el tiempo era el instante que se podía capturar en lo efímero, y si para los barrocos el tiempo era el tirano que todo lo destruía y ante el cual sólo cabían la memoria o la resignación, para el rosarino, que escribe con "los flecos de una utopía", el poema es el lugar donde apostar lo mejor del lenguaje en una lucha contra el tiempo perdida de antemano. Así, ante un tiempo que "aboga por un cielo de perfiles difusos", el misterioso "nosotros" acaso lírico, acaso épico del poema (¿todos nosotros? ¿vos y yo?) se limita a desear "tenuemente/ que la luna prolongue las últimas estatuas". Se trata de una realpolitik aplicada a la búsqueda de la belleza mediante la epifanía y la palabra, pero que no por estética deja de ser la hoja donde se leen al trasluz otras políticas, otros tiranos, otras luchas. Pero no siempre.
"Miré de nuevo flores/ macetas que rozaban el sueño,/ pensé que la tierra abrigaba sus plantas/ y estremecida por la lluvia/ forzaba los perfiles del aire// nosotros sin embargo/ éramos una línea ensombrecida,/ un amor que vacila/ tras la techumbre del ocaso". El clima a la vez efímero y atemporal que aportan los recurrentes elementos vegetales o domésticos es visitado a veces por el espectro de la historia. "Qué enorme territorio/ hemos de recorrer/ hasta llegar a las ventanas", dice García Brarda, y el bathos final evoca a usos similares de dicho recurso en Edgar Bayley y otros autores de la revista Poesía Buenos Aires, de la que en Rosario fueron contemporáneas pequeñas editoriales como La Cachimba o La Ventana. El de García Brarda (al igual que el de Aldo Oliva, Beatriz Vallejos, Hugo Padeletti o Willy Harvey) es el lenguaje poético del alto modernismo argentino. Otro rasgo que lo sitúa en este período es la elección de las minúsculas iniciales y las frases sin puntos finales, acentuando así el carácter de composición musical y plástica del poema. La edición de Malena Cirasa le respetó esto.
"Ser humano es ser una conversación", dice una vez más Heidegger, en el prólogo del libro, citado por Concepción Bertone, según quien "eso que García Brarda hace en el poema lo hacen también las artes que él más ama: el cine y la música". Sostiene la prologuista que lo que Brarda hace en el poema es la definición misma que Saer da del escribir: "Sondear y reunir briznas de experiencia y de memoria para armar una imagen". Entre la conversación con los pares, continuada aún después de la muerte, y el atesoramiento de esquirlas de lo vivido, se tienden amablemente estos poemas como cifra de lo humano --y contra el tiempo, pero también haciendo de él su materia--, al igual que el cine y la música. El cine esculpe el tiempo, según el cineasta ruso Andrei Tarkovski; Bertone trae esto a colación. Al fin, lo que García Brarda sabe que no podrá hacer como hombre, lo logra como poeta: esa imposible permanencia de lo efímero es donde la enunciación desespera y el enunciado, "tenuemente", triunfa.
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