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Martes, 14 de septiembre de 2010

CULTURA / ESPECTáCULOS › HASTA EL 10 DE OCTUBRE ESTá ABIERTA LA MUESTRA HéROES DE LA DEPENDENCIA

Retratos musicales de Menchi Sábat

"¿Sabe usted lo que el tiempo es capaz de hacerle a un rostro?", parece decir el pincel cruel y a la vez compasivo de Hermenegildo Sábat, en sus retratos que particularizan la pregunta universal sobre la caída con el paso del tiempo.

Caras. Caras humanas. Caras como zapatos viejos. Caras que no son precisamente las de la revista de ese nombre. Venerables arrugas veteranas como marcas de una vida y, en el fondo de los ojos, a veces, una lucecita de inocencia o dignidad que resiste. La galería de retratos anónimos formada por los originales del libro titulado Héroes de la dependencia también podría llamarse Antihéroes de la resistencia. "¿Sabe usted lo que el tiempo es capaz de hacerle a un rostro?", parece decir el pincel cruel y a la vez compasivo de Hermenegildo Sábat (Montevideo, 1933). De trazo feroz como el buril del tiempo, maestro del anti lifting pero compasivo como quien se sabe un semejante de quienes ha retratado, el dibujante pinta con un estilo expresionista que hunde sus raíces en el humus oscuro del genial realismo de Goya y rescata el género vanitas para esta época.

Recorrer uno por uno los retratos que desde el jueves, bajo el mismo título del libro y a modo de "muestra homenaje", pueblan toda la planta baja del Centro Cultural Bernardino Rivadavia (San Juan y San Martín) es una experiencia tan demoledora como saludable. La exposición podrá verse hasta el 10 de octubre. Dedicado a la memoria de Samuel Paz, el libro Héroes de la dependencia fue presentado antes en Buenos Aires. En Rosario se presentaron libro y muestra como parte del "Programa de Educación a través del Arte" del Grupo Asegurador La Segunda y en celebración del trigésimo aniversario del Centro Cultural Bernardino Rivadavia.

El sentido político nacional que se deja leer en el título particulariza algo que en realidad es un tema universal: la caída a través del tiempo. La fatal caída, la del alma y la de las carnes. Pocos autores hoy se atreven a señalar esto tan humano con tan despiadada ternura y con tan encendida precisión como Sábat, un artista que parece un tesoro de otros tiempos en éstos de retoques quirúrgicos y photoshop, cuando la imagen pública de los ricos y famosos sale lisa en la tele como la de un conejito de chocolate.

Los Héroes de la dependencia no son ricos ni famosos. Su anonimato no les cede máscara alguna. Uno se los imagina golpeados por la miseria de las eufemísticamente denominadas "crisis" y podría suponerse que no representan individuos reales sino tipos, imágenes de seres más o menos generales o ficticios. A la vez, son intensamente reales. Interpelan al espectador, miran a la cámara. Cuando no miran es porque los ojos están barridos por alguna simbólica mancha o tapados por gafas. Los grados de iconicidad de las imágenes también varían y por eso algunas caras son más abstractas, un amasijo musical de líneas que sugieren facciones y trazos de un color fauve, puro; otras tienen un patetismo entrañable en su deformidad deliberada y cada cual verá en ellas a algún familiar o conocido, o a uno mismo en un espejo que adelanta o que ya no.

Se le agradece que sea un poco más piadoso con las mujeres. Hay una suavidad y una síntesis en los retratos de minas que hace Sábat (minas es la palabra; no hay chicas acá) que los convierten en imágenes bellas a su modo, aunque no capten la belleza de la modelo sino todo lo contrario. La emoción estética que la contundente muestra produce no se trata tanto de lo bello sino de lo sublime: aquello que nos aterraría si fuese real.

Pero es realismo y trata de la realidad, como su nombre lo indica. Adquiere así la estatura del gran arte, que ayuda al ser humano a transitar con más sabiduría aquello que le concierne. La belleza de los retratos de Sábat se trasunta paradójicamente en su fealdad, o en cómo las capas y capas de tiempo acumuladas en esos rostros son huella de la lucha por preservar la propia humanidad en un entorno o un sistema que deshumaniza. La valentía con que exhiben la caída en lo real tiene por contrapunto al detalle que conmueve en tanto aloja algo de lo imaginario o simbólico que se preservó.

Menchi Sábat vive en Buenos Aires desde 1966; en esa época fue ilustrador del semanario Primera Plana. Periodista gráfico en ambas márgenes del Río de La Plata (tanto en Clarín como en Marcha) y en medios de Brasil, también colaboró en 1970 para la revista neoyorquina The New Yorker, en 1979 para L`Express de París e ilustró las colecciones de jazz y de música clásica de la editorial Planeta Agostini, España. Atestiguan su producción los libros que publica desde 1971, dedicados a figuras de la música, la literatura y las artes. También fue docente y en 1987 organizó un taller en San Telmo, luego convertido en fundación. Obtuvo en 1988 el premio María Moors Cabot, otorgado por la Universidad de Columbia (Nueva York) por su labor periodística durante la última dictadura militar argentina. Editó en los años noventa la revista Sección Aurea. Desde 1997 es Ciudadano Ilustre de Buenos Aires y en el año 2003 fue nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad de Montevideo, Uruguay.

En una de estas salas, en agosto de 1999, el autor expuso Sábat se muestra. Nadie va a encontrar hoy aquí su trabajo del día a día como caricaturista. Ni tampoco lo que mostró en la sala Schiavoni hace más de una década: su galería de admirados músicos de jazz, a quienes homenajeó además con la presentación de una banda de jazz en la que tocó el clarinete. En las muestras de Buenos Aires, es clarinetista de su banda; en Rosario, en 1999, se reunieron para la ocasión créditos locales: Fernando De la Riestra, Chivo González, Pau Ansaldi, Cuqui Polichiso y Baby Zacarías. El repertorio, de una media docena de temas, incluyó "Según pasan los años" (la música del film Casablanca), "Alguien que cuide de mí", y un blues compuesto por el mismo Sábat.

Ya sea para satirizar a una figura del ámbito político o para homenajear a un artista, Sábat necesita basarse en el parecido y depende de la fotografía, en especial cuando se trata de músicos, pintores o escritores de otras épocas. "No vivo donde sucedieron estas cosas", comentó en una entrevista de Beatriz Vignoli para el suplemento Grandes Líneas del domingo 19 de agosto de 1999. Entonces aclaró que, aunque conozca personalmente al personaje, no pinta del natural. Y: "En vez de repetir una fotografía, se me ocurrió la idea de hacer un comentario de otro tipo. Que es más o menos lo que yo hago en el diario, en el periodismo. Me resisto a hacer un mero retrato de las cosas".

Hoy el rasgo exagerado corre el riesgo de ofender, y ciertos elementos simbólicos que añade a sus figuras le han valido interpretaciones ríspidas. En estas otras obras, Sábat parece inventar el personaje a medida que lo pinta; esa libertad le habilita un método de trabajo similar al de la improvisación musical y no menos riguroso que ésta, y al que también emplea cuando trabaja sobre un tema o sobre una figura reconocible. "Un músico que yo admiro mucho en Buenos Aires me dice que, inmediatamente antes de tocar una nota, está escuchando esa nota en su cabeza. Más o menos es lo que pasa con el dibujo: yo estoy dibujando, y recién en ese momento sé lo que tengo que hacer", contó a esta cronista en 1999. "Cuando yo empiezo a hacer un trabajo, no sé cómo lo voy a terminar. No tengo una idea previa. Lo cual a mí me ayuda, porque si no sería todo muy aburrido. El día que yo sepa qué es lo que voy a hacer, se terminó el juego".

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Venerables arrugas y, en los ojos, una luz de dignidad
 
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