CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. UN REPASO SOBRE LA OBRA DE SIDNEY LUMET, QUIEN MURIó EL PASADO SáBADO.
Ganador de un Oscar honorífico en 2004, Lumet dejó una enorme filmografía, que va desde el debut con Doce hombres en pugna al más reciente Antes que el diablo sepa que estás muerto, pasando además por obras malditas como Garbo talks.
› Por Emilio Bellón
La sorpresiva noticia de su fallecimiento llegó a través del periodismo gráfico el domingo por la mañana. Algunos titulares destacaban su condición de gran cineasta prolífico, otros de su actividad tanto teatral como cinematográfica y televisiva; los menos, de su fascinación por su natal Nueva York. Al leer la información sobre su deceso pensé que en los últimos años y meses aquellos exponentes del cine, grandes maestros, ya nos habían hecho llegar su último gesto, su largo adiós.
Director no siempre reconocido, autor de films que participan de diferentes géneros y temáticas, Sidney Lumet ha legado una notable filmografía que comienza en 1957, cuando el realizador contaba con 33 años. Y su primer film, que ha sido motivo de numerosas remakes, Doce hombres en pugna, se sigue nombrando a la hora de recordar aquellos films que ponían en tela de juicio al accionar de la justicia, el peso de los prejuicios y estigmatizaciones. Afortunadamente, se puede admirar en formato DVD esta pieza que se juega en un espacio cerrado y ofrece una subrayada dirección de actores, aspecto que pasaría a identificar los films de su autor.
Algunas películas de Sidney Lumet fueron nominadas y otras elegidas a la hora de la entrega de los premios Oscars. Podemos recordar, ya a mediados de los '70, su aclamado film Tarde de perros, obra en la que se ponía en juego la relación de los acontecimientos con los mass media, de los modos en que los hechos trágicos se transforman en espectáculo; y, por otra parte, se ponía en escena no sólo un conflicto delictivo en manos de dos ex combatientes de Vietnam, sino, como móvil mismo de la acción de del robo de un banco, el hecho de que el personaje que interpreta Al Pacino le permitiría lograr una suma de dinero para concretar un cambio de operación de sexo de su amigo y amante.
No intento trazar un ajustado ordenamiento cronológico sobre la filmografía de este realizador que forma parte de una destacada generación de guionistas y directores que se ubicaron, inicialmente, con las mismas funciones en espacios televisivos. En esta observación, podemos tener presente a los nombres y obras de autores tales como Arthur Penn, Martin Ritt, Alan Pakula, ya fallecidos.
Atento a las expresiones del realismo en el nuevo teatro estadounidense, Lumet escenificó, tanto en cine como tevé, los escenarios de su amada ciudad, piezas de Eugene O'Neill y Arthur Miller, tales como Viaje de un largo día hacia la noche y Panorama desde el puente, a principios de los 60, un año antes de su cautivante versión de la pieza de Tennessee Williams, Orfeo desciende, que se dió a conocer con el título de The fugitive kind y que en algunos países de habla hispana se estrenó con el hoy recordado título de El hombre de la piel de víbora; ya que aquí, su personaje, poeta seductor y vagabundo, errante forastero interpretado por Marlon Brando, llega a un pueblo del sur y allí trama vínculos con dos mujeres, desatando una escalada de violencia y de estallido de represiones, de enfrentamientos y muerte.
Hay numerosos films de Sidney Lumet que pasaron al olvido. Como Daniel, el último testigo que conocimos en nuestra ciudad a mediados de los 80, cuando ya habíamos recuperado la tan añorada democracia. En ese espacio en el que tenían lugar los juicios a los miembros de la Junta Militar de los años de la dictadura, el film de Sidney Lumet colaboraba en la actitud de reconstruir la memoria histórica. Daniel... estaba basado en el libro homónimo de Edgard L. Doctorow y apuntaba a reconstruir, desde la mirada de un joven de los años sesenta, la tragedia vivida por sus padres: Ethel y Julius Rosemberg, víctimas de la política persecutoria del maccarthismo.
Fueron los años 60 los que saludaron a Sidney Lumet desde la respuesta del público y de la crítica internacional. En esta década, en 1966 para ser más preciso, se conocieron dos de sus films más trascendentes, según consigna Peter Bogdanovich en una de sus reseñas: El prestamista, que reconstruye desde la mirada de su protagonista (un usurero del barrio de Harlem) páginas de la historia del nazismo, marcando ciertas relaciones ambiguas entre carcelero y prisionero (lo que desató, cuando su estreno, numerosas polémicas). E, igualmente, La colina de la deshonra permitía reflexionar sobre los comportamientos autoritarios y violentos que deben sufrir en grado extremo los prisioneros confinados en un destacamento militar en el Norte de Africa, en los días de la Segunda Guerra. Elegido por Woody Allen como uno de sus favoritos, La colina de la deshonra lleva al primer gran protagónico de Sean Connery.
Uno de sus últimos films, Antes que el diablo sepa que estás muerto, llevó a que numerosas publicaciones extranjeras dedicaran dossiers monográficos sobre su filmografía. Recuperaban, por igual, a films que en el momento de su estreno no habían sido motivo de extensos comentarios, tales como su pasaje por el mundo de la narrativa y de los enigmas de Agatha Christie en Crimen en el expreso de Oriente, su versión con actores negros de la mítica El mago de Oz, con Diana Ross, o bien de aquel otro personaje que componía Pacino, el de Serpico. Pero sobre todo recordaban al Lumet de Poder que mata, film electrizante que se interna en los sets televisivos y en las acciones sensacionalistas que no reconocen límite alguno y en su recreación de la obra teatral de Peter Schaffer, Equus, pieza que fuera representada en nuestra ciudad a principios de los 80.
Sin ánimo de olvidar al personaje que compone Paul Newman en su galardonado film Será justicia, ni a la visión generacional que transmite en El grupo, admirable retrato de mujeres que logra a partir de la novela de Mary McCarthy, elijo para cerrar el film maldito por excelencia de Sidney Lumet, el menos visto en los países en los que se presentó: Garbo talks o como se la conoció aquí, El capricho de Stella, film deleite para cinéfilos que nos acerca a la búsqueda que hace un hijo, Ron Silver, para poder cumplir el sueño de su madre, como último deseo de su vida; rol que asume una siempre admirable Anne Bancroft. Y ese gran deseo, en sus labios, es el de poder conocer personalmente a su actriz favorita, la Garbo, antes de morir.
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